14/11/2024 | Entrada nº 128 | Dentro de Historia

Los pioneros de Rochdale, un mito falso, espurio y contraproducente

La historia que repite hoy mecánicamente todo el movimiento cooperativo oficial agrupado en la ACI, nos dice que el cooperativismo nació en Rochdale, Inglaterra, con una primera cooperativa de consumo creada el 21 de diciembre de 1844, los famosos pioneros de Rochdale. Esta historia, creada más de cuarenta años después, no es ni cierta históricamente ni inocente políticamente.

¿De dónde viene el cooperativismo?

Los comunales agrarios, ganaderos y pesqueros

La historia que repite hoy mecánicamente todo el movimiento cooperativo oficial agrupado en la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), nos dice que el cooperativismo nació en Rochdale, Inglaterra, con una primera cooperativa de consumo creada el 21 de diciembre de 1844, los famosos pioneros de Rochdale. Esta historia, creada más de cuarenta años después, no es inocente en absoluto.

Estudiando los antecedentes de la Revolución española, alguien tan poco sospechoso como Brenan señala múltiples ejemplos de:

una cooperativa productiva moderna encajada en una organización comunal antigua y funcionando perfectamente. Lo que ha sido hecho en Port de la Selva, rodeado de influencia anarquista, ha sido hecho también en Ansó, de ambiente carlista, mientras que la organización de cooperativas de Llánabes data del siglo XVIII y precede así al menos en sesenta años al movimiento cooperativista europeo.

Este comunalismo agrario aparece en numerosos relatos de los economistas españoles del siglo XIX retratado como un sistema de loteado rotativo de recursos en función de las capacidades de las familias, combinado con servicios comunales y semillas gratuitas.

La administración es admirable. El cirujano, el pastor de ganados, el herrero, la tienda del boticario, las indulgencias o bulas papales, las letanías, etc., todo era provisto gratuitamente por la municipalidad. La sal, las semillas para la siembra y todo lo que resta de los bienes propios es dividido entre el pueblo justa y equitativamente. Todas las tierras son comunes y son repartidas cada diez años por lotes y en iguales porciones entre todos los vecinos del lugar

Gumersindo de Azcarate. Vestigios del primitivo comunismo en España, 1883

Por supuesto nada de ésto se limitaba a España, como reconoce el propio Brenan, en todo el Sur de Europa y en los países eslavos ocurrían cosas similares. Este es el mundo que los enclosures británicos y las amortizaciones españolas destruyen para establecer arrendatarios, permitir la acumulación originaria y multiplicar la productividad. Este es el mundo de donde vienen los vagos a los que enfrenta la nueva moral capitalista de Malthus y Bentham.

Sobre sus restos -muchas veces muy lozanos- y para defenderlos, la generación de discípulos de Fourier construirá el cooperativismo productivo moderno. Sus grandes figuras -Godin y especialmente, Fernando Garrido- propiciarán el salto del comunalismo rural de ganaderos, pescadores y agricultores, a la cooperativa urbana de trabajo asociado.

Los dos orígenes de la clase trabajadora, agrario y gremial, producen dos movimientos distintos: cooperativismo de trabajo asociado y cooperativismo de consumo

Normalmente tendemos a sobredimensionar el papel -y los problemas- del artesanado gremial en proletarización en la formación de la clase obrera y sus primeras manifestaciones políticas. Es natural puesto que eran una capa urbana que partía de una organización propia... en descomposición. Pero el hecho es que la gran mayoría del proletariado nuevo tenía origen rural y en muchos casos la experiencia, el recuerdo o la referencia de formas de organización comunales.

Son los anhelos de esta capa -la mayoritaria- de trabajadores los que recogen y proyectan las términos communisme y communiste, derivados de la acepción francesa de communauté como propiedad común. Con Cabet y el movimiento que impulsa -los comunistas icarianos- el principio de Comunidad, el comunismo, se convierte en programa político.

El primer comunismo obrero nacerá como la corriente que define a la comunidad y la propiedad comunal como forma válida de organización de toda la sociedad, capaz de integrar a la industria rompiendo con la división en clases, la acumulación de capital y la separación de los medios de producción.

Bajo la oposición entre cooperativismo de consumo y de trabajo asociado se transparentan dos actitudes muy distintas.

El cooperativismo de consumo era especialmente atractivo para aquellos segmentos artesanos que se resistían a la proletarización. Reducir costes en las compras será el un último balón de óxigeno del maestro artesano empeñado en retrasar agónicamente su transformación en obrero cualificado.

