19/10/2023 | Entrada nº 46 | Dentro de Tecnología

La IA, la soledad, la salud mental y la crisis de la civilización actual

El uso de aplicaciones conversacionales de IA para confrontar la soledad y los problemas de salud mental está demostrándose contraproducente e incluso peligroso. Sin embargo, todos sabemos que la solución que los estados y las aseguradores elijan irá por ahí. El verdadero problema no es tecnológico, sino social.

La prensa -especialmente la de negocios-, animada por las grandes consultoras y fondos de capital, lleva ya una temporada vendiendo la idea de que la epidemia de soledad y el auge de los problemas de salud mental se enfrentarán con éxito -y con poco coste por paciente- gracias a chatbots de IA.

El caso es que empiezan a aparecer los primeros casos en los que aplicaciones conversacionales de IA se asocian a suicidios y conatos de «lobo solitario». Parece que, bajo ciertas circunstancias, una IA conversacional puede convertirse en algo parecido a un reclutador de terroristas suicidas o un inductor al suicidio.

Pero, en realidad, si pensamos un poco, más que un problema de desarrollo tecnológico, este tipo de situaciones muestran bastante bien hasta que punto es insidiosa y profunda la Crisis de Civilización de la que solemos hablar.

La IA es el espejo de la cultura de una sociedad insana

La IA conversacional, al final, no es más que un software estadístico que responde e interactúa con su usuario dando respuestas en el rango de lo «esperable» dada una masa enorme de contenidos sacada de todo tipo de fuentes.

Pero... los estudios sobre todo lo que existe hoy en día en bibliotecas nos dicen que la cultura global y especialmente la escrita en inglés, español y francés, muestra desde hace décadas cada vez más patrones consistentes con la depresión. Y si nos vamos al lenguaje hablado, ¿qué cabe esperar cuando los estudios sobre la angustia emocional nos hablan de una sociedad capaz de enfermar a cualquiera?

Lo «esperable» en una sociedad insana es insano, la IA sólo hace de espejo de un rey que va desnudo.

Pero si vamos al fondo de todo ésto, lo que salta a la vista es que la idea de base era, cuando menos, dudosa. ¿La solución a los problemas de salud mental y soledad pasa por generar alternativas baratas a la atención personal o pasa por actuar sobre las causas mientras se asegura una terapia adecuada a las personas con problemas?

¿Por qué tanta insistencia en invertir en soluciones maquinales?

La cuestión es que, en realidad, las consultoras y los fondos tienen inmensidades de capital que colocar. Y la sustitución de terapeutas (salarios) por máquinas (capital) abre la expectativa de tener un nuevo campo de inversión rentable con buenos pagadores de gran escala como aseguradoras y estados. La cosa además se acelera porque la UE está anunciando que volverá a exigir «austeridad» -es decir, que los estados podrán pagar menos personal sanitario. Así que los estados estarán más abiertos que nunca a sustituir personas por máquinas en servicios como la atención de la soledad o la Salud mental.

Vista la magnitud potencial del negocio, es evidente que fondistas, consultoras y medios de comunicación tienen motivos contantes y sonantes para ser todo lo «flexibles» con la verdad que haga falta. Poco importa que en la prensa científica aparezcan artículos desmontando la bondad para el paciente incluso de una hipotética IA terapeútica mucho más acabada que los chatbots disponibles. Por eso todos sabemos que las necesidades de los grandes fondos de capital y las directrices de austeridad de los estados harán que, funcione bien, mal o no funcione en absoluto, el camino que se tome en salud mental pasará por la IA. Lo primero es lo primero. Y lo primero es colocar el mayor monto de capitales posible de forma rentable.

Es importante señalar ésto. Porque no es una cuestión de ideas o de desconocimiento. No es que no caigan en que por mucho que se invierta en IA o en producción farmacéutica, no va a mejorar la salud mental de la sociedad. No hay que ser una mente preclara para entender que abrir chat-bots o fabricar más psicofármacos ni afecta a la causa de los problemas ni sirve para sustituir horas de atención terapéutica que ayuden a las personas afectadas a superarlos.

Cuestión de prioridades

Es una cuestión de prioridades. Y en particular de una, la intocable. Y es que lo que caracteriza el actual sistema es que condiciona la solución elegida a cualquier problema social a un fin: colocar de manera rentable capitales. Se llama capitalismo por eso. La cosa es que, históricamente, esa lógica funcionaba socialmente. De hecho durante un tiempo funcionó mucho mejor que ningún otro sistema que la Humanidad hubiera vivido antes. El crecimiento de las inversiones producía mejores vidas porque las grandes inversiones sólo eran rentables escalando una y otra vez el número de clientes y usuarios. De ese modo, el crecimiento del capital facilitaba el acceso de grupos cada vez mayores de personas a bienes y servicios, como la sanidad, el agua corriente, el transporte o la vivienda, que mejoraban no la vida de unos pocos, sino la experiencia humana como un todo.

Pero ahora vivimos en una época en la que las necesidades humanas van por un lado y la colocación de grandes capitales, por otro. Y como el segundo criterio es prioritario e intocable, las raíces de los problemas y las necesidades de millones se dejan de lado, los problemas de fondo no se confrontan -o se hacen de forma inconsecuente por subordinarse las «soluciones» a la colocación de inversiones masivas, como pasa con el cambio climático- e incluso a la hora de atender a los afectados se opta por herramientas que en realidad agravan los problemas.

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