17/10/2023 | Entrada nº 45 | Dentro de Modo de vida

Compartir el empleo es ir marcha atrás, compartir el trabajo es otra cosa

El «job sharing» es compartir el puesto de trabajo, no el trabajo. Los resultados de una cosa comparada con la otra son antagónicos. Compartir el empleo es una forma de precarización. Compartir el trabajo, con todo su significado y materialidad, abre en cambio un mundo de alternativas y caminos mucho más potente.

La discusión de la entrada de ayer (22 aportes hasta el momento) deja un par de conclusiones que merece la pena convertir en entrada.

1. Compartir el trabajo no es lo mismo que compartir el empleo

Mira por dónde, antes hacemos la crítica «la Sharing» y antes resucita desde EEUU para el mundo, confirmando aquello de que «no se les ocurre una buena». Lo contaba la Opinión de Málaga:

Una de las nuevas prácticas laborales que se está popularizando en Europa y que está llegando a España es el «job sharing»: un modelo de organización del trabajo en el que dos o más empleados comparten las responsabilidades y tareas de un solo puesto de trabajo. En lugar de tener a una sola persona a cargo de un trabajo a tiempo completo, varias personas trabajan juntas para cubrir el mismo puesto, dividiendo las horas de trabajo y las responsabilidades entre ellas.

El modelo consiste en lo que parece: dos o más personas pasan a ocupar un mismo puesto de trabajo, haciéndose responsables colectivamente de sus resultados y repartiéndose el tiempo ocupado y el salario neto de la persona que lo ocupaba antes. A poco que alguno de los implicados tenga un contrato subvencionado por la Seguridad Social, la empresa ahorra costes. Se supone que el trabajador que «comparte» el empleo sale ganando porque no le echan por ser demasiado caro y acumular trienios. Y para el o los que llegan nuevos, sería un apoyo emocional y la solución a caer en la epidemia de soledad.

Eso sí, a poco que haya solapamiento de horarios -y tiene que haberlo aunque sólo sea para poder coordinarse- el número total de horas de trabajo realmente aplicadas subirá. Se supone que es lo que compensas ganando un compañero. Aunque los promotores tampoco están por dedicar demasiado tiempo a los emparejamientos. Al final el empleo se comparte con quien los departamentos de personal elijan, sin que haga falta que la responsabilidad común vaya ligada a ningún sentimiento de fraternidad, amistad o proyecto compartido.

En resumen, es una bajada del salario para los trabajadores -que cobrarían menos que haciendo las mismas horas con un contrato a tiempo parcial- y una reducción de costes para la empresa, que además puede exigir productividades mayores. Una vez más, «sharing» es el apellido de una cornada.

Pero cuidado. En español esta ideaza tiene más veneno aún que inglés. «Job sharing» es bastante descriptivo: compartir el puesto de trabajo. Pero llamarle en español «Trabajo compartido» implica una destrucción del significado. Así empiezan todas las campañas sociales destructivas.

Compartir el trabajo no es lo mismo que compartir el empleo. Compartir el trabajo es lo que se hace en las cooperativas de trabajo que funcionan: se comparten los objetivos, se comparten las herramientas -es decir, son de propiedad colectiva- y se comparten las decisiones tanto sobre el proceso de trabajo como sobre el destino de los resultados e ingresos que se generen. Hasta la ley marca mínimos que han de ir destinados a comunales compartidos de formación y reservas.

Cuando lo que se comparte es un puesto de trabajo, en cambio, todo viene impuesto de fuera: los objetivos, por supuesto, las herramientas, en qué consiste el trabajo y cómo se hace, lo que vas a cobrar y hasta con quién vas a trabajar.´

2. Poner el trabajo en el centro del compartir es la piedra de toque del nuevo modo de vida

Todo lo que pone en el centro cosas, tierras o casas al final es una comunidad de consumo (incluso aunque trabajen juntos) y por eso está abocada al identitarismo (que es consumo + ansia de poder sobre los diferentes) y por tanto bajo peligro permanente de caer en la escasez artificial y el dogmatismo más peligroso.

Sin embargo, si pones el trabajo en el centro del compartir vas hacia fundar algo muy distinto:

  1. Se comparte el trabajo, no un puesto y un salario, es decir, el trabajo como un todo se organiza igualitariamente sobre la responsabilidad común.

  2. El trabajo produce sus propias herramientas, que son de todos desde su propio nacimiento -porque todos aportaron para crearlas- es decir, el trabajo crea antes que ninguna otra cosa... comunales

  3. Sobre esa base de lo colectivo y lo comunal, el trabajo avanza desde día uno por vías de innovación originales y propias que nacen ya con una lógica completamente diferente -y universal- de aporte y transformación.

  4. Cuando llegamos ahí, ya se ha generado un nuevo modo de vida que ni requiere el consumo compensatorio que tanto preocupa a los consumistas; ni la relación con el entorno humano y natural requiere para ser sostenible de la escasez y la autorestricción como la imaginan los decrecimientistas; ni la alienación marca el camino convirtiendo la impotencia en «espiritualidades». Estamos de lleno inmersos en un nuevo modo de vida que plantea caminos y reflexiones muy diferentes.