- ¿Es sensato que los trabajadores compren empresas no rentables?
- La lógica de la rentabilidad
- La lógica de gestión del trabajo asociado
- ¿Por qué cooperativizar es viable?
- Más allá del cooperativismo, el futuro
¿Es sensato que los trabajadores compren empresas no rentables?
El cooperativismo de trabajo despierta en Europa... estamos viendo una verdadera ola de compras de empresas por sus propios trabajadores en Italia, Francia e incluso Alemania que rescatan las plazas que el capital industrial abandona. No son casos aislados. Aunque las francesas Duralex o Bergère de France o la italiana GKN lleven la fama, sólo en Italia son ya 71 las empresas rescatadas.
¿Una locura a la desesperada? No. En absoluto. Hay margen y es importante entender por qué.
El fondo es que una empresa industrial, especialmente si llega cargada de deudas y de patrimonio, es muy difícil que sea rentable hoy en Europa. Pero eso no quiere decir que no sea viable y sostenible para los trabajadores.
La cuestión de fondo es que digan lo que digan en másteres y universidades, los objetivos de trabajadores e inversores no son los mismos. Los trabajadores no esperan de una empresa que gestionan como trabajadores asociados lo mismo que los inversores. La naturaleza de una cooperativa de trabajo no es la de una empresa de capital.
La empresa de capital
La empresa de capital existe por y para la rentabilidad. Compite en el mercado de bienes y servicios sólo como un medio para poder seguir existiendo en el mercado de capitales.
¿Por qué decimos ésto? Porque si no alcanza la rentabilidad del mercado, lo más racional (desde el punto de vista de la Teoría Económica) que pueden hacer los propietarios es vender las instalaciones y colocar el capital en cualquier otro destino que les ofrezca una mayor rentabilidad. Ya sea deslocalizándose, abriendo otra línea de negocio o, si no hay más remedio, vendiendo la empresa y llevando su capital a otro lado.
Por eso, en un entorno competitivo, su fin último no es otro que colocar y dar utilidad a cuantos capitales sea posible. La historia de una empresa de capital es una sucesión de ampliaciones de capital social. Su momento de mayoría de edad: salir a Bolsa. Emplear más capital de forma rentable en comparación con otros usos alternativos del capital, es su forma de crecimiento.
La cooperativa de trabajo asociado
La cooperativa de trabajo asociado no deja de ser un organismo de trabajo. No responde a las necesidades del capital, sino a las del trabajo. Y éste tiene una lógica completamente distinta.
¿Qué le piden los trabajadores a su cooperativa?
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Los usos alternativos de su trabajo son escasos, cuando los hay, y su techo es el salario sectorial. Es decir, el mercado no les empuja a crecer o morir como al capital. El objetivo del trabajo en el mercado es simplemente que la venta de su producto sea capaz de satisfacer las necesidades materiales y culturales de los trabajadores. Dicho en plata, que les genere ingresos decentes y suficientes.
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Que sea viable -es decir, que a lo largo del ciclo de producción y comercialización, genere al menos tantos ingresos como gastos.
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Que sea sostenible, es decir, que pueda mantenerse en el tiempo sin socavar su propia viabilidad. Dicho de otro modo: que su relación con en el entorno, en primer lugar con el comunitario -las familias, el barrio o pueblo-, con el económico -los proveedores y clientes- y el natural -los campos, el agua, la atmósfera- no se basen en una lógica extractiva que mantenga la empresa a costa de todo lo que les rodea y hace posible lo anterior.
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Que sea resistente, e idealmente, segura, y si no hubiera más remedio, resiliente. Capaz de enfrentarse a las crisis del sistema o del sector sin despedir a nadie y manteniendo en lo posible el entorno social en el que viven lo más íntegro posible.
Durante los últimos 15 años hemos visto cada vez con más frecuencia chocar estos cuatro criterios por más razonables que sean, con el criterio de rentabilidad. El resultado hoy por hoy, con Europa en una nueva ola de desindustrialización, es que hay cada vez más empresas vitales para su entorno que no pueden competir en el mercado de capitales por su baja rentabilidad y que sin embargo son viables.
La lógica de la rentabilidad
Viabilidad no es rentabilidad
Lo hemos oído mil veces: una empresa, sea cual sea su naturaleza, tiene que generar ingresos suficientes para mantenerse y mantener con ella la actividad y salarios. Si está en pérdidas indefinidamente no tiene futuro: fagocitará tarde o temprano sus propias reservas y cerrará. Es lo que se llama unas veces viabilidad y otras sostenibilidad económica.
