2/7/2024 | Entrada nº 102 | Dentro de Modo de vivir

¿Cómo alentar el compromiso?

El principal obstáculo para transmitir la necesidad y bondad de comprometerse con otros para transformar la realidad es la idea de que sólo hay un buen modo de vida posible y que no pasa por lo comunitario ni lo colectivo. El Zeitgeist juega en contra y toda la producción cultural del sistema -de Netflix a los influencers- machaca y va a seguir machacando individualismo, desconfianza y pasividad en dosis letales. Sin embargo, hay una forma de alentar compromisos sociales que funciona entre la minoría que busca cómo rebelarse, dejar que la realidad que construimos hable por sí sola. No como una propuesta sino como una contemporaneidad alternativa.

Las monjas heréticas de Belorado

Las serpientes de verano son historias culebroneras que los medios explotan a falta de noticias con más sustancia. La de este año, en realidad, empezó en primavera:

Todo comenzó porque las monjas querían vender un convento que tienen en propiedad en Vizcaya y que estaba vacío para después, con ese dinero, poder hacer frente a la compra de otro en Orduña. Sin embargo, no obtuvieron el permiso y esto, y otros aspectos que han confesado posteriormente, les han llevado a romper con el Vaticano, la Iglesia Católica tal y como la conocemos y el papa.

Clarisas heréticas burgalesas, de las que el español medio sólo espera pastelitos, excomulgadas sobre un fondo de especulación inmobiliaria y con un tufillo a secta palmariana. Era imposible que no funcionara. Así que los medios, como es habitual, enviaron a cubrir la noticia a sus mejores becarios. Resultado: mucho morbo y poco análisis.

¿De qué va la historia de las monjas de Belorado en realidad? ¿Es la típica historia con moraleja de los evangelistas del neoliberalismo sobre la necesidad de adaptarse al mercado y las incompetencia de las formas colectivas o comunitarias para hacerlo? Ciertamente así tendieron a explicarlo los pocos que se dignaron a ir más allá de una soberbia condescendiente.

Monjas rebeldes. Insurrectas frente al arzobispado de Burgos y que no reconocen al Papa Francisco. Todo suena medieval. Fuera de tiempo y de espacio. Nadie entiende nada. Los vídeos en que las monjas contestatarias intentan explicarse muestran un grupo de pacíficas y risueñas hermanas que no parecen haber roto un plato. (...)

[Se trata en realidad de] La punta del iceberg que esconde una crisis de fe y de futuro de muchas que confiaban en que la burbuja religiosa les protegiera material y espiritualmente de la tempestad global. La sociedad les da la espalda y la potestad de la Iglesia es declinante. (...)

Los conventos, las abadías, las Cartujas se han intentado adaptar a los nuevos tiempos desde hace décadas y reducir sus tiempos de silencio, recogimiento, plegaria y rito para ofrecer al mundo exterior un producto material y consumible. La tía Lucrin, abadesa del convento de las Concepcionistas Recoletas de Estella, luchó hasta su último aliento para mantener a flote su comunidad haciendo balones de fútbol, productos de la huerta o confitería. Acogió jovenes de India para remplazar las vocaciones locales menguantes y, en los últimos tiempos, ofreciendo sus instalaciones para construir apartamentos baratos para parejas jóvenes. Otras han subsistido cuidando enfermos o adaptándose al mundo digital.

Tiempos de pasividad social

Aunque la moraleja adaptativa implícita esté errada y nos produzca rechazo, los fundamentos del articulista son correctos: el individualismo ha socavado también la base social de la Iglesia Católica, reduciendo vocaciones y simpatías entre los jóvenes. Además, muchas comunidades monacales han perdido capilaridad porque se asientan en comarcas rurales que están cada vez más envejecidas y, por lo mismo, separadas de las grandes dinámicas sociales. Belorado está en el Burgos rural, no en la campiña de Córdoba ni en Tierra de Barros, y no es por casualidad.

