Adlerianismo para comuneros
La Psicología adleriana, que nace como una respuesta desde dentro a las derivas freudianas, fue la primera teoría psicológica que partió de lo social y lo comunitario para explicar el desarrollo de la personalidad. Básicamente entiende a los humanos como seres comunitarios, con necesidad de pertenencia que se proyectan en el futuro a través de objetivos y encuentran su camino desarrollando su sentido de comunidad.
A lo largo de los años, habíamos ido descubriendo y estudiando el núcleo del adlerianismo. Nuestra norma, en todos los ámbitos, es no proponer nada que no hayamos experimentado antes. Y lo que nos decía la experiencia es que el adlerianismo funciona y aporta. Tema a tema, había encajado coherentemente con nuestra práctica y nos había ayudado a entender qué dinámicas y principios debíamos establecer para que lo colectivo y lo comunitario sirvieran para satisfacer mejor las necesidades de cada uno.
Para nosotros es lo más parecido a un sustento científico que podemos alcanzar a día de hoy a la hora de definir una moral y unos principios de organización comunitaria de uso general.
Por eso, cuando decidimos publicar un cuaderno sobre Psicología Adleriana, nuestro objetivo principal era fijar lo aprendido y experimentado para poder compartirlo y ponerlo en práctica en otros entornos.
Pero a la hora de redactar descubrimos que había una desviación en un punto clave, la teoría de las tareas vitales de Rudolf Dreikurs, que se sustentaba en aspectos muy básicos de nuestra experiencia.
La teoría de las tareas vitales
En la perspectiva de esta teoría, en su desarrollo adulto toda persona enfrenta tres grandes tareas cada una en un entorno relacional específico: el sentimiento de responsabilidad en el trabajo -en el sentido amplio, no solo el destinado a generar ingresos- entendiendo su función social e integrándose en la consecución de objetivos colectivos con los compañeros; la amistad con la comunidad próxima y el amor con una pareja estable a largo plazo.
La división de espacios, sujetos y tiempos
La teoría es útil tanto en el counselling como en la terapia porque en vidas urbanas normales, es decir, separadas en tiempos y espacios, es fácil observar los desequilibrios y detectar a partir de ellos problemas.
Por ejemplo, quien hace horas de más en la oficina primando su responsabilidad laboral pero vuelve tarde y rendido todos los días a casa, seguramente tenga sus otras tareas vitales -amistad y pareja- sin resolver. Y al revés, quienes evitan los riesgos de cometer errores en el trabajo a costa de no colaborar más intensamente con los compañeros, apuntan a una falta de coraje que no se limitará al ámbito laboral.
La división de espacios, sujetos y tiempos es explícita y en realidad, sólo si damos por bueno que es la única posible o al menos la única existente, puede mantenerse la teoría en pié.
Se parte de que existen tres espacios sociales diferenciados: el lugar de trabajo, el espacio de socialización y el hogar o protohogar. Y que se solapan poco. En general no trabajaríamos con nuestra pareja, ni con amigos -o sería irrelevante que lo fueran- y no conviviríamos más que con nuestra pareja y, si existieran, con los hijos.
El amor como única relación basada en la «devoción» y el problema del sexo
Esta división, aun aceptando ciertos solapamientos, es la que sostiene una particular taxonomía de relaciones interpersonales cuya consecución significaría que se resuelven bien las tareas vitales: trabajo, amistad y amor.
Sin entrar en el trabajo, ¿qué diferenciaría la amistad del amor en la mirada dreikursiana? La devoción, que no es más que considerar las necesidades del otro como más relevantes que las propias. Pero entonces... ¿en qué queda la amistad? En una comunicación y solidaridad profunda sin devoción.
De repente, ser humano significa ser un individuo maximizador que sólo es capaz de una excepción a la hora de poner sus propias necesidades por delante de todo lo demás: la pareja a largo plazo. La cuestión es que, afortunadamente, no es así de forma general. Sólo la atomización competitiva más absurda y la soledad del sálvese quien pueda -es decir, lo peor de una sociedad decadente- pueden generalizar el modelo.
En una colectividad actual, como en cualquier modelo comunitario antiguo, la devoción va más allá de la pareja y los hijos para extenderse a los compañeros/amigos y a sus hijos. Y la entrega en el trabajo no es más que devoción, tanto por la comunidad de trabajo como por la comunidad más amplia que se beneficia de él.
De forma general, una persona puede tener una relación con su hermano, con un viejo amigo o con un familiar que suscite la introspección crítica en mayor medida o simplemente en ámbitos distintos de que la que tiene que con su con su pareja, sin que esto suponga que la relación de pareja sea incompleta, fallida o débil. Y además, cualquier relación puede ser más o menos amplia o profunda sin negar la devoción en ninguno de los casos. El amor por las personas a las que queremos y cuyas necesidades ponemos por delante de nosotros mismos tiene mil formas, planos y matices distintos, elige sus propios campos y no se somete a variables de medida universales.
