- El discreto pero constante crecimiento de las cooperativas de trabajo en Europa antes de la guerra
- La guerra de Ucrania y la desindustrialización
- Las cooperativas de trabajo como respuesta al abandono empresarial
- Las cooperativas de trabajo como solución a la quiebra de industrias de referencia
- La «recuperación» de Duralex y la aceptación pública de la cooperativa de trabajo como alternativa a los cierres
- La cooperativa de trabajo como inspiración de una política post-neoliberal y post-identitaria
- Ni compradas ni recuperadas: cómo son las nuevas coooperativas de trabajo en Europa
- El «despertar cooperativo» europeo es ahora
El discreto pero constante crecimiento de las cooperativas de trabajo en Europa antes de la guerra
Nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena. Antes de la pandemia, cuando parecía que la economía europea iba a recuperarse y entrar en una nueva fase de crecimiento, las cooperativas de trabajo perdieron el interés que habían generado entre académicos y activistas sociales en los años de la política milenial.
Sin embargo, el número de nuevas cooperativas de trabajo siguió creciendo a un ritmo regular: unas 300 al año en Francia, más de 1.000 al año en España; en Italia, donde la labor invisibilizadora de la rama local de la ACI es notable y no se publican estadísticas específicas, había ya entonces unas 16.000 que generan casi el 40% del nuevo empleo cooperativo (incluyendo bancos, mutuas y cooperativas sociales, que por sí solas generan otro 39,3%), unos datos sólo superados por España que con 18.941 cooperativas de trabajo asociado que sostienen a 319.039 trabajadores socios sigue siendo el campeón del trabajo asociado en el continente.
La guerra de Ucrania y la desindustrialización
Tras la pandemia, la guerra de Ucrania abrió un periodo, que vivimos todavía, de costes energéticos al alza, huida de capitales a EEUU y desindustrialización en todo el continente. En el gráfico de arriba podemos ver la caída de la producción industrial entre mayo de 2023 y mayo de 2024 en Francia, Italia, Alemania y Rumanía (la China intraeuropea de las inversiones industriales francesas). Los países que aumentan su producción en porcentajes similares no compensan ni de lejos en términos absolutos la pérdida.
El resultado ha sido una oleada de quiebras de PYMEs exportadoras que empezó en Alemania y, con ella, una epidemia de cierres por jubilación. Hay en toda Europa una generación de propietarios que a pesar de haber sobrevivido a la actual oleada de bancarrotas, están demasiado mayores como para hacer planes de futuro pero no encuentran compradores en un momento en el que ni Mario Draghi da un duro por la continuidad de sus negocios en un marco competitivo que el capital europeo da ya por perdido frente a China.
Las cooperativas de trabajo como respuesta al abandono empresarial
Fue entonces cuando sectores de la patronal alemana empezaron a apostar por modelos corporativistas de propiedad fundacional (Economía Social en estado puro) como respuesta managerial a la compra de la empresa por los trabajadores y la cooperativización de las empresas que comenzaba a discutirse como solución al relevo de los propietarios en Italia y Francia.
Y es que en la propia Alemania no faltaban ejemplos de éxito en los que el heredero y comprador eran los propios trabajadores organizados como cooperativa de trabajo. Iteratec, una conocida empresa muniquesa de software con 500 trabajadores repartidos en 7 centros de trabajo y una facturación de alrededor de 70 millones de euros anuales, se estaba convirtiendo en cooperativa de trabajo de la mano de su fundador. La atracción por el modelo cooperativo hacía mella incluso entre las familias bodegueras del Palatinado, paradigma del conservadurismo alemán.
Las cooperativas de trabajo como solución a la quiebra de industrias de referencia
Sin embargo, el problema que socialmente se percibe de manera más dolorosa en Europa es el del cierre por quiebra de industrias de referencia. Tampoco ahí faltan ejemplos. En el Mosa, la región industrial francesa fronteriza con Bélgica, La Meusienne, fundada en 1899, una empresa que es la última fabricante abierta de tubos de todo el país, fue comprada por los trabajadores el pasado julio y convertida en SCOP (Sociedad Cooperativa Obrera de Producción).
No es un ejemplo aislado, en las regiones que están sufriendo la desindustrialización de forma más dolorosa, como Alsacia, abundan ejemplos. Según comentaba a la prensa la dirigente de la rama local de la ACI, el número de SCOPs se ha duplicado en los últimos cinco años.
La «recuperación» de Duralex y la aceptación pública de la cooperativa de trabajo como alternativa a los cierres
Pero el caso que ha puesto a las cooperativas de trabajo en el centro de las esperanzas de muchos en Francia y Europa ha sido el de Duralex.
