Francia, el resurgir scout y la religiosidad juvenil
El primer aviso que detectamos sobre un resurgir scout apareció en en un artículo de Le Monde sobre la religión y los jóvenes publicado en junio del año pasado. El autor, tras constatar que el 67% de los jóvenes entre 18 y 29 años declaraban no tener religión, venía a dar la razón a la famosa frase de Chesterton según la cual cuando la gente deja de creer en Dios, no es que pase a no creer en nada, es que creen en cualquier cosa1.
De hecho aseguraba que «la religiosidad y la espiritualidad están floreciendo, especialmente entre los jóvenes» y recogía toda una variedad de formas a cuál más inquietante que la anterior, desde el chamanismo, las pseudociencias y la sanación hasta las conspiranoias y la inmersión en mundos literarios más o menos mesiánicos.
Pero aclaraba que aunque para muchos la estación término sea el oscurantismo, las necesidades que mueven al conjunto son mucho más interesantes y nobles. Hablaba de:
Una religiosidad flotante, inestable, que busca palabras que decir y vínculos para vivir colectivamente. De ahí la multiplicación, especialmente entre los jóvenes, de encuentros especiales y momentos religiosos (entre otros en el marco scout) centrados en el estudio, la meditación, la expresión, las artes, el compartir... donde se busca menos la verdad que «la propia». verdad.
Dar por sentado que el movimiento scout forma parte del universo de valores y creencias de la Iglesia católica es algo característico de Francia, aunque no sólo, también ocurre en Bélgica y en algunas regiones españolas incluso entre los estudiantes de la escuela pública. Pero lo que nos llamó la atención fue la referencia al scoutismo como uno de los pocos movimientos que está planteando palabras y prácticas para satisfacer esa necesidad de vínculos para vivir colectivamente.
Tampoco se nos escapaba que la oleada de secularización que siguió al mayo del 68 había causado en las familias católicas una ruptura en la transmisión de valores y memorias de padres a hijos similar a la que se había producido en las familias trabajadoras con valores cooperativos y colectivistas durante los años 80/90. Algo en lo que destacaba el autor del artículo:
Ahora nos encontramos ante una generación que se declara mayoritariamente «sin religión», con padres que también están «sin religión». En otras palabras, hubo una ruptura en la transmisión, en la socialización dentro de las familias.
Finalmente apuntaba que:
En un entorno social compuesto principalmente por personas sin religión, practicar una hoy constituye una expresión de inconformismo.
Y de inconformismo sabemos un rato.
Un retrato demoscópico de los scouts franceses
Esta semana se publicó un estudio de IFOP sobre «La utilidad social del scoutismo» inmediatamente saludado por medios como Le Figaro que destacaban cómo:
En promedio, los adultos que han sido scouts están más comprometidos con la vida cívica, pero también son más conscientes de los problemas ambientales y... tienen una mejor salud mental.
Marianne lo resumía así:
Estos antiguos exploradores están más comprometidos con la sociedad. Tienen un compromiso cívico o voluntario mayor que el francés medio: el 87% de los ciudadanos que participaron en un movimiento scout en su juventud ofrecen su tiempo como voluntarios en asociaciones, frente al 33% del conjunto de la población francesa. Un enfoque altruista que se ve confirmado por el importe medio de las donaciones realizadas por los antiguos scouts (independientemente de su origen social), que ronda los 900 euros al año, más de tres veces superior al del público en general.
Las personas encuestadas demuestran un nivel de bienestar y salud mental superior a la media, pasan más tiempo en la naturaleza y tienen una relación más equilibrada con las pantallas: al 93% de los ciudadanos que han participado en un movimiento scout les va «bien» y al 33% les va «muy bien», frente al 72% y el 10% respectivamente de toda la población.
Pero advertía también un sesgo de clase en el estudio... y en el movimiento scout francés:
Sin embargo, hay que señalar que estos antiguos scouts entrevistados proceden de un entorno social claramente más favorecido que el francés medio. Y que las categorías populares están mal representadas, lo que puede sesgar las respuestas.
En cualquier caso, si «cada vez son más los que se ven atraídos por el movimiento scout francés», la cuestión es si crecen como consecuencia periférica de un auge religioso o por algo que les es propio. El sociólogo especialista en el Movimiento Scout Maxime Vanhoenacker, respondía a Marianne con claridad:
La motivación principal no es religiosa. El Movimiento Scout ofrece puntos de referencia, una progresión personal estandarizada, una forma de educación ritualizada que atrae a los padres y seduce a los niños que están inmersos en ella.
La receta scout
Hagamos un resumen de lo que nos cuentan unos y otros:
- Los jóvenes scouts, son parte de una tendencia mucho más amplia de la juventud francesa que busca un lenguaje para lo comunitario, «palabras que decir y vínculos para vivir colectivamente».
- Ese deseo de encontrar espacios colectivos que propongan prácticas que favorezcan el desarrollo de la autonomía personal es lo mismo que lleva a los padres a inscribir a sus hijos pequeños en grupos scouts, conscientes de que ni la escuela ni el instituto favorecen hoy ninguna de las dos cosas.
- Se acabó la iconoclastia sesentayochista. Padres y jóvenes valoran que la forma de impulsar ese desarrollo de la autonomía en comunidad se base en prácticas ritualizadas, desde la manada de Mowgli para los pequeños a los «encuentros especiales» para los jóvenes. Es decir, el sistema scout triunfa entre otras cosas porque tiene un relato alegórico propio que genera significado.
- Los antiguos scouts son un referente moral en sus entornos, lo que permite al movimiento trascender el mundo católico al que se asocia el movimiento en Francia.
¿Qué podemos aprender de los scouts en Francia?
- La autonomía personal es la clave. Enfrentar la pasividad social no puede separarse de un esfuerzo por ayudar al desarrollo de la autonomía personal entre las generaciones más jóvenes.
- Son necesarios espacios de socialización enriquecedores para los jóvenes. Faltan espacios de socialización para los jóvenes que a un mismo tiempo les den herramientas para desarrollar su autonomía personal y por otro les enseñen a construir y vivir en comunidad, no en competencia, con sus iguales.
- Afirmar valores universales ya no se considera utópico ni naive. La búsqueda de significado más allá del individualismo, la afirmación sin vergüenza de valores universales... son necesarios y, sobre todo, vuelven a ser percibidos como deseables después de décadas de cinismo egocéntrico y sálvese quién pueda.
- Cooperativismo o barbarie. El espacio social generado por la consciencia de estas necesidades, puede ser ocupado por movimientos y valores cooperativos y comunitarios -como los propios scouts o los sectores más universalistas del movimiento cooperativo- o pueden ser ocupados, como señalaba el artículo de Le Monde, por una nebulosa mesiánica, sectaria y oscurantista. A fin de cuentas vivimos en la época del militarismo, la New Age y la conspiranoia y sus combinaciones, que pueden ser terribles, están cada vez más, normalizadas. Las cosas no van a salir bien solas. Hay que ponerse manos a la obra.
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«When men stop believing in God they don't believe in nothing; they believe in anything». ↩