15/09/2023 | Entrada nº 32 | Dentro de Crisis de Civilización

Naomi Klein, el éxito de las fake news y la base social de las conspiranoias

Identitarismo y cospiranoia, los grandes protagonistas del último lustro, son el último producto del descreimiento -impuesto a base de olvido, sangre y fuego durante las últimas décadas- en un futuro superador.

Naomi Klein acaba de publicar un nuevo libro: Doppelganger. El revuelo mediático en EEUU ha sido impresionante: New Yorker, New York Times, Wired, Washington Post, otra vez el Times...

A raíz de una anécdota -suelen confundirla con la feminista Naomi Wolf que durante la pandemia se pasó al oscuro mundo de las conspiranoias antivacunas- Klein intenta entender la realidad y la emocionalidad torturada que late bajo el boom de las fake news y la obsesión conspiranoica que alientan Bannon y sus secuaces en todo el mundo.

Y apunta algunas cosas interesantes. Empecemos:

Qué reconfortante sería si Wolf fuera una farsa que pudiéramos desenmascarar, y no un síntoma de un desmoronamiento masivo del significado que aflige, bueno, a todo.

Los teóricos de la conspiración se equivocan en los hechos, pero a menudo aciertan en los sentimientos... Es completamente sensato sentir que el sistema está manipulado, sentirse atrapado.

La palabra para el sistema que impulsa esos sentimientos comienza con c, pero si nadie te hubiera enseñado nunca cómo funciona el capitalismo y en cambio te dijera que todo se trata de libertad, sol, Big Macs y seguir las reglas para conseguir la vida que te mereces, entonces es fácil entender por qué podrías confundirlo con otra palabra que empieza con c: conspiración.

Y remata señalando la responsabilidad de la obsesión identitaria de la izquierda estadounidense (y sus ecos en el resto del mundo)

Cuando grupos enteros de personas son reducidas a su raza y género y etiquetadas como privilegiadas, hay poco espacio para discutir con la izquierda las innumerables formas en que los hombres y mujeres blancos de clase trabajadora sufren cotidianamente abusos bajo nuestro orden capitalista depredador.

Escarbando un poco más para entender las bases sociales de la conspiranoia, Klein vuelve a finales de los 80 para entender la moral dominante desde los 90.

Muchas de estas personas son personas que habían seguido las reglas del juego. Vivimos en una cultura que le ha dicho a la gente muy claramente: Estás solo en este mundo cruel. Tu trabajo no es cuidar de toda una sociedad; Margaret Thatcher dijo que no existía tal cosa como la sociedad. Tu trabajo es optimizarte a ti mismo y a tu familia, crear una pequeña fortaleza a tu alrededor y alrededor de tus seres queridos y, si lo logras, esa será tu narrativa heroica.

Con una moral antisocial bien machacada e instalada durante 30 años, dice Klein, la buena noticia es que los conspiranoicos e insolidarios hayan sido tan minoritarios.

Y entonces llegó el Covid y de repente las reglas cambiaron. Nos dijeron que se suponía que debíamos preocuparnos por las personas que sistemáticamente eran invisibles en nuestra cultura. Para mí, lo sorprendente no es que un grupo de personas dijera: Al diablo con eso. Lo que creo que es interesante es que en realidad eran una minoría, y la mayoría acogió con agrado la realidad de que realmente vivimos en una red de conexiones.

Pero ¿Quiénes eran los dinamizadores y teóricos que alimentaron el salto a la irrealidad de esta minoría? ¿Quién les dio letra? ¿De dónde venían ideológicamente?

La explicación que más gusta en el entorno demócrata es la llamada «teoría de la herradura», que viene a decir algo parecido al dicho «los extremos se tocan». Basicamente: los líderes reclutados por Bannon y la nueva ultraderecha son los viejos rojos de toda la vida.

Klein lo niega y señala en cambio a la clase media progre que se creyó el optimismo del discurso globalista y tecnocrático de los noventa dando por bueno su brutal individualismo disfrazado de comunitarismo, poniendo un mohín escéptico y vistiendo su conformidad de buenismo e identitarismo crítico.

No es la gente de la extrema izquierda la que está dando el salto. No son los marxistas y los trotskistas. Es gente de la izquierda verde; de la cultura del bienestar; gente de pequeñas empresas; el instructor de yoga que está enojado porque su estudio cerró: es lo que yo llamo el encuentro extremo con la extrema derecha.

Y así es. No es sólo que no entender qué es y en qué consiste el capitalismo haga parecer sus resultados (del cambio climático a la inflación pasando por la corrupción o el sexismo) como una conspiración. Se trata de entender que el subjetivismo -la base del identitarismo-, bajo ciertas condiciones de presión económica, se convierte, en esa clase social de existencia precaria hacia la que apunta Klein, en deriva hacia el delirio y la inversión de la realidad.

Por eso identitarismo y conspiranoia se alimentan mutuamente en un diálogo cada vez más violento y desquiciado. Al final... son los mismos o, cuando menos, expresan una situación social similar que produce el mismo miedo y la misma incapacidad para enfrentar las raíces de lo que les aterroriza.

Así que vayamos un paso más allá: podríamos decir que identitarismo y cospiranoia, los grandes protagonistas del último lustro, son el último producto del descreimiento -impuesto a base de olvido, sangre y fuego durante las últimas décadas- en un futuro superador. Si se rechaza la idea de que habrá o al menos puede haber algo mejor para todos más allá del capitalismo, sólo queda abrazar el sálvese quien pueda, perdiéndose en mundos imaginarios o delirando con comunidades imaginadas.

Nunca sale bien.