Declarada formalmente en quiebra por los jueces en abril de este año, la empresa símbolo de la durabilidad y la irrompibilidad, trastabillaba desde hacía veinte años pasando de mano en mano sin que ninguno de los nuevos propietarios -el último fue Pyrex, en suspensión de pagos desde 2021- invirtiera lo necesario para renovar el catálogo, la maquinaria y la imagen.
Duralex recibió tres ofertas de compra. La favorita era la de Tourres et Cie, propietaria de las vajillas La Rochère y Waltersperger, la fábrica que produce los frascos de buena parte de los perfumes de alta gama francesa. Su oferta ofrecía mantener 179 de los 228 puestos de trabajo de la cristalera y estaba apoyada por el sindicato CFDT, otrora defensor de la autogestión. El 60% de los trabajadores de Duralex en cambio, apoyó en asamblea una propuesta de transformación en cooperativa de trabajo que significaba mantener la totalidad de empleos, aceptando pagar a un precio ligeramente más alto que las otras dos.
Marca global y símbolo de los buenos tiempos pasados de la industria francesa, Duralex recibió cierta atención mediática, que sirvió para ganar la simpatía de buena parte de la opinión social... y a partir de ella obtener el compromiso de los gobiernos local y regional, sin el que los bancos no hubieran financiado a los trabajadores.
Cuando finalmente los jueces eligieron la oferta de los trabajadores Duralex era ya un nuevo símbolo francés, o mejor dicho, el símbolo de una nueva Francia posible. Sintomáticamente, la venta online se multiplicó desde los primeros días, mucho antes de que llegaran los primeros pedidos minoristas.
La cooperativa de trabajo como inspiración de una política post-neoliberal y post-identitaria
La Francia que re-adopta Duralex es la Francia que está viendo La Fiebre y apoyando, con todas sus contradicciones, al Nuevo Frente Popular para parar el ascenso de la extrema derecha lepenista. La Francia a la que la fundación Jaurès intenta entender encargando dos docenas de papers a académicos sobre la serie.
Lo que la reflexión de la fundación think-tank del Partido Socialista descubre entre papers y estudios de opinión es que, la cooperativa en general y la cooperativa de trabajo en particular están convirtiéndose en la alternativa a los discursos divisivos e identitaristas del indigenismo racialista, el neofeminismo y el nacionalismo xenófobo identitarista. Por eso apunta que el Nuevo Frente Popular, si quiere ser la base de una izquierda post-neoliberal y post-identitaria debe incluso... organizarse al modo de una federación de cooperativas según un modelo propuesto por el mismísimo François Ruffin en una entrevista televisiva en prime time en la que se definía como socialdemócrata por primera vez.
Lo interesante es que simultáneamente a Duralex en Francia, en otros países europeos están pasando fenómenos similares a los relatados en La Fiebre. De hecho, la realidad supera a la ficción: el Sant Pauli FC, creado en 1910, se convierte en cooperativa comunitaria siguiendo un guión similar al de la serie de Benzekri. Según la prensa deportiva alemana, los directivos que la impulsan:
Quieren que la fundación de la cooperativa sea vista como una «contrapropuesta al poder» de los grandes inversores y «a su traición al fútbol».
El Sant Pauli tiene un gran capital simbólico ligado a los estibadores y trabajadores del puerto de Hamburgo, a haber sido el club anti-nazi durante los años 30 y sobre todo a ser el último bastión del romanticismo del fútbol en la Bundesliga. Su cooperativización llama inmediatamente la atención de los grandes medios y se convierte en tema en todo el mundo de habla alemana. El impacto se multiplica al punto que el gobierno austriaco promete cambiar la ley de sociedades deportivas para que los clubes austriacos puedan seguir su senda.
Con todo el mundo mirándole, el Sant Pauli pronto parece una reencarnación del Corinthians de Sócrates, Wladimir y Zenon en pleno Mar del Norte. Con el entusiasmo cooperativista, cambia su suerte y empieza a golear fuera de casa.
De repente las cooperativas comunitarias ganan la atención de la prensa alemana y todo un movimiento cooperativo underground y comunitario impulsado por ayuntamientos que se ven abandonados por el sistema sanitario, pueblos que quieren hacer la calefacción universal y de bajas emisiones, jubilados que no quieren ir a residencias y se organizan para compartir vivienda o enfermeros y familias que quieren organizar la atención domiciliaria de los mayores empieza a ser visibles en los periódicos de todo el país. Dentro de esa ola que estamos viviendo ahora, no pocas cooperativas de trabajo empiezan a definir un nuevo paradigma de éxito muy diferente del del emprendedor de start ups: historiadores que quieren vivir de serlo, cocineros y camareros que crean restaurantes familiares con lógica de centro cultural...