Cuando finalmente lo haga e intente salvaguardar su posición intermedia dentro de la fábrica a través del sindicato de oficio, el economato será exclusivo y presentado como una actualización de los privilegios del maestro sobre los aprendices. Los destinatarios del modelo son esas capas intermedias en proletarización a las que el Manifesto declara reaccionarias y a las que el lassalleanismo y el cristianismo social darán banderas políticas.

En cambio, para el proletariado de origen agrario, que había conservado el recuerdo de las tierras comunales y los trabajos colectivizados, no se planteaba siquiera la posibilidad de resistencia. Podían elegir entre ser reprimidos como vagos o incorporarse como manos a una fábrica... donde les seguirían llamando vagos por hacer huelga (vaga en catalán, lo que nos da una pista del proceso y sus resistencias).

Es decir, los que habían llegado desde el campo, los que tenían el comunal como modelo, ya estaban proletarizados. Solo podían ir hacia delante. Y delante quedaba un nuevo tipo de comunal industrial que la cooperativa obrera de producción materializaba de alguna manera.

Entre ellos el cooperativismo de consumo tardará en prender y no lo hará desde abajo, desde la organización de taller, sino desde la organización local socialista, en el marco de las Casas del Pueblo y bajo la forma de las aglomeraciones cooperativas.

¿De dónde viene la ACI?

En Gran Bretaña, el owenismo había mantenido una cierta agitación hasta 1835, desapareciendo cuando el movimiento obrero empezó a dar sus primeros pasos como movimiento independiente. Sin embargo, la fundación de la Internacional, su peso político y la aparición de la crítica de la Economía Política de Marx llevaron a liberales y anglicanos con preocupaciones sociales a resucitarlo como respuesta.

Para este movimiento focalizar en el consumo era una forma de enfrentar la creciente radicalización del movimiento obrero y la contaminación por ideas continentales. Empieza así una operación ideológica que pondrá los orígenes del cooperativismo en Robert Owens, un filántropo liberal, y datarán el nacimiento del cooperativismo con los pioneros de Rochdale, invisibilizando el cooperativismo de trabajo hasta hoy.

La operación no sorprende a la Internacional, que denuncia sus primeros pasos ya en su Manifiesto inaugural, reconociendo el papel pionero de Owen en Gran Bretaña y la importancia de la perspectiva cooperativa en el desarrollo de la consciencia de clase de los trabajadores durante la revolución de 1848.

Para Marx y los internacionalistas las teorías cooperativas de Owen «no había sido descubiertas, sino proclamadas en voz alta en 1848» y su repentina puesta en valor por los impulsores de lo que se convertiría después en la ACI no reflejaba una nueva valoración del movimiento cooperativo, sino el temor a que se uniera al naciente movimiento internacionalista y su ambición principal: convertir a los trabajadores en un sujeto político en cada país industrializado, algo que el cooperativismo, defendían los internacionalistas, necesitaba para crecer y configurarse como verdadera alternativa al sistema.

Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia, ser fomentada por medios de escala nacional.

Este es, quizá, el verdadero motivo que ha decidido a algunos aristócratas bien intencionados, a filantrópicos charlatanes burgueses y hasta a economistas agudos, a colmar de repente de elogios nauseabundos al sistema cooperativo, que en vano habían tratado de sofocar en germen, ridiculizándolo como una utopía de soñadores o estigmatizándolo como un sacrilegio socialista

Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores, 1864

Tampoco es que los promotores del cooperativismo de consumo como alternativa a la organización (sindical, política o productiva) de los trabajadores fuera muy popular entre éstos. A fin de cuentas, la mayoría de los obreros industriales provenía del campo, sólo técnicos y capataces contaban entre sus filas con una concentración relevante de antiguos oficiales gremiales.

Tras varios intentos fallidos, en 1869 se convoca el I Congreso Cooperativo Británico. Se abre con los inevitables saludos de las personalidades victorianas progresistas: John Stuart Mill, Florence Nightingale, John Ruskin... El Congreso Cooperativo atrae a su alrededor a todo el radicalismo democrático de los pequeños propietarios heredero de los puritanos: desde el abolicionismo -que se presentaba como guía para el expasionismo colonial británico-, al secularismo del último owenismo de Holyoake.

Mantiene además, relaciones fraternales con las primeras expresiones asociativas del cooperativismo europeo y descubre con horror que la formación en 1884 de una confederación cooperativa francesa, comienza con la afirmación del principio de la lucha de clases.

Para hacer aceptable sus ataques a la Internacional y el movimiento obrero de la época, la burguesía liberal quiere mostrar que se toma en serio a los trabajadores y su obra constructiva, que limita al cooperativismo de consumo. Pero tardan poco en dar la razón a Marx sobre las verdaderas intenciones del evento. El congreso no solo afirma la centralidad de las cooperativas de consumo, sino su neutralidad política.

