4/10/2023 | Entrada nº 37 | Dentro de Zeitgeist

Las nuevas retóricas totalitarias pasivo-agresivas

Una de las cosas más interesantes de los últimos dos años en la red ha sido la evolución retórica de conspiranoicos y espiritualistas. Es todo un salto evolutivo desde la retórica cientifista -y no menos tramposa- del decrecimiento.

Una de las cosas más interesantes de los últimos dos años en la red ha sido la evolución retórica de conspiranoicos y espiritualistas. Es todo un salto evolutivo desde la retórica cientifista -pero no menos tramposa- del decrecimiento.

Si ésta última se sustentaba sobre el miedo a los grandes números y las falacias clásicas del malthusianismo, los conspiranoicos han evolucionado hacia una retórica moralizante pasivo-agresiva.

Si los decrecimientistas se presentaban como los descubridores de una verdad evidente pero ocultada por los intereses petroleros, y tomaban formas airadas y vehementes en la lógica amigo-enemigo; la nueva ola conspiranoica y oscurantista usa argumentos postmodernos extremos (la irreductibilidad de toda expereriencia) y adopta la violencia pasivo-agresiva (hacer una crítica básica de la creencia más absurda y socialmente nociva sería excluir y excluir significa que estás «cerrado» a lo diferente).

Si los decrecimientistas optaban por la confrontación (mal) argumentada tomando un lugar profético, los conspiranoicos y oscurantistas se esconden de la discusión planteando en su lugar el mero «intercambio» de experiencias y amenazando con convertirse en víctimas de cualquiera que les contradiga o les pregunte de más.

Las diferencias retóricas obedecen en realidad a diferencias de objetivos y fondo. Al final, si el decrecimientista buscaba la adhesión como vía para el compromiso de su interlocutor, el conspiranoico y oscurantista no busca construir una acción colectiva, sino simplemente normalizar la expresión de su creencia condenando moralmente cualquier crítica como un acto de exclusión o persecución ideológica.

Si el decrecimientista se aferraba a una descripción deformada de la realidad afirmando su objetividad, el conspiranoico-oscurantista enarbola su subjetividad como un derecho superador de las limitaciones y la racionalidad que impone al debate una realidad material común.

Por lo mismo, señalar las consecuencias sociales de sus planteamientos o el daño que puedan causar a millones de personas cosas como socavar la universalidad de las vacunaciones infantiles o negar el cambio climático, estarían fuera de discusión y señalarían al crítico como un inquisidor irrespetuoso e intolerante con las creencias ajenas.

¿La alternativa? La aceptación (de lo inaceptable) en pos de un «buscar lo que nos une en vez de lo que nos separa» que en cualquier caso sería estéril para la acción colectiva. Porque el conspiranoico y el místico no entienden la acción colectiva sino como sincronía temporal de acciones individuales más o menos similares pero igualmente irreductibles. Por eso no busca compromisos para un hacer juntos, sino la mera aceptación acrítica. Intervenir va de soltar anzuelos que, con suerte para ellos, pescarán fieles dando sentido a los delirios subjetivistas de cada cual negando sencillamente el imperio de la racionalidad científica o la necesidad social.

Podríamos decir que el decrecimiento no dejaba de ser un movimiento democrático equivocado mientras el conspiracionismo y el espiritualismo son movimientos totalitarios pasivo-agresivos.

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