Una primera cartografía de tendencias en el cooperativismo de trabajo asociado
En nuestra primera cartografía de tendencias han aparecido:
- De un lado los modelos corporativistas promovidos tanto por la ACI como por una parte del tejido social y el empresariado. Estos modelos se plantean superar el cooperativismo de trabajo a través de formas de propiedad que equilibran el peso de los trabajadores o directamente entregan la propiedad a un fideicomiso gobernado por stake holders y consejeros independientes.
- De otro, los modelos del Nuevo Cooperativismo y el Cooperativismo Radical, confluyentes con el Cooperativismo Maximalista de este blog y su entorno.
No hemos entrado a analizar las cooperativas plataforma porque parece que su ciclo -que estaba en su punto más alto hace ocho o nueve años- puede darse hoy ya por cerrado. Pocos piensan ya que el modelo de una aplicación que distribuye encargos de forma automatizada siguiendo un algoritmo entre un grupo de trabajadores atomizados pueda plantearse como la base de una economía comunitaria y resiliente, ni siquiera como parte de un futuro deseable.
Los modelos cooperativos importan
El debate sobre modelos cooperativos no es una cuestión ideológica, sino fundamentalmente práctica. El modelo cooperativo incluye cosas como quién es el propietario, quién toma las decisiones, qué objetivos colectivos y qué relación con la comunidad mayor va a tener la cooperativa. Es decir, el modelo cooperativo diseña en realidad tanto un modo de trabajar como un modo de vivir y relacionarse con el entorno.
El cooperativismo de trabajo está en un momento crítico en Europa. Si señalamos continuamente cómo la política de la ACI está orientada a desnaturalizarlo es porque los resultados se ven por todos lados en el continente. La ley creada en Portugal al dictado de la ACI en la que ni siquiera se contempla su existencia y la ley de la Sociedad Cooperativa Europea que obliga a las sociedades cooperativas de trabajo asociado a equipararse a las sociedades por acciones, son ejemplos recurrentes. Pero el desierto cooperativo del Este de Europa es si cabe aún más elocuente.
Ésto es así incluso en España donde, según los datos del Ministerio de Trabajo, desde 2014 se constituyeron cada año entre 1.004 y 1.315 cooperativas de trabajo asociado. Más del 80% del total de cooperativas creadas cada año.
Pero el modelo managerial y neutralista de la ACI hipoteca el futuro también aquí. Si tomamos como referencia 2002, el año de fundación de la primera cooperativa maximalista española, según las estadísticas del mismo Ministerio, la tasa de supervivencia de las cooperativas de trabajo a los 22 años apenas supera el 10%.
Y es que los modelos cooperativos importan y mucho. También para sobrevivir.
La divisoria moral de fondo
De fondo la cuestión clave es muy básica y tiene una naturaleza moral: qué articula la comunidad humana en general y por tanto qué sustenta la vida comunitaria y la sensación de que la propia vida aporta socialmente y por tanto tiene sentido más allá de uno mismo.
Hay dos respuestas posibles: el trabajo o el consumo -recientemente ampliado con la variante de los cuidados.
El consumo es individual incluso cuando la provisión y la compra se realice con otros, por lo que el modelo de comunidad está basado en un ideal de individuo que:
- Si se alía con otros es para ser servido, atendido y/o cuidado, y que
- Piensa que elegir conscientemente qué consumir es una forma suficiente de compromiso con la sociedad y su entorno.
Toda comunidad construida sobre esa concepción del individuo como consumidor soberano, dependiente al final de un proveedor, será necesariamente mercantil y basada en el intercambio, colocándose en algún lugar entre el banco de tiempo, la agrupación de consumidores y el grupo de compra.
Pero el trabajo es otra cosa. Es ante todo trabajo social, y en su forma genérica, aporte, por lo que la autonomía personal se convierte en la base de una comunidad muy distinta:
- Conformada por personas, que no es lo mismo que individuos porque se definen en sus relaciones, no por sí mismos, aisladamente
- Que interactúan para hacer colectivamente algo. No para que otros se lo hagan.
Optar entre la centralidad del consumo y la del trabajo conduce pues a dos modelos sociales, comunitarios, laborales y humanos opuestos: Pasividad individual frente a hacer colectivo, red de individuos frente a comunidad de personas, aporte frente intercambio, dependencia frente a autonomía, narcisismo frente a compromiso.
Trabajo, propiedad, comunal y modelo cooperativo
No son principios abstractos. El reconocimiento -o no- de la centralidad del trabajo se plantea en las preguntas básicas que todos los promotores de una cooperativa deben hacerse y marca la diferencia entre unas cooperativas y otras hasta en las cooperativas de vivienda en derecho de uso para jubilados.
Eso es lo que se condensa cuando se define la propiedad de una cooperativa. Si la propiedad de los trabajadores se diluye, desaparece el alineamiento entre trabajo colectivo y comunal cooperativo. Y esa es la clave del cooperativismo porque sin ese alineamiento no es posible recomponer la comunidad. Ni la comunidad de trabajo ni la comunidad más amplia en la que la cooperativa se radica. La desnaturalización del cooperativismo de trabajo es una barrena colocada en el pilar del cooperativismo como herramienta de sanación social.
Y es a eso a lo que responde la revivificación de los principios cooperativos originales -que no son los del cooperativismo de consumo y la ACI- a través de las expresiones cooperativas más ambiciosas de nuestra época, llámeselas nuevas, radicales o sencillamente, maximalistas.