El evento sirve para que Neale -el dirigente con más visión política- se da cuenta de que el modelo neutralista anti-socialista británico está cada vez más amenazado de aislamiento. Los lazos con el cooperativismo alemán de consumo, organizado por la iglesia luterana y curtido en la lucha contra la socialdemocracia, son cada vez más fuertes. Está apareciendo además, alentado por la encíclica Rerum Novarum (1891) un cooperativismo amarillo en los países católicos, testimonial en el mundo obrero, pero prometedor en el agrario.

Con estos mimbres en 1895, tras muchas dificultades en la convocatoria por su interés en incluir empresas capitalistas con relato (las abuelas de la Economía Social), Neale, Wolff y Holyoyake conseguirán realizar la primera asamblea de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI o ICA en inglés).

Los delegados muestran el aislamiento del social liberalismo y el cooperativismo cristiano: además de Gran Bretaña y Alemania, solo están representadas las colonias británicas: Australia, India e Irlanda y una delegación de ganaderos galeses residentes en Argentina. La ligazón con el protestantismo es en origen clara, y si el segundo congreso da por fin el salto a los países latinos es gracias a Charles Gide, adalid del protestantismo social y co-fundador de la primera cooperativa de consumo francesa.

El congreso es, con todo, testimonial y poco representativo. El cooperativismo ACI solo empezará a tener cierto peso real cuando absorba al cooperativismo amarillo (llamado así por el color de la bandera del Vaticano)... pero sigue muy lejos de representar el número y el volumen de trabajadores socios de cooperativas ligadas a la socialdemocracia.

Paradojicamente el ascenso de la ACI al cielo de las grandes organizaciones sociales internacionales se producirá solo cuando en 1917 abandone temporalmente su rasgo más definitorio, el famoso neutralismo, para poder entrar en el Partido Laborista y reforzar a los sectores sindicalistas que apoyan el esfuerzo de guerra.

Se propicia entonces la incorporación de las cooperativas de consumo controladas por las facciones que apoyan la guerra en distintos partidos socialistas de países aliados a Gran Bretaña. Y así, poco después, durante la primera posguerra, con la Internacional Socialista disuelta de facto, la ACI se convertirá en la organización del cooperativismo internacional por incomparecencia del socialismo. Se le unirán incluso las cooperativas rusas y las apoyadas por los partidos comunistas en cada país, eso sí, intentando constituir fracciones propias.

¿Para qué sirve hoy el mito de los pioneros de Rochdale?

El mito ACI que presenta a los pioneros de Rochdale como creadores del cooperativismo moderno no sólo es históricamente falso y tiene un origen espurio, es contraproducente.

Hace tremendamente difícil dar respuesta a los retos de hoy, cuando el cooperativismo de trabajo se presenta como la última trinchera capaz de resistir contra la desindustrialización de Europa y al cierre de empresas de referencia material y simbólica como Duralex o Bergère de France en Francia o GKN (Stellantis), la Moncaró o Jabil en Italia.

No faltan ejemplos de intentos fallidos de enraizar la compra de la propiedad o los bienes de una empresa por sus trabajadores en el espíritu de Rochdale. Lo que producen es un tipo de incomprensión y ambigüedades que nos son muy familiares y que llevan muchos años haciendo daño.

El tipo de discurso que acaba igualando la cooperativa de trabajo a una empresa social y por tanto abriendo la puerta al gerencialismo y la devaluación del trabajo. Es decir, a todo lo que está mal en lo que hoy se presenta como el cooperativismo oficial.

¿Hace falta un mito fundacional alternativo?

Poner nombres y retratos antiguos hechos con daguerrotipo puede ser útil para hacer marketing cuando intenta parecer que siempre estuvo ahí, aunque no sea verdad. Pero es mucho más potente darnos cuenta de que venimos de una larga historia bien enraizada en la experiencia histórica, prácticamente mundial y casi siempre anónima de trabajadores asociados.

La historia real del movimiento cooperativo de trabajo tiene tantos momentos épicos, tantos ejemplos de superación y esfuerzo colectivo en cada país y casi en cada región, actuales, pasados y remotos, que no necesita un mito para inspirarse.

Desde Chile a India y desde Francia a Indonesia basta mirar alrededor y escuchar los ejemplos y casos concretos. Cada uno es un mito en su comunidad porque cada uno transformó el presente y amplió el futuro de sus miembros, su entorno y su comunidad.

Descansen en paz los pioneros de Rochadale y no olvidemos que la soberanía sobre la propia vida y la capacidad de una comunidad para satisfacer sus necesidades no se alcanza compartiendo proveedores para nuestros consumos sino trabajando juntos.

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