La consecuencia lógica es que los ingresos deben superar a los gastos. Así que podríamos definir la viabilidad como una situación en la que lo esperable es que los ingresos superan a los gastos.
La rentabilidad sin embargo, no es el resultado de restar los gastos a los ingresos realizados durante el año, sino la relación entre los excedentes que quedan tras hacer las reservas correspondientes y el capital invertido.
La rentabilidad es la medida de la remuneración del capital o, mejor dicho, de lo que se atribuye al capital en los resultados de una empresa por acciones, en la que se supone que el trabajo ha sido remunerado ya completamente por los salarios, que se contabilizan entre los gastos.
Las estrategias de la rentabilidad
Lo que la fórmula de arriba nos cuenta es qué puede hacer un gerente para mejorar la rentabilidad de su empresa:
- Aumentar los ingresos.
- Reducir gastos y en particular la partida que suele ser la más voluminosa: los salarios.
- Reducir reservas.
- Reducir el capital total invertido.
¿Quién se atreve a aumentar las ventas?
No hay que ser un lince para darse cuenta de que la única estrategia que genera mayor bienestar y sostenibilidad es aumentar los ingresos. Sin embargo es algo que, según un famoso estudio de 2022 del premio Nobel de Economía de 2024, Daron Acemoglu, los gerentes que han estudiado un MBA no intentan casi nunca.
A fin de cuentas, el mercado está cada vez más saturado y el resto de las opciones es generalmente más fácil y más accesible a corto plazo. Veamos:
Reducir gastos y salarios
Bajo el discurso de reducción de gastos inútiles se esconde generalmente, lo sabemos bien, una reducción de calidad y un daño directo a la calidad y seguridad vital de los trabajadores.
El boom de las empresas low cost no fue una reducción de gastos, fue un verdadero cambio de producto. No es lo mismo un electrodoméstico de acero que de plástico, la experiencia de una línea aérea de los 80 que la de Ryan Air, ser atendido por el médico en 3 minutos que en 30, etc.
Y si hablamos de condiciones laborales, no es lo mismo tener descansos y ritmos de trabajo normales que rompe nervios, vacaciones concentradas que a días sueltos, flexibilidad para atender a los hijos que no tenerla, etc.
Pero todo eso es precisamente lo que incita la lógica de la rentabilidad a corto plazo: bajar salarios o en su defecto, aumentar ritmos para poder reducir plantilla o aumentar producción con los mismos recursos humanos, y reducir la calidad y coste de los productos.
El resultado social es lo que venimos experimentando en las últimas décadas. Una economía low cost y low wage que tritura ánimos y vidas sin piedad.
Reducir reservas
Las reservas comunes en las empresas son generalmente ridículas, tan pequeñas que rara vez sirven para autofinanciar proyectos estratégicos y mucho menos para enfrentar una crisis de mercado inesperada. Basta ver el efecto de la reducción de facturación durante la pandemia de Covid según los datos del Banco de España: aumento drástico del endeudamiento, despidos y regulaciones de empleo y un aumento significativo de cierres y quiebras.
¿Cómo pudieron llegar la mayoría de empresas españolas al Covid «en los huesos»? Porque ningún gerente en su sano juicio adopta una política que reduce la rentabilidad por si acaso.
Los incentivos apuntan a lo contrario: mantener las reservas en los mínimos necesarios para no exagerar la dependencia de financiación externa. Cuando vaya a un banco a pedir un crédito o se presente frente a los accionistas en la Junta anual no le van a mirar las reservas ni la resiliencia de la empresa ante una crisis sistémica, sino la rentabilidad.
Reducir el capital total invertido
El tipo de desinversiones que hemos visto durante los últimos años ha sido causa de trastornos a corto e ineficiencias a largo. El ejemplo típico es el de la venta de la sede de la empresa a un tercero que acto seguido la alquila a la misma empresa en un contrato a largo plazo.
Se trata evidentemente de un negocio financiero para el tercero, que lógicamente lo hace porque imputa un margen... que es una ineficiencia para la empresa que realizó la venta, porque genera un coste extra en algo que va a utilizar igualmente.
Y si en vez de un negocio financiero hablamos de unas instalaciones para dar formación, de una guardería para empleados o de un autobús para llevar trabajadores de sus casas al centro de trabajo, a ésto se unirá una transferencia de costes de la empresa a los trabajadores o lo que es lo mismo una reducción facto de la remuneración del trabajo.
En todos los casos se está erosionando la sostenibilidad para aumentar rentabilidad. Pero, de nuevo, los gerentes son juzgados por la rentabilidad del capital invertido en la empresa, no por su sostenibilidad ni por su capacidad de resiliencia.
