La guerra de Ucrania y su impacto hasta ahora en el campo europeo
Cuando la guerra de Ucrania estalló, se tradujo en una subida casi inmediata de los precios del maíz, el trigo, la cebada y el girasol. Muchos pequeños propietarios pensaron que por fin podrían tapar los agujeros de los últimos años.
¡Más madera! ¡Esto es la guerra!
Pero la guerra de Ucrania ha ido evolucionando hacia un verdadero pulso armamentista. Sólo los EEUU llevan metidos más de 114.000 millones de dólares en ayudas. La UE más de 71.000 millones de euros. Y al parecer ni siquiera dan abasto con las municiones que reclama el ejército ucraniano, de modo que Breton, el Comisario de Mercados, está pidiendo a los gobiernos que presionen a sus empresas de armamento para aumentar la producción.
El tiempo va pasando y a medida que Biden encuentra cada vez más resistencia, no sólo del Senado de EEUU, sino de su propia opinión pública a un año de las elecciones, pide más «compromiso» a los países UE,· para los que en realidad, sostener el gasto en reposiciones al volumen actual es ya insostenible. Ya no es sólo Hungría, cada vez más estados se resisten a hacer nuevas donaciones de dinero y armamento y alguno como Eslovaquia, simplemente corta los envíos.
Abrir fronteras a la producción agrícola ucraniana para que los ingresos paguen el armamento
Ya desde el segundo año de guerra Bruselas intentó, una vez más, suplir sus carencias utilizando su control del mercado europeo. El plan: que las exportaciones agrícolas ucranianas permitieran pagar una parte sustancial del coste bélico no cubierto por la OTAN.
Ucrania es una verdadera potencia agrícola y tiene una producción similar a la del conjunto de la UE. Y vende a precios mucho menores. La diferencia de productividad es producto del grado de concentración. El núcleo de la agricultura ucraniana está en manos de grupos de capital europeos, rusos, estadounidenses y chinos que explotan propiedades de cientos de miles de Hectáreas.
Así que cuando la UE abrió las fronteras para financiar la guerra el efecto fue inmediato:
Para dar un poco de perspectiva: en 2021, Polonia importó 2.800 toneladas de trigo de otros países. En 2022, ese número había aumentado a 500.000 toneladas. Para el maíz, el aumento fue aún más extremo, con importaciones que alcanzaron la asombrosa cifra de 1,8 millones de toneladas en 2022, en comparación con las 5.800 toneladas del año anterior. Polonia no es un caso atípico. Cifras similares se pueden encontrar en los otros estados llamados de primera línea.
Las protestas de los agricultores polacos fueron inmediatas y masivas y acabaron con la prohibición de importaciones por los cinco países de «primera línea», es decir, los cinco países UE más cercanos a Ucrania. El conflicto fue un primer aviso, pero Bruselas no podía parar ahí. Y los agricultores centroeuropeos lo sabían.
El planazo: aceptar prórrogas temporales en la prohibición de venta en los países de tránsito mientras siguiera la presión, pero comenzar ya la transición hacia una apertura total del mercado europeo a las importaciones agrícolas ucranianas en 2030, fecha que la Comisión ha dado como objetivo a la integración del país en la UE.
Lo que viene
Las verdades del barquero alemán
El comienzo de esta transición, dadas las urgencias para pagar municiones, sería inmediato. Ese es el fondo de la última recomendación de la Comisión el pasado 8 de noviembre.
Las consecuencias son de pasmo para los pequeños propietarios de la UE. Una semana después, el 15 de noviembre, Joachim Rukwied, presidente de la Asociación Alemana de Agricultores (DBV), un hombre poco dado a exageraciones y declaraciones altisonantes, fue muy claro:
Integrar a Ucrania en la UE significa integrar un sector agrícola con estructuras completamente diferentes, con explotaciones del orden de varios centenares de miles de hectáreas
La diferencia de concentración de la propiedad y de productividad es tal que una Política Agrícola Común (PAC) que incluya a Ucrania simplemente «no es factible» si no es a expensas de las explotaciones medianas y pequeñas de los actuales países de la UE. Por eso, para Rukwied:
La entrada de Ucrania en la UE llevaría a la desaparición de la agricultura familiar en Europa.
El cambio de tono en Bruselas
Inmediatamente después, Euractive, un medio para-gubernamental creado para cubrir las instituciones europeas por agencias estatales, televisiones públicas y algún periodo afín al gobierno de turno, publicó una opinión contundente que era todo un aviso a navegantes. Tras listar todos los agravios y sacrificios generados a las industrias por una agricultura «que apenas contribuyó un 1,4% al PIB de la UE» concluía afirmando que:
Reconocer que los agricultores son una carga económica -y un problema político- podría solucionar muchos de los problemas de la UE. (...)
Es hora de que los agricultores –al igual que hace el resto de la economía– paguen sus cuotas y contribuyan a superar los casi infinitos desafíos de Europa, en lugar de aumentarlos.
¡Voilà! ¡Tabú de 80 años superado! Sostener a los medianos y pequeños agricultores ya no es un pilar de la construcción europea y su independencia estratégica, sino un coste económico para la industria y un problema político a resolver.
¿Acabará la guerra ucraniana con la PAC?
Es más que dudoso que los gobiernos quieran abrir una guerra con la pequeña propiedad agraria. Menos ahora.
Los sistemas electorales europeos están pensados para sobrerrepresentar a las regiones rurales -históricamente más conservadoras. Pero, como bien saben en Bruselas, cuando la pequeña propiedad agraria se ve acosada, lo que se consideraba una reserva de estabilidad puede convertirse en un terremoto y una crisis política nacional, como pasó este año en Holanda.
Y el tema de la adhesión ucraniana ya está en agenda. Los ultras austriacos, por ejemplo, están en pleno ascenso hacia el gobierno nacional sobre dos ejes: bloqueo migratorio y veto a la incorporación de Ucrania.
Sin embargo, que no se vaya a hacer de golpe no quiere decir que la perspectiva vaya a cambiar. La guerra va para largo y los estados europeos tienen que elegir, en un momento en el que la austeridad está de vuelta, entre sacar más dinero de sus presupuestos para sostenerla y facilitarle el acceso al mercado agrícola europeo a Ucrania.
La Comisión actual lo tiene claro. La PAC, como la conocemos, no tiene los días contados, pero los años sí. El proceso de desolación (=abandono de campos + reducción de la población rural) va a acelerarse aún más.
Si no queremos un campo desolado y una ciudad aún más invivible, hay que ponerse manos a la obra, ya.