El resultado es un aislamiento que resulta en conflictos de gestión con la estructura diocesana -en este caso gestión inmobiliaria- y una innegable debilidad ante cualquier aventurero, especialmente si es joven, que sepa construir una relación con ellas a partir de dar explicaciones tranquilizadoras que ratifiquen su incomprensión de un mundo exterior que, empezando por el propio obispado y el Vaticano, cada vez comprenden menos; un mecanismo no muy diferente del que han seguido, con éxito, los populismos y el negacionismo antivacunas en el conjunto de la sociedad.

El resultado tampoco ayuda al crecimiento. Y se ve en las cifras. El hecho es que la caída de vocaciones no puede achacarse sólo a la reducción o el envejecimiento de los creyentes católicos. Lo realmente importante es que el porcentaje de jóvenes católicos convencidos que optan por una vida monacal o sacerdotal es cada vez menor.

Es decir, no es tanto que la Iglesia esté perdiendo atractivo social. Es que no está sabiendo transmitir el sentido de compromiso a aquellos jóvenes que están alineados con ella.

El problema de vocaciones de la Iglesia Católica no es su relación con ateos y descreídos, sino con todos esos chicos que viajan por decenas de miles a las Jornadas Mundiales de la Juventud y tienen contacto de primera mano con religiosos de todo tipo.

Sólo hay un posible diagnóstico: el ejemplo no está funcionando. Es lo que el Papa Francisco señalaba cuando denunciaba cómo abundan entre los religiosos «experiencias negativas, conflictos o frutos que parecen tardar», que convierten a muchos de ellos en «personas amargas y amargadas». Y claro, así no hay organización que crezca.

Verdad, influencers y pasividad

Sumemos una pieza al rompecabezas. El otro día un artículo en el New York Times nos contaba que el slang juvenil del inglés de EEUU ha evolucionado para reflejar...

...un clima en el que la desinformación, la exageración y el fraude son tan endémicos que las excepciones son notables. Para ellos, encontrarse con algo basado en hechos reales es lo suficientemente extraordinario como para merecer su propia abreviatura distintiva. (...)

El mundo de la generación de mi hijo es oscuro, lleno de triunfos corporativos y de derrotas del espíritu público, un mundo en el que los sistemas de significado están decayendo y se está extendiendo la falta de claridad.

Lo interesante es que desarrolla toda una graduación de la calificación de personas y mensajes en función de su posible veracidad. Neologismos y contracciones como sus (sospechoso), glazed (adornado) o based (fundamentado en la realidad) se acompañan de porcentajes. Y al hacerlo revelan que la desconfianza es el punto de partida en su recepción de cualquier relato.

La paradoja es que esta actitud no les hace menos vulnerables, sino más. En primer lugar porque la aceptabilidad de una verdad en términos porcentuales es en sí una debilidad. Si una información es 80% based, y eso le da credibilidad, nadie nos dice que lo importante no esté precisamente en el 20% restante y sea pura manipulación. En segundo lugar porque si el contraste es la deseabilidad del modo de vida del que lanza el mensaje, estamos en un terreno hecho a medida para que la representación de un modelo de éxito antisocial -el dominante- sustituya a la integridad moral como elemento de juicio.

Y así, si sumamos una selección de temas más o menos exagerados pero basados en hechos reales, con técnicas de autorepresentación de reallity y manipulaciones comerciales de influencer, el éxito de Alvise a la hora de crear un liderazgo público entre votantes jóvenes se hace mucho más comprensible.

El ejemplo Alvise sin embargo, revela los límites del modelo. Llevar a votar en unas elecciones europeas a una masa de seguidores que estaban ya abonados a las letanías del líder en redes sociales y canales, tiene su mérito. Pero no pone en cuestión la pasividad social. No entra en el modelo de Alvise ni de los influencers en general, animar compromisos reales ni ayudar a nadie a organizarse, menos aún impulsar un hacer colectivo entre el conjunto de sus seguidores. El movimiento existe para dar poder al líder, no para cambiar colectivamente la realidad.

Para ir más allá del modelo influencer, hay que superar la lógica de la representación.

