12/3/2025 | Entrada nº 142 | Dentro de Crisis de Civilización

Guerra y militarismo en Europa

La guerra es la gran cuestión de nuestra época. Y ahora, el nuevo horizonte de Europa. Entender la naturaleza del militarismo y hacia dónde nos conduce es el primer paso necesario para no caer en las trampas y discursos que jalonan el camino hacia la guerra.

La guerra en nuestra época

La nuestra es una civilización que ha desarrollado, como ninguna otra en la historia de nuestra especie, inmensas capacidades productivas. Hoy es también una civilización en crisis capaz de convertir esas capacidades en su inverso: destrucción.

Las grandes guerras del siglo XX mostraron claramente esa inversión grotesca.

En 1916 la matanza del Somme, que dejó 300.000 muertos y conmocionó a los contemporáneos, se ejecutó con la misma lógica de organización del trabajo que movía a las grandes fábricas de la época: un siniestro ballet de masas humanas marchando sincrónicamente entre sirenas y silbatos siguiendo un guión preestablecido y cronometrado hasta la nausea. La gran revolución industrial química, llamada a aumentar la feracidad de los campos y la producción de alimentos se convirtió, militarismo mediante, en una nueva forma de terror de masas. Miles de toneladas de gases venenosos fueron lanzados sin piedad durante años enteros sobre paisajes de cientos de kilómetros de trincheras fangosas atestadas de reclutas.

Y cuando parecía que no era posible una pesadilla peor, la segunda guerra mundial superaría la peor imaginación del horror que era capaz de crear el mundo industrial con el genocidio organizado por el estado alemán contra los judíos. Cuando hoy vemos Shoah, el famoso documental de seis horas de entrevistas a víctimas y perpetradores, el cuadro que nos queda es el de una empresa organizada a escala continental en el que los que tomaron parte como victimarios destacan sus esfuerzos logísticos, sus problemas técnicos y las dificultades de escala con el lenguaje ingenieril de un experto en procesos.

La barbarie y la enormidad industrial del genocidio, vinieron acompañadas de la inversión de la lógica del progreso. Durante el siglo y medio anterior a las grandes guerras mundiales progreso era el resultado social del incremento de la productividad. Durante la guerra el progreso científico y la innovación se tradujeron en aumento de la letalidad y ésta en barbarie a una escala impensable. El desarrollo de la ingeniería aeroespacial, orgullo de las primeras décadas del siglo, se convirtió en el blitz sobre Londres y en las grandes matanzas aéreas de población civil en ciudades como Dresde o Tokio. La Física atómica, la gran joya científica del periodo de entreguerras, en el cuarto de millón de muertos que dejaron las explosiones sobre Hiroshima y Nagasaki.

El militarismo

Esta transformación de las capacidades de la civilización para generar abundancia en su contrario absoluto, capacidad y práctica de la destrucción y la matanza a gran escala, no se produce de la noche a la mañana, aunque puede llegar a ser realmente muy rápida. Tanto más rápida como capacidades adaptativas tengan las industrias del momento.

El puente lo tiende el estado y se llama militarismo. Militarismo no es otra cosa que la supeditación de la producción -tanto material como de conocimiento- a las necesidades de la guerra. Esta supeditación se traduce en sus primeras fases en cosas como la restricción de importaciones estratégicas o el empeño, aunque sea antieconómico, en desarrollar tecnologías e industrias propias que puedan abastecer las necesidades militares -o energéticas- en caso de ir a la guerra contra los proveedores habituales.

Y por supuesto se materializa en armamento, el capital fijo de la guerra. Pero el militarismo no es sólo gasto militar, sino socialización del esfuerzo armamentístico que prepara el esfuerzo bélico total. Pasa antes o temprano por la imposición de sistemas de reclutamiento y conscripción obligatorios, por una cultura de la paranoia en el que cualquier contrario a la guerra es un quintacolumnista y por un nacionalismo exacerbado que niegue humanidad al posible enemigo e inculque a una nueva generación, la de la carne de cañón, el deseo de gesta.

La Europa que está naciendo

Militarismo es lo que vemos cuando infraestructuras y gastos militares se planean como parte de la misma cosa; cuando la UE moviliza mucho más para que los estados compren armamento -150.000 millones- que lo que gastó para reforzar la Sanidad durante la pandemia; cuando crear una industria nuclear renovada, capaz de fabricar armamento atómico se considera una prioridad; cuando el desarrollo de la IA, la tecnología más prometedora de la época, se reorganiza y reorienta por empresas y estados de las industrias de consumo y fabricación civil al esfuerzo bélico; cuando se amplían acerías sin que haya compradores en la construcción, la automoción o la maquinaria porque se espera una demanda masiva para producir blindados y reforzar infraestructuras para que puedan soportar el tránsito de ejércitos enteros...

Y es en ese marco en el que, como jalea y reclama el Financial Times, Europa está recortando el estado del bienestar (wellfare state) para crear un estado orientado hacia la guerra (warfare state).

No es algo que pasa en un mundo de cifras e imágenes digitales. No son (sólo) lejanos partes de guerra en Ucrania. En la «retaguardia». el militarismo se paga y lo paga el trabajo. No debemos llamarnos a engaño: militarismo significa, necesariamente, más precarización y un acelerón en el recorte de los servicios universales (Sanidad, Educación, etc.) y del universalismo en las políticas de atención y cohesión social.

Será muy complicado que España, Francia o Italia gasten puntos adicionales de su PIB sin que tengan que ajustar su presupuesto en otras áreas, como las sociales. En caso de que no ocurra así, los mercados de bonos los sancionarán con un aumento del precio de su deuda.

Esteban Hernández en El Confidencial

No es de extrañar que los políticos europeos más involucrados en el avance del militarismo sean los mismos que parecen haber descubierto ahora a los vulnerables. La jugada es pagar el esfuerzo prebélico restringiendo los gastos sociales sustituyendo políticas universales (que protegen a todos) por políticas asistenciales destinadas a los más débiles. Es decir, agravando aún más la devaluación del trabajo y por tanto la devaluación de la vida de las personas, lo cual, si se piensa, es muy coherente con el horizonte de la guerra.

Europa sólo es posible desde el repudio al militarismo

La Europa que está naciendo -o renaciendo- en los entornos de poder es una Europa cada vez más supeditada a la guerra futura. De momento, en Europa del Este el entusiasmo bélico es tan suicida como atroz y tan extenso como la fea huella dejada por los viejos regímenes de obediencia rusa. En Europa Occidental, la mayor parte de la sociedad parece marchar pasiva detrás de liderazgos pro-militaristas sin grandes problemas morales. Y el resto del mundo difícilmente puede percibir el horror y el repudio que para un europeo que no haya sido capturado por la deriva de los últimos años, genera ver movilizarse para la guerra a los grandes estados del continente.

Ese repudio a la transformación militarista de la sociedad, aunque hoy confinado en una minoría, representa la memoria y la esperanza de Europa. Si alguna vez llega a formarse una verdadera Unión Europea no nacerá del militarismo que hoy campa por las cancillerías y los gobiernos, sino del hartazgo y la oposición activa a la guerra y sus resultados de la gran mayoría social.

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