Ni compradas ni recuperadas: cómo son las nuevas coooperativas de trabajo en Europa
Porque aunque Duralex, La Meusienne, Iteratec o el Sant Pauli se hayan convertido en los motores simbólicos del despertar cooperativo que estamos viviendo en Europa, el protagonismo de la creación de cooperativas de trabajo no está en las compras ni en las recuperaciones tras quiebras.
El Francia, en 2023, sólo el 8% de todas las SCOP fueron resultado de la adquisición de una empresa en dificultades y sólo el 13% de una empresa sana. El 61% son empresas de nueva creación. El perfil típico de las nuevas SCOP es una empresa digitalizada del sector servicios que se funda en una ciudad media o pequeña.
En España, donde 319.039 trabajadores socios de 18.941 cooperativas de trabajo producen el 5% del PIB de la cuarta economía de la UE, el 78% de las coops de trabajo asociado de nueva creación se dedica a los servicios, el 13% a la construcción, el 7% a la industria y sólo el 2% al sector agrario. Y es que incluso en el mundo rural el cooperativismo de trabajo parece concentrarse en los servicios1.
Un dato interesante en ambos países: tanto en Francia como en España el cooperativismo de trabajo crece de manera no predecible por el PIB regional per capita ni por la población. Es decir, la experiencia del trabajo cooperativo pasa por encima de las diferencias y divergencias territoriales2.
El «despertar cooperativo» europeo es ahora
A diferencia de lo que pasó en los años de la «política milenial», de los «occupy» y los «indignados», la atención sobre el mundo cooperativo que estamos viviendo ahora no se construye a partir de mitificaciones personalistas y juegos mediáticos espectaculares, sino de experiencias colectivas y comunitarias espontáneas e independientes. No es un relato con ejemplos, es una realidad social y económica que sale en los datos macro.
Sus impulsores no son estudiantes y jóvenes más o menos bohemios y rebeldes inspirados por una nueva generación de gurús, sino trabajadores normales de todos los sectores y edades -albañiles, informáticos, sanitarios, consultores... Sus escenarios son fábricas con entregas que atender y clientes de verdad, oficinas con macetas más parecidas a un coworking que a un centro social ocupado, y bares y centros culturales que el sábado se llenan de familias.
Por eso, ésto que estamos viviendo ahora no es divertido desde la mirada de los expertos en comunicación. No es como en los años 10 cuando las cooperativas integrales se constituyeron como representación de un deseo, que un entorno académico-mediático ávido de ejemplos difundía como si fuera realidad tangible y hubiera empezado una revolución sin que nos diéramos ni cuenta. Ni el deseo conformaba realidad, ni había una revolución en marcha, y la contradicción sólo podía llevar a la melancolía y la frustración.
Hoy tampoco estamos viviendo una revolución. Sólo -pero no es poca cosa- un despertar cooperativo: un momento en el que miles de trabajadores europeos, hartos de la precarización de la vida y el trabajo y de la ausencia de soluciones en discursos cada vez más divisivos y agresivos, están saliendo de la pasividad, enfrentando la atomización, organizándose de manera productiva, sumando a sus familias y comunidades y tomando colectivamente el futuro en sus propias manos.
Y sin embargo, a pesar de la aparente contundencia de los números y del contagioso entusiasmo de los protagonistas, es una flor vital para el futuro inmediato, aunque también delicada. No crece sola con la admiración ajena. Necesita suelo y riego. Necesita de un entorno comprometido y de nuevos cooperativistas y cooperativas. Necesita trabajo. Necesita de tu imaginación y de tus ganas.
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En un reciente estudio de COCETA sobre las coops de trabajo en el mundo rural la muestra estadística que tomaron los analistas tenía un 16,9% de coops de trabajo dedicadas a turismo y hostelería, un 12,5% a actividades culturales, un 5,2% a servicios avanzados como asesoría o informática y sólo un 12,8% a la producción agroalimentaria, un 4,1% a ganadería, 2,8% a actividades forestales y menos de un 2% eran lecherías o queserías. No sabemos hasta qué punto será representativa esta muestra del total real. Por ejemplo, qué sólo el 13% esté dedicada a «limpieza y servicios sociales», nos llama la atención cuando comparamos con el estudio de CEPES sobre «Los cuidados desde la Economía Social», que asegura que el sector de la Economía Social en la Economía de los Cuidados suma un total de 3.139 empresas y entidades, de las cuales el 79,4% son cooperativas. Probablemente las diferencias se deban a la definición de «medio rural», que varía de un estudio a otro. ↩
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En España en 2023 por ejemplo, un 24,5% de los socios de nuevas coops de trabajo estaban en la Comunidad Valenciana, un 17,8% en Andalucía, un 11% en el País Vasco, un 9,1% en Cataluña, un 8,7% en Galicia y un 8,4% en Murcia. ↩