Si se busca alentar compromisos, el camino no es lanzar mensajes basados en la realidad, sino dejar que la realidad que construimos hable por sí sola. La lógica del ejemplo colectivo rompe el techo de cristal creado por la pasividad social. Exige únicamente que quien entre en contacto con lo construido pueda constatar por sí mismo su impacto sobre lo común y lo social.

El mal vive en las pantallas

Pero cuidado, aunque cambiemos el juego, las reglas generales del modelo de comunicación influencer siguen operando. La atención ganada, aunque dé paso a la simpatía, incluso a la admiración, sólo generará compromiso en quien se acerca si el modo de vida de quienes la adoptan resulta deseable para el propio receptor.

¿Qué quiere decir ésto?

Cuando se gana la atención de la minoría rebelde que se plantea ir más allá del compromiso normal en su entorno, que por lo general no va más allá de la adhesión estética, la barrera a vencer es la idea de que sólo hay un buen modo de vida posible y que no pasa por lo comunitario ni lo colectivo.

No es un reto menor. Cualquiera que quiera promover un modelo que implique trabajo colectivo y compromiso personal se enfrenta a fuerzas mayores. Mostrar la supuesta inviabilidad de lo comunitario, poner en duda incluso la posibilidad de confiar en la propia familia, negar que ningún objetivo legítimo, si es emprendido colectivamente, pueda salir bien, parece el objetivo principal que canales y plataformas dan a los guionistas de series, a los autores de reportajes -mal llamados documentales- y al mismísimo Harlan Coben.

Durante décadas, de Ocean's Eleven a La Casa de Papel, él único tipo de colectivo auto-organizado que las pantallas han pintado con colores positivos ha sido la cuadrilla de ladrones de guante blanco. El argumento habitual de cualquier drama incluye el no te fiarás ni de tu padre, literalmente. En ningún periodo de la historia, por decadente que fuera, hubo tantas sectas como en las parrillas de Netflix, Primevideo y HBO. Eso sí, sus documentales, jamás contarán la historia de una ONG que cambió la vida de un barrio degradado, ni explicarán jamás el éxito de una cooperativa que permitió salir de la pobreza y la desolación a un pueblo entero.

Esa querencia cansina por propagar la desconfianza entre los miembros de la familia, criminalizar las formas de organización colectiva y asociar lo comunitario a la destrucción moral y física que caracteriza a las sectas destructivas, no es inocente. Es una opción ideológica. Es una verdadera causa del sistema mediático y la producción literaria y audiovisual. Es su función social: generalizar la cultura de la atomización y la desconfianza.

Ora et labora

Volvamos al mundo monacal. Con el Ora et labora San Benito rompe contundentemente con una larga historia de eremitismo y monacato contemplativos que no sin cierta frecuencia tomaba tintes parasitarios.

Benito establece una diferencia y al mismo tiempo una ligazón entre el vivir para y el vivir de, que deja claro que el vivir para -que se sintetiza en el «ora»- no exonera de vivir del, es decir del mandato del trabajo -«labora»-. Es más, queda claro en la Regla que lo que hace posible el modo de vida benedictino como un todo es la centralidad del trabajo.

Esta afirmación de la centralidad del trabajo en San Benito es una de esas cosas que permanecen invisibles hasta que no se reflexiona sobre ellas aunque, después, parezca que siempre fueron obvias. El trabajo sostiene materialmente a la comunidad, establece una relación de aporte entre ella y su entorno social, y teje relaciones de aporte, atención e interdependencia entre sus miembros. El trabajo da un sentido a la existencia de la comunidad que la oración -sustento de la relación individual entre los monjes y Dios- no puede dar. Por eso el capítulo 48 de la Regla recuerda a los monjes que sólo «son verdaderamente monjes si viven del trabajo de sus manos». Y remata: «sin embargo, dispóngase todo con mesura, por deferencia para con los débiles», es decir, lo importante es participar del trabajo según las capacidades de cada uno. Sin excluir a nadie