Los monjes y la propiedad
Nadie diga que algo es suyo, ni se lo imagine.
Sólo la comunidad organizada puede generar un mejor modo de vivir
Nadie diga que algo es suyo, ni se lo imagine.
Los problemas a los que nos enfrentamos y que se concentran en la relación ciudad-ruralidad, tienen dimensiones civilizatorias, pero pueden enfrentarse de manera muy concreta en espacios concretos.
Los problemas a los que nos enfrentamos y que se concentran en la relación ciudad-ruralidad, tienen dimensiones civilizatorias, pero pueden enfrentarse de manera muy concreta en espacios concretos.
Una colectividad es un grupo de personas que deciden trabajar juntas tratando como un único bien común todo lo que produzca su trabajo. Ese bien común, que no son solo fondos, sino también conocimientos, relaciones, inmuebles y hasta tecnologías, es a lo que se llama «el comunal».
Los comuneros somos la demostración viva de la posibilidad y necesidad de una transformación de las relaciones sociales y las formas de propiedad para hacer posible la producción de todo lo necesario para cada uno en un metabolismo sostenible con el medio.
Se trata de que el ruido y la superstición no nos impidan pensar y aprender individual y colectivamente. Ruido son las «redes sociales», sobre todo cuando se convierten en «identidad digital» apremiante y exigente o cuando se las considera al nivel de los periódicos (por mucho que los periódicos se empeñen en bajar su nivel para acercarse a las redes sociales). Superstición es pensar que Google o la IA proveen de conocimiento. Tenemos dos barómetros imprescindibles, el silencio en el escritorio y el tiempo de lectura «de verdad», el dedicado a los libros.
Está emergiendo un cambio cultural. Vienen cuestionamientos sociales importantes sobre el modo de vida que sacan ya cabeza en los medios más mainstream del mundo.
Cuando construimos con otros, su «ser» -que es lo que ellos consideren- no importa. Sólo importa aquello a lo que juntos damos forma conscientemente, movidos por objetivos comunes, el hacer. Nuestros compañeros son «nuestros», es decir, pertenecen y son reconocidos, tal y como «son», por pertenecer, por aportar, no por «ser» nada en particular.Por eso la forma comunitaria de respetar y «reconocer» el «ser» de cada uno consiste precisamente en... ignorarlo.