9/10/2023 | Entrada nº 40 | Dentro de Modo de vida

La crisis del modo de vida y la necesidad del cooperativismo de trabajo

No hay soluciones individuales a la crisis del modo de vida. La salida pasa por el trabajo y la organización colectiva. Pero la mera inserción laboral en las condiciones actuales tampoco aporta.

Los principales fenómenos culturales de nuestra época trazan los contornos de una crisis del modo de vida. Lo vemos en el abrumador crecimiento de la angustia social (y los suicidios), en la epidemia de soledad, o en el sentimiento cada vez más generalizado de que las ciudades se han tornado invivibles. Resumiendo: para millones de personas, el modo de vida que se presenta como normal, se ha convertido en un callejón sin salida, en una trituradora que no les deja opciones de conservar su integridad mental.

¿Qué pasó? Durante tres décadas el crecimiento de la precarización y la atomización en el modo de trabajar se tradujo en un modo de vida cada vez más aislante, mercantilizado y tan desesperante que ahora grita «sálvese quien pueda» por todos sus poros.

En realidad, aunque la mayoría no pueda verlo, son distintas facetas de la Crisis de Civilización en la que estamos inmersos, atravesando los muros imaginarios de la «familia fortaleza» que, nos vendieron desde la segunda mitad de los ochenta, cuando se consumieron las grandes luchas colectivas en el callejón sin salida de las huelgas sindicales por mejores prejubilaciones y cierres con «compensaciones».

La idea de que la familia fortaleza podía ser un sagrado seguro en una época de precarización generalizada era obviamente mentira, claro. Era como pretender sobrevivir a un bombardeo metiéndose bajo una mesa. Tarde o temprano caerá un cascote encima que la parta en dos. Y eso es lo que nos cuenta el perfil típico del suicida de lo que va de siglo, la figura síntoma que concentra las contradicciones de ésta época: un varón mayor de cuarenta años -del que se esperaba fuera guardián eterno de la fortaleza- que cayó en el paro o se vio expulsado del mercado de trabajo y/o cuya relación de pareja entró en crisis definitiva.

El modo de vida y las formas sociales del trabajo

El trabajo es siempre social y al mismo tiempo y por la misma razón, profundamente definitorio de quiénes somos (socialmente). Es el centro de la vida cotidiana, la principal actividad en tiempo dedicado, lo que determina para cada uno «su lugar en la sociedad» y su sentido de la vida. Lugar y sentido que lógicamente son distintas bajo los distintos juegos de relaciones y normas propias de cada sistema. Es decir, las formas sociales bajo las que se trabaja en cada época dan forma al modo de vida que le es propio.

Por eso las distintas formas sociales que toma el trabajo también «educan» a todos y a cada uno en valores característicos, creando, transmitiendo y reproduciendo las mentalidades y los patrones aceptables de comportamiento de cada época concreta, que son los que sirven a que el sistema imperante en cada momento siga funcionando sobre una base de consenso social, es decir sobre una cierta satisfacción de los valores que cada cual adopta y siente como suyos. El falso comunitarismo aislacionista de la familia fortaleza salvó los trastos del sistema y sirvió para dar un agarre de satisfacción durante una época. Ya no.

Y es que la crisis del modo de vida, se fundamenta en la crisis de las formas y modos de trabajar, pero no es un mero reflejo de la precarización laboral o del miedo a ella. Son los valores atomizadores y mercantilizadores del sistema como un todo los que se han convertido en disfuncionales para la vida dado lo que el sistema es capaz de dar y necesita hacer para mantener su lógica económica.

La paradojas y las alternativas

Cuando las formas de organización del trabajo quedan al margen, la paradoja es que las soluciones resultantes agravan las causas en vez de transformar las bases que crean el problema. Ahí están para demostrarlo la esterilidad de las salidas individuales, sean las basadas en el consumo, en la autoayuda o el deporte, en la búsqueda de comunidad a través de identidades, o la socialización instrumental (del networking a Tinder y más allá).

Sumemos a eso las perspectivas sobre la evolución del trabajo durante los próximos años...

En una época en la que el trabajo no es ya la socialización de la actividad y saber personal que llega de suyo a cierta altura de la vida, sino un agarre precario y escaso a la sociedad y el bienestar.

El resultado es que no hay soluciones individuales a la crisis del modo de vida. La salida pasa por el trabajo y lo colectivo. Pero la mera inserción laboral en las condiciones actuales tampoco aporta.

Por eso el coooperativismo basado en principios que parten de la abundancia, el comunal y la centralidad del trabajo es tan importante hoy. Y por eso todas las manos son pocas.