Dime que productividad mides...
El concepto de productividad puede medir distintas cosas:
- Productividad física. Cuánta cantidad de producto produce una hora media de trabajo. Se mide en número de servicios, toneladas de producción, clientes atendidos, etc.
- Productividad en términos de valor. Mide cuánto valor realizado (ingresos) produce cada hora de trabajo contratada. Lo usan los economistas porque las medidas de productividad física varían de ramo en ramo y de empresa en empresa, mientras que los ingresos por ventas se declaran a Hacienda y sus agregados son públicos. Los economistas la usan para aproximar el grado y éxito de capitalización y desarrollo tecnológico de una economía, pues una mayor productividad en términos de valor depende al final de disponer de tecnologías (lo que implica hacer inversiones y capitalizarse) y utilizarlas de modo productivo (lo que se supone que se refleja en las ventas).
- Productividad en términos de ganancia. Mide cuánto excedente aporta cada hora de trabajo y es la medida de productividad que de verdad importa al gestor de una empresa.
Rentabilidad y productividad
Intuitivamente pensamos que todo aumento de la productividad debería interesar a la empresa. A fin de cuentas aumentar la productividad supone obtener más producto, ingresos o excedentes, según qué productividad calculemos, con el mismo tiempo de trabajo.
Pero los aumentos de productividad no salen gratis. Implican generalmente una inversión, ya sea en maquinaria, software o consultoría para reorganizar los procesos. Es decir, implica un cálculo. Y aquí es cuando las cosas, una vez más, se diferencian entre la empresa de capital y la cooperativa de trabajo1.
Para empezar, si la rentabilidad es el objetivo del incremento de la productividad perseguido, la rentabilidad con un capital ampliado tiene que ser mayor que con el capital de partida.
Es decir, los beneficios repartidos (los dividendos) tienen que ser más que proporcionalmente mayores que el incremento de capital que se haga. Si no, ¿para que van a diluirse los accionistas y recibir menos de lo que recibían antes de ampliar capital?
Además, si parte o toda la financiación se consigue mediante un préstamo, a los gastos operativos habrá que sumar los gastos financieros.
Es decir, cuantos más gastos contemplemos en el proceso de financiación y adopción de la mejora, mayor tendrá que ser el ingreso esperado (Ingresos2) que tenga que producir el capital ampliado para que el primer término de la desigualdad siga siendo mayor que el segundo.
¿Qué quiere decir ésto en un contexto como el de los últimos 15 años? Que a diferencia de lo que había sido la constante histórica del capitalismo (el progreso), las innovaciones tecnológicas hoy no preceden aumentos de salarios y nuevas ofertas de empleo en las empresas sino nuevos recortes de gastos y reservas.
El aumento de productividad hoy, cuando está guiado por la lógica de la rentabilidad, tiende a socavar las condiciones vitales de los trabajadores y el entorno (esos gastos) y la propia viabilidad y resiliencia de la empresa a largo plazo (reservas).
La lógica de gestión del trabajo asociado
¿Por qué las cooperativas de trabajo no compiten en rentabilidad?
La escasez de Capital social apuntaría hacia rentabilidades mayores
El capital social de las cooperativas de trabajo asociado está formado por las aportaciones de los trabajadores. Estas aportaciones no se parecen en nada a acciones de una empresa. No pueden venderse y al no poder salir a la venta en un mercado, no se revalorizan más que muy de tanto en tanto y siempre por el monto que la propia asamblea de la cooperativa decida usando criterios técnicos delimitados por la ley. Es decir, en las cooperativas de trabajo las famosas estrategias que buscaban generar valor para el accionista complementando el dividendo con la subida de valor de la acción, no tienen lugar. El trabajo asociado no es un objeto útil para la especulación financiera.
Estas aportaciones sociales de los trabajadores, en la mayoría de los casos, ni siquiera son remuneradas a un tipo de interés prepactado. Y es lógico: ¿qué interés pueden tener los trabajadores en remunerar una aportación monetaria generalmente pequeña o ínfima en términos de capital a costa de la remuneración del trabajo que realizan colectivamente y de las reservas que les dan seguridad en el futuro?
Dicho ésto parecería que las cooperativas de trabajo deberían ser muy rentables. A fin de cuentas, si recordamos la fórmula de la rentabilidad, obtener los mismos excedentes con menos capital aumenta la rentabilidad de éste.
