3/11/2023 | Entrada nº 51 | Dentro de Modo de vida

Cómo reducir la presión sobre la familia apoyándola en la comunidad

El modelo de familia niñocéntrica es aislante, agobiante y negativo para niños, padres y abuelos. Recuperar el apoyo y la responsabilidad comunitaria es la clave ahora y hay unos pocos ejemplos prácticos de éxito.

Lo que no funciona de la familia niñocéntrica

¿Padres y abuelos no tienen necesidades?

Como adelantamos en la entrada anterior, la familia niñocéntrica tiene un problema de sostenibilidad: es intensiva en tiempo y recursos económicos cuando llevamos una década y media de crisis, no se otea una salida y las tendencias globales apuntan hacia aumento de la jornada y que sigan bajando los salarios reales.

Pero el problema central es de diseño. El niñocentrismo coloca el centro de gravitación de la familia en los niños, relegando las necesidades de los padres al plano de lo permanentemente sacrificable -lo que dado el contexto económico significa que será sacrificado. Y si los padres son sacrificables, los abuelos son directamente sacrificados en el modelo, dejándolos en el mejor de los casos, como proveedores complementarios de tiempo y fondos en competencia sorda con sus propios hijos por la identidad derivada y, cuando pierden autonomía, con sus nietos por la atención de los hijos.

Dos palabras malditas: conciliación y cuidados

Las dos palabras del momento -«conciliación» y «cuidados»- suenan como un grito de socorro, pero tienen trampa y de las grandes.

En primer lugar cuidados ocupa un espacio de significados que va mucho más allá de lo que el término significa de por sí. Ha absorbido «atención», «atención socioanitaria» que es una cosa muy distinta, «trabajo doméstico», «presencia» y unas cuantas cosas más.

Por eso cuando el feminismo institucional quiere meter al estado y al mercado en los cuidados no está muy claro si habla de importar niñeras y limpiadoras a sueldos de miseria para «asalariar» el hogar como han hecho a gran escala las clases medias en Corea del Sur, del tiempo de atención de críos, de los cuidados sociosanitarios de los mayores, de recuperar tiempo de estar con amigos (la ministra hablaba de «nuestro derecho a pasar tiempo de calidad con la gente») de tener tiempo para la interacción social y la participación pública o si se trata de acabar con los restos de la división sexual del trabajo que heredó el capitalismo de sistemas anteriores.

En segundo lugar el ideal del niñocentrismo es la presencia permanente. Ni siquiera es bueno para unos niños a los que condena a tener cada vez menos autonomía y resistencia a la frustración. El modelo, una vez más es EEUU, donde los niños han visto reducido su tiempo para «juego no estructurado» en un 25%.

Pero es que para los padres es pura y simplemente destructivo. Toda desviación del ideal de dedicación total aumenta el saldo de culpa. La TV y las series ya se encargan de educar a niños y adolescentes en una demanda permanente de presencia paterna que a las generaciones adultas -que pasaron la pubertad y adolescencia intentando afirmar su autonomía y una presencia pública propia- les parece, cuando menos, chocante.

De ahí la demanda de «conciliación» que también tiene trampa porque conciliar no significa conciliar, es decir, hacer que el tiempo de desarrollo laboral, social y personal no compita sino que se funda con el tiempo de cuidado real de la familia y el entorno social. Es imposible cuando la idea de cuidado colectivo se sustituye por la demanda insaciable de atención. Hoy «conciliar» significa simplemente transferir tiempo desde un entorno laboral cada vez más asfixiante que tiende a exigir horas sin remunerarlas, al tiempo de atención a los niños.

Un modelo fallido por diseño

El camino actual lleva al aislamiento social y agotamiento moral de los padres, la pérdida de autonomía y, a la vez, apego de toda una generación de niños, la mercantilización de las relaciones interpersonales en el hogar y la soledad y desatención de las necesidades sociosanitarias y emocionales de los abuelos, condenados en el mejor de los casos a acabar sus días en unas residencias que son muchas veces aparcamientos estériles en los que esperar la muerte. El niñocentrismo es un modelo familiar fallido e inhumano desde el día uno.

Pero... ¿Y si en vez de mirar obsesivamente desde el individuo e individualizar artificialmente necesidades... no abordamos de una vez la familia y su entorno comunitario como un un espacio de responsabilidad colectiva de todos con todos?

Algunos ejemplos prácticos que funcionan y apuntan hacia una alternativa

Crianza: De la oposición entre espacios y tiempos a la integración

  • El modelo más establecido, estudiado y depurado a base de críticas de integración de los niños en un espacio que reivindica la centralidad del trabajo es el kibutz y su kindergarden. Hay no pocas cosas que aprender y adaptar de ahí a las realidades en las que vivimos. En nuestra experiencia es posible y fructífero rediseñar los espacios de trabajo para que, según su tamaño, tengan anexa o sirvan al mismo tiempo como guardería, siendo sala de trabajo para unos y de juegos/aprendizaje para otros, permitiendo descansos que cambien tu papel de trabajador-en la mesa o el taller, a educador en el suelo. El sistema necesita de responsabilidad colectiva y refuerzos, incorporando migas voluntarias de los propios trabajadores y puede enriquecerse a partir de ciertas escalas con trabajadores especializados para ciertas horas y actividades.
  • Las «migas» andaluzas de toda la vida se están cooperativizando y convirtiendo en «Cooperativas de Madres y Padres de día». La nueva forma es flexible y da mucho juego si se incorpora como sección de una cooperativa de vivienda en derecho de uso (y hay incluso en Madrid), de una cooperativa de consumo o de una cooperativa de trabajo y si la cooperativa de trabajo gestiona un espacio de coworking todavía tenemos una vuelta extra que nos devuelve al apunte anterior.
  • La calle y los espacios públicos alrededor del hogar deben volver a ser espacios de autonomía y desarrollo para los niños. En países como Alemania o EEUU hay verdaderos movimientos sociales en éste sentido, cambiando leyes y difundiendo una aproximación a la crianza que trata de dar a los niños el tipo de responsabilidad que les ayuda a desarrollarse: básicamente aprender a hacer cosas por sí mismos y aportar a lo colectivo en vez de acompañarles en todo momento y luego exigirles capacidades de las que carecen para decidir sobre lo colectivo.

Mayores: De la añoranza de la familia extendida al apoyo en la comunidad

  • Trabensol, que no conviene confundir con residencias de envejecimiento activo, ni siquiera con el resto de las cooperativas de vivienda en derecho de uso para mayores porque el secreto de su fórmula no es otro que una particular forma de centralidad del trabajo.
  • Envejecer en mi casa, un modelo comunitario mucho más escalable que convierte a un pueblo entero en alternativa a las residencias, proveyendo atención domiciliaria, comedor y entornos de socialización a los mayores. Importantes: es un esfuerzo intergeneracional y comunitario organizado por una asociación en complicidad con el ayuntamiento.

Padres: Del aislamiento competitivo e individualizante a la colaboración y socialización comunitaria

  • En algunos pueblos está empezando a aparecer un nuevo tipo de asociaciones, orientadas al desarrollo comunitario local. Son la matriz de un movimiento asociativo más diverso y el reanimador del existente. Retomar la implicación con el entorno físico, con los pueblos y los barrios, desarrollar proyectos colectivos y mezclarse con otros es fundamental para que la vida de niños, padres y abuelos se desahogue.
  • Y por supuesto, todo lo colectivo, comunitario y cooperativo ayuda. Hay mucho por aprender, difundir y organizar y tu aporte hace más falta que nunca.