Cuentos, relatos y expectativas
Esta mañana leíamos en el New York Times un artículo que llamaba la atención sobre la importancia de los libros para niños como forma de crear imaginarios superadores.
En los libros que leí con mi hijo, vi a los autores infantiles palestinos de hoy haciendo algo que reconozco por mi investigación sobre la literatura infantil yiddish del siglo anterior: esforzarse por ayudar a los niños a dar sentido al mundo que pueden heredar mientras hacían realidad en texto un mundo mejor.
En el caso de la autora el foco está en Palestina e Israel, pero en realidad va mucho más allá y desde mucho antes. Ya contamos la historia de Chernichevski y el «Qué Hacer».
El caso es que después asistimos por videoconferencia a una fantástica mesa redonda sobre repoblación con Juan Requejo, Rufino Acosta y Juanjo Manzano, y entre las muchas cosas importantes que apuntaron, Rufino señaló dos hechos que no habíamos oído mencionar antes:
- En la marcha de los jóvenes de los pueblos en esta década pesa más una idea de «buen vivir» que sólo es realizable en la ciudad (el lugar donde pasan las cosas) que las supuestas carencias de servicios, infraestructuras y empleo.
- La literatura actual que desarrolla tramas en el mundo rural alterna entre la evocación nostálgica e idealizada de una vida que en realidad era durísima y las novelas -y películas- de crímenes y robinsones que se ceban en un mundo rural hosco y difícil. No hay libros que reflejen la vida normal en el campo ni la vida real de los nuevos pobladores.
Esto a su vez conecta con toda una serie de comentarios en el grupo de debate de la Fundación Repoblación sobre:
- Las representaciones gráficas de los artículos en prensa generalista que solapan ciudad (de rascacielos) y campo (improductivo, sin cultivar) y;
- Los relatos positivos de esa misma prensa muestran «modelos sociales a imagen y semejanza de la ciudad» y presentan la innovación y la cultura en «el medio rural como una réplica, igualito, igualito a lo que podrías ver en Barcelona o Madrid».
Entre el salvaje y el buen salvaje
Uniendo los puntos entre representaciones gráficas, literarias, escénicas y periodísticas sólo cabe una conclusión: la contradicción ciudad-campo se representa desde la ideología dominante en España como una oposición civilización-salvajismo. Es decir, lo rural ocupa en la literatura y el cine español el lugar que en Francia ocupa el banlieu.
Por eso no hay oposición sino coherencia entre la enésima aproximación al buen salvaje imaginado, la criminal bruticie de «As Bestas» y la acre fascinación de «Un Amor». Pavor y atracción son los sentimientos que despiertan lo salvaje y los salvajes entre los ilustrados.
Y por eso, cuando los periodistas quieren dar buenas noticias sobre la innovación en los pueblos, nos cuentan su civilización, es decir la importación de modelos sociales y culturales propios de las grandes ciudades.
Por supuesto, y como siempre, ayuda el peculiar y restringido mapa de España que opera en los medios, en el que se niega sin más la amplia región que aparece casi en su totalidad en rojo en los mapas de distribución de rentas. Pero eso es otra historia, la de lo innombrable, y merece un abordaje propio.
¿Qué relatos?
Volvamos al principio. A los libros infantiles y a Chernichevski. Los imaginarios alternativos se construyen a partir de la descripción de actitudes y comportamientos que, dentro de un entorno reconocible por el lector, generan de forma creíble pedazos de un mundo futuro deseable.
Son por tanto e inevitablemente, relatos morales precisamente porque, a diferencia de las series de TV, no son ni moralizantes ni tienen moraleja, sino que representan el futuro en el presente.
Es decir, para que se pase de hablar de la repoblación en las formas impersonales del verbo a que se haga en primera persona del plural, necesitamos representar el mundo rural como sustento activo -nunca como paisaje- de un nuevo modo de vida.