Esta expectativa es coherente con el hecho de que hoy en día la mayor parte de las cooperativas de trabajo asociado que se crean de cero sean empresas de servicios avanzados en los que buena parte del capital fundacional se reduce a base de bienes producto de comunales universales (software libre, conocimiento abierto, etc.) y lo que de modo confuso algunos llaman capital humano (conocimiento y formación previa de los fundadores y trabajadores socios).
Pero en la práctica, la baja capitalización relativa no supone más rentabilidad. La causa está en el resto de elementos de la fórmula de la rentabilidad.
Ingresos decentes y reservas a prueba de Covid
Hubo un tiempo en España en que los trabajadores asociados en cooperativas tenían por lo general un salario inferior al de un trabajador de cualificación similar en una empresa de capital. Pero a través de las sucesivas oleadas desindustrializadoras y precarizadoras desde los ochenta, los salarios reales del conjunto de los trabajadores han ido bajando su participación en la riqueza producida.
Pero durante los últimos veinte años, con la renta familiar estancada, ingresos y salarios se han redistribuido. No sólo es que las rentas de capital han aumentado su porcentaje de tarta de la producción nacional. Es que los salarios se han concentrado en torno al SMI, desapareciendo los buenos salarios de trabajadores y subiendo los salarios que reciben directivos y cuadros medios. El resultado es que cada vez hay más pobreza laboral y de media, los salarios reales pagados por el mismo trabajo bajan.
La lógica de las coops de trabajo es proveer con ingresos decentes a sus miembros. Generalmente por encima de los salarios de convenio sectoriales, pero no mucho y en algunos casos atendiendo a las necesidades particulares de cada uno. En cualquier caso, sus gastos de personal tienden a ser ligeramente más elevados, lo que reduce la rentabilidad.
Además, conforme avanza la vida de una empresa, su capital social pasa de ser prácticamente todo el capital empleado a ser sólo una parte, y esta parte será cada vez más pequeña conforme aumenten las reservas acumuladas.
Es decir, aunque las coops de trabajo utilicen de media menos capital -en términos contables- que las empresas de capital de resultados similares, su propensión a ahorrar es mucho mayor. Cuando los trabajadores llevan la empresa tienden a acumular reservas. Si una cooperativa hace relativamente pocas reservas para sus excedentes, es casi seguro que está entre las gerencializadas o en camino a estarlo.
¿Es malo ser menos rentable?
Reflexionemos por un minuto. Las cooperativas de trabajo tienden a ser menos rentables porque producen ingresos a los trabajadores ligeramente mayores y reservas más amplias, lo que con el tiempo acumula un capital mayor que el habitual en empresas de capital equivalentes.
Esta importancia de las reservas tiene que ver con su naturaleza y explica por qué las cooperativas en general y las de trabajo en particular demostraron una mayor resistencia frente a las crisis tanto tras la crisis financiera de 2009 como en 2020 (Covid).
Pero las reservas son más que un mero depósito o un mero seguro de catástrofes. Los excedentes acumulados:
- Sirven para poder disponer de autofinanciación y financiar el crecimiento. Ahorrar para invertir es un fenómeno poco común en las empresas de capital, relativamente normal en las coops de trabajo.
- Se materializan además en inversiones no necesariamente productivas desde el punto de vista de las ganancias pero sí valiosísimas para la sostenibilidad del modo de vivir: guarderías, programas de formación, acciones y proyectos sociales en la comunidad en la que se desarrollan, etc.
- Sirven como una especie de seguro general para los cooperativistas.
- En algunos casos son un fondo de último recurso para el entorno directo de los socios y la comunidad en la que viven, dando préstamos sin interés, becando estudios, etc.
Por todo ello forman un verdadero comunal que es el Norte de la vida cooperativa para muchas Coops de trabajo asociado2 porque aseguran la viabilidad y la sostenibilidad a largo plazo de la organización y, muchas veces, de su entorno comunitario.
La productividad en las Cooperativas de trabajo
En términos generales, la productividad que interesa mejorar a una coop de trabajo es la productividad física: cuánto es capaz de producir una hora de trabajo.
Es la única que sirve para medir el desarrollo de la capacidad del propio trabajo cuando una parte de lo que se produce no se produce para el mercado -software libre, servicios gratuitos a la comunidad, etc.- o sencillamente se está dispuesto a absorber externalidades negativas de la propia actividad por puro compromiso moral.
De cara a la actividad de mercado la productividad física importa también porque su progreso da la medida en que se pueden llevar horas de trabajo y/o recursos de los clientes a horas dedicadas a la comunidad, la familia y el entorno.
