3/10/2023 | Entrada nº 36 | Dentro de Moral

«Espiritualidad» ultraindividualista

La aparición de «nuevas espiriritualidades» es el fenómeno religioso más relevante en Europa y EEUU en lo que va de década. De fondo, la normalización de una moral ultraindividualista y destructiva.

Por qué debemos prestar atención a los fenómenos religiosos

En teoría, el capitalismo domeñó a las grandes religiones, separándolas de la vida política y arrinconándolas en el terreno de la creencia individual. Por supuesto nunca lo hizo de forma completa. En parte porque no pudo, en parte porque no iba a renunciar a algo tan útil para la movilización bélica y el mantenimiento de la conformidad social.

El resultado fue una concepción de la religiosidad en dos niveles: el primero «espiritual», íntimo y supuestamente esencial y libre, se presumía basamento de la moral de cada cual; el segundo, entreverado en el nacionalismo y la identidad nacional, transmutaba la comunidad mística de creyentes en comunidad nacional o étnica materializada por el estado, neutralizando la pulsión política de los aparatos burocráticos clericales.

Este sofisticado equilibrio no fue el producto de un genial diseño político. El primer reflejo de la burguesía revolucionaria fue crear variaciones a medida del cristianismo para, en cuanto pudo, ensayar la creación de una religión «racional», es decir, útil a la racionalidad del sistema que pugnaba por imponer.

Pero dejar al rival la bandera de una ideología tan profundamente insertada en la cultura se vio pronto que no era una buena idea. Aún cuando y dónde los revolucionarios se imponían militarmente, la Iglesia demostraba una poderosa capacidad de resiliencia y una memoria persisstente. Todavía este otoño la prensa católica del mundo festeja una película financiada por un conocido grupo ultraderechista francés (Puy de Fou) dedicada a exaltar la revuelta absolutista y feudalizante de la Vendeé como un despertar católico frente a los excesos y violencias de la revolución. «Un elefante jamás olvida», que decían en El Libro de la Selva versión Disney.

Tanto aprendieron la lección, que hoy el nacionalismo indio en el gobierno azuza la intolerancia religiosa hinduista para alentar pogromos contra los musulmanes y estados enteros viven bajo «espíritu de cruzada» intercambiando limpiezas étnicas no sólo con la ayuda y el equipamiento de las grandes potencias sino también con pendones prestados por las religiones nacionalizadas: desde el Nagorno-Karabaj a Ucrania.

Y a pesar de todo... pocos parecen reparar en el carácter político de todo movimiento religioso o «espiritual» que aparece de nuevas, como si «sólo» fuera un reflejo de las «necesidades más íntimas» de las personas en un momento dado. Pero no. Hay que tomárselos en serio porque nada hay más político que la creencia religiosa.

El estado de las creencias religiosas en el mundo

La importancia de la religión en la vida cotidiana

El momento global actual de las creencias religiosas viene marcado por cuatro ejes:

  1. La polarización entre el mundo secularizado, en azul en el mapa de arriba (que incluye junto a la UE y Gran Bretaña países como Uruguay, Rusia y Kazajistán), y el resto (que incluye junto a India, Nigeria o Irán a países como EEUU, Brasil o Grecia);
  2. El auge evangélico en Centroamérica y Sudamérica (especialmente Brasil);
  3. La erosión sostenida del número de personas que se adscriben a una religión organizada en EEUU, Europa, Australia, Uruguay;
  4. Lo que se empieza a conocer como «Globalización del Esoterismo», un mundo nebuloso de «espiritualidades» y «prácticas» que crece sobre todo en los países del punto anterior y que se ve azuzado por fuerzas muy diferentes: el mundo Silicon Valley, cierta parte del feminismo, y el «soft power» de países asiáticos como India (con el yoga) y Corea del Sur y China con las llamadas «medicinas tradicionales» (que no son ni una cosa ni la otra pero ofrecen grandes oportunidades exportadoras).

El significado del auge de las «espiritualidades»

En EEUU y el mundo en el que caen las grandes religiones tradicionales el nuevo protagonista no es el ateísmo. De hecho, lo que está formándose es un charco muy turbio en el que las fake news y las conspiranoias se unen a la mitología feminista sobre las brujas y la relación mujer-Naturaleza, el yoga, el new age, las supersticiones sobre la Economía, el colapsismo y mil ingredientes más, para confirmar aquel comentario de Chesterton según el cuál cuando la gente deja de creer en dios no pasa a no creer en nada sino a creer en cualquier cosa.