Pero si aceptamos en cualquier caso que entre amor y amistad la devoción no es la frontera, la forma evidente y sencilla de mantener la taxonomía es poner como diferencia la dimensión sexual de la relación de pareja. Esto equivale en realidad a elevar el sexo a la categoría de tarea vital para dar a la pareja un estatus diferenciado y separado. Fue lo que hicimos en el cuaderno y nos dejó rumiando hasta estos días, cuando volvimos a discutir el tema.
El problema es que hacerlo entramos en contradicción con todo el núcleo original adleriano que pone el centro en la pertenencia comunitaria y no en el conflicto freudiano entre deseo sexual, comportamiento consciente y represión social.
Y esto es importante: Adler llamó a su Psicología, Psicología Individual, no porque creyera o defendiera la existencia de individuos (aislados) en oposición a personas (determinadas socialmente). De hecho su teoría defiende la determinación social de la personalidad de cada uno: se produciría fundamentalmente a través de la experiencia comunitaria primero en la familia, luego en el colegio y el barrio, etc. El caso es que , Adler acuñó el término Psicología Individual exclusivamente para remarcar el carácter unitario, indivisible, de la personalidad frente a la separación id-ego-superego de Freud.
Pero entonces, si la personalidad es algo único -en el sentido de integral-, no habría tareas vitales separadas, especializadas, porque sólo habría una personalidad a desplegar y desarrollar.
La contradicción no estaba en nuestra explicación y nuestro intento de ampliarla para hacerla más acorde con nuestra experiencia, sino que está entre la teoría dreikursiana de las tareas vitales -muy útil sin duda en el entorno en el que Rudolf Dreikurs realizó su práctica en EEUU- y el núcleo original creado por Adler.
Cómo desenredar una taxonomía que no funciona
Los costes de la operación dreikursiana
El problema es que las consecuencias morales y políticas de desenredar el problema de la teoría las tareas vitales son rotundas. Tanto que hacen comprensible -por su inaceptabilidad para la moral y los valores políticos dominantes en los EEUU de la época- la gran operación que hace Rudolf Dreikurs al establecer su práctica al otro lado del Atlántico: diluir el gemeinschaftsgefühl traduciéndolo como social interest y la igualdad social redefiniéndola como igualdad de trato, es decir, reduciéndola a un artificio moral que esperaría resultados mágicos de la adopción de nuevas formas y maneras.
Nunca podremos saber si Dreikurs estaba simplemente marrando para poder dar continuidad al mensaje adleriano o si realmente llegó a pensar que para superar las fracturas sociales que atraviesan toda la experiencia humana en la civilización capitalista actual bastaban con el interés por lo social y la adopción consecuente de formas repetuosas hacia el otro.
El caso es que con su teoría de las tareas vitales, acepta un marco de relaciones sociales muy concretas históricamente como si fueran inmutables.
La realidad: hasta la familia no ha dejado de transformarse en los años pasados desde que la teoría se enunció. No hablemos de las condiciones y significado social del trabajo que Dreikurs llamaba ocupacional. Los cambios en las instituciones sociales más básicas en tan sólo dos o tres generaciones son evidentes. Eva Dreikurs en una conferencia en 2022, afirmaba que se está produciendo una quiebra de las fortalezas sociales que se manifiesta en una verdadera crisis general de las tres tareas vitales.
Pero ¿sólo está fallando la capacidad de enfrentar las tareas vitales de las personas o está fallando también la comprensión sobre en qué consisten realmente las tareas vitales cuando se socavan las bases institucionales que daban sentido al modo de vida en el que funcionaba la clasificación?
El «gemeinschaftsgefühl» es «la» tarea vital
Si volvemos a Adler, la una única gran tarea vital que transpira toda su teoría una vez desarrollada es la que se deriva del gemeinschaftsgefühl, el sentido/sentimiento de comunidad.
Este sentido comunitario se expresaría en distintos campos de forma distinta en función de sus posiblidades, pero utilizaría los mismos principios y medios para desplegarse: el aporte como vía de pertenencia a cada comunidad de la que hagamos parte y el afianzamiento de nuestra capacidad para sentir devoción por las necesidades colectivas. Una dinámica que se proyectaría socialmente como impulso hacia la aparición de una consciencia de especie... si las condiciones sociales lo hicieran posible.
Pero es que de eso se trata: Los humanos no sólo nos integramos en comunidades y relaciones sociales que vienen dadas. Individual y colectivamente les damos forma de manera más o menos consciente y profunda. El trabajo, esa necesidad personal que sólo puede desarrollarse de manera colectiva, no es sólo la modificación del medio natural o material, sino del medio social.
Digámoslo abiertamente: la única tarea vital real que enfrentamos todas las personas en nuestra vida es la restauración de la comunidad humana en todos los ámbitos en los que nos desarrollamos. Una tarea que es nuestro gran trabajo colectivo e individual, porque como sabía toda la corriente de pensamiento socialista de la que surgió el adlerianismo, si la Humanidad no se reorganiza como comunidad, no podrá superar la actual crisis de Civilización y restablecer su metabolismo común con la Naturaleza.
Ahora, pensemos qué significa restaurar la comunidad en cada ámbito de la acción humana; en cada aspecto de nuestras vidas y en los objetivos que nos damos colectivamente. Y pongámonos manos a la obra.