La racionalidad del trabajo y el interés social
Un ejemplo de a qué punto difieren en sus consecuencias el enfoque de la sostenibilidad de la cooperativa ligado a la productividad física y el centrado en la rentabilidad del capital típico de las empresas de capital (y las coops gerencializadas) es la transición industrial verde.
El cambio hacia tecnologías y energías verdes, aunque aumente la productividad física y aunque mejore la sosteniblidad económica de la empresa, sencillamente no suele ser rentable desde el punto de vista del capital. Desde la lógica de la rentabildad, si la inversión de capital no se traduce en aumentos significativos de márgenes y beneficios a corto-medio, invertir no tiene sentido alguno, no es racional. Pero desde la mirada de la sostenibilidad de la organización, del entorno, del planeta y del modo de vivir de los socios puede ser no sólo racional, sino necesario.
¿Por qué cooperativizar es viable?
En Alemania estamos viendo cómo los clubes, necesitados de ampliar capital simplemente para para pagar deudas, están reparando en el modelo de Cooperativa Comunitaria y tras el Sant Pauli y el Schelke, cooperativizando sus campos de fútbol.
¿Cúal es la historia? Con buena parte de los clubes de la Bundesliga en números negros pero escasos, las directivas quieren ampliar capital sólo para liberarse de las deudas acumuladas. Pero capitalizar las deudas supone reducir drásticamente la rentabilidad: aumenta el capital empleado, pero al dedicarse toda la inversión a pagar lo que se debe, no quedan recursos para financiar nada que vaya a subir los ingresos. Así que los inversores y los fondos piden la parte del león y exigen un nivel de control que los clubes no pueden dar sin desnaturalizarse.
Esto mismo es lo que pasaba en Duralex, GKN y tantas empresas industriales. El negocio es viable, pero está cargado de deudas, a veces desde antes del Covid. Son empresas zombies, e invertir capital en una empresa zombi -como las más de 50.000 que hay sólo en España- no ofrece casi rentabilidad. Por muy viable que sea el negocio no va a obtener capital cuando lo necesite.
La mejor solución para todos: que pase a liquidación y que los trabajadores compren las instalaciones y, en algunos casos, la marca y el fondo de comercio.
Más allá del cooperativismo, el futuro
Al final estamos ante la doble contradicción que define nuestra época.
- Las cooperativas de trabajo están formadas por trabajadores asociados. Los intereses que tratan de defender no tienen nada de particular. Buscan con su hacer en la coop satisfacer necesidades que son generales a todos los seres humanos: trabajar, generar ingresos suficientes para tener sus necesidades físicas y culturales cubiertas, tener una perspectiva a largo plazo y crear una mínima seguridad vital para sus miembros, su comunidad y su entorno. No es retórica: la prosperidad y sostenibilidad de una coop de trabajo depende de la prosperidad y sostenibilidad de su entorno social. Por eso la perspectiva cooperativa de la sostenibilidad se alinea con el interés social general como vimos en el caso de la transición ecológica. Y por eso, sin necesidad de una doctrina, todo lo anterior es una tendencia material, realmente existente y contrastada por todo tipo de estudios sobre el comportamiento de las cooperativas de trabajo en diferentes países y continentes.
- La lógica de la rentabilidad sin embargo sólo atiende a las necesidades del capital invertido y, en las condiciones de hoy, frena cuando no choca frontalmente una y otra vez, con todas las oportunidades que crea el desarrollo tecnológico para impulsar el desarrollo humano. Ya sea ignorando la productividad física o convirtiéndola en razón para la exclusión del acceso al trabajo; ya sea adoptando la creación artificial de escasez como modelo general de negocio a través de la propiedad intelectual o de otros monopolios artificiales, o ya sea renunciando a producir sin destruir el medio y el futuro de todos.
El cooperativismo de trabajo no es sólo viable, sostenible, resistente y resiliente. Es necesario. Ahora.
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En este artículo no entraremos a analizar la gerencialización del modelo cooperativo que se impulsa desde la ACI y muchas administraciones. Gerencializar significa incorporar objetivos y medidas de gestión propias de una empresa de capital en un organismo de trabajo como es una cooperativa de trabajo asociado, lo que necesita para imponerse a medio plazo de una burocratización y erosión de la base democrática de la cooperativa. Esto último, las consecuencias políticas y sociales de la gerencialización es lo más visible, pero no debe olvidarse por qué y para qué se produce. ↩
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Véase por ejemplo los «Principios de las Cooperativas Maximalistas», que afirman que «Aportar al comunal como un único bien colectivo, como el verdadero motor y objetivo del trabajo asociado, es para nosotros el compromiso y el principio fundamental de la vida cooperativa». ↩