Los ejemplos no faltan en la prensa. Algunos con consecuencias terribles que muestran hasta qué punto todo ésto es producto y acelerador de una civilización en decadencia. Por ejemplo, en EEUU la tasa de mortalidad entre las familias negras aumenta con la renta porque los malos partos y las muertes infantiles crecen cuando se pasa al parto en casa y se cambia al obstetra y la matrona por una doula. Y claro, la creencia en doulas y parto en casa aumenta con la renta, las mujeres de clase trabajadora siguen luchando por acceder a hospitales y los usan en mayor medida.

Cuando Le Monde asegura que «entre los jóvenes, las religiones se están desmoronando pero las espiritualidades están floreciendo», usa el mismo tono ligero, anecdótico, del Washington Post cuando nos dice que hay una fiebre de la astrología entre los jóvenes en EEUU o de El Confidencial cuando cuenta como algo pintoresco el auge de tarotistas residentes en los bares madrileños. Pero el auge de las creencias absurdas e irracionales tiene consecuencias y, se alimenta a sí mismo.

La escritora y crítica literaria Marion Messina contaba en un artículo reciente cómo la precariedad económica de los profesores de yoga y las fantasías orientalistas y contraculturales del público que les contrata, se han aliado para que el yoga occidental, que había evolucionado a poco más que práctica gimnástica, se mueva hacia el terreno de lo supersticioso y lo esotérico.

Para destacar ya no basta simplemente con enseñar yoga, también hay que ser chamán, doula, sacerdotisa de lo sagrado femenino, sanadora, astrólogo, ofrecer «flujos de chakras», clases de astro-yoga, etc. (...) Cada vez más salas de yoga ofrecen también posturas sobre esteras, baños de sonido con cuenco tibetano, tratamientos energéticos, lecturas de tarot, «acompañamiento del alma», «curación del karma» o más chamanismo. La globalización del esoterismo, en definitiva.

Y la nota es interesante porque cada vez son más los autores y estudios que señalan que esta pasión por el karma y el yoga tiene por base un individualismo extremo y desesperado que reniega de toda constricción moral distinta del éxito y la «supervivencia» social.

El karma, en su versión importada para uso de jóvenes emprendedores, sería una «espiritualización» del individualismo neoliberal, en una visión casi contable de las acciones y pensamientos de un individuo, pero sin que exista criterio, juez o testigo. de lo que sería bueno o malo. El concepto de karma se refiere claramente a la responsabilidad de cada persona sobre su destino pero sin definir en ningún momento qué sería el bien y qué sería el mal, así que, entre su tremendo crecimiento y su compatibilidad con el sistema económico global, podemos preguntarnos si el hinduismo distorsionado no será la próxima religión mundial.

Messina, resumiendo las crónicas de un periodista chileno sobre sus aventuras en Silicon Valley apunta:

El testimonio es elocuente: el cristianismo es «una religión prohibida» en Silicon Valley. Allí todo el mundo practica meditación y yoga. Ejecutivos e investigadores experimentados juran que la religión es algo viejo que será superado por la llegada de la inteligencia artificial, que tendrá respuestas correctas e indiscutibles para todo, en todo momento y en todo lugar.

Todo este relato es muy anecdótico pero apunta a algo importante: la confluencia entre las creencias supersticiosas y la inculturación de la IA tal y como la está imponiendo Silicon Valley, fantasías apocalípticas incluidas. Algo que conecta con un estudio recientemente publicado en el PNAS que mostraba cómo creer en dios aumenta mucho y de manera muy significativa la aceptación de los resultados de la IA en la toma de decisiones.

La clave es que toda esta mezcla de individualismo competitivo y supersticioso, conspiranoia, apocalipsis y tecno-delirio se sustenta en un consenso tan asentado entre unos y otros que no necesita ni afirmarse: la «naturalidad» del sistema y sus instituciones básicas (individuo, propiedad individual, mercado, competencia, salario, etc.), un consenso que a su vez sustenta una moral desinterasada por lo común y lo colectivo, fundamentalmente pasiva y culpabilizadora del otro, que tiende a ignorar el sufrimiento ajeno.

La principal innovación frente a la moralidad ultraliberal más cruda es que no considera al sistema eterno. Al revés, tiende a verlo abocado a un colapso... del que sólo se salvarían los suficientemente previsores y preparados (los verdaderos creyentes). Hay toda una literatura decrecimientista, colapsista y preparacionista que a su vez alimenta el segregacionismo de los creyentes.

Al final, parafraseando a Chesterton podríamos decir que los protagonistas de las nuevas «espiritualidades», dejaron de dar culto a dios para darse culto a sí mismos a través de un turbio puré de yoga, ceremonias new age, supersticiones importadas, creencias derivadas de fake news (parto en casa, doulas, etc.) y autoayuda. En vez de romper con la atomización y la soledad, intentan darle sentido reforzando así el origen de su malestar.

El panorama «espiritual» que viene no es bonito. Tendremos que dar, cada vez más abiertamente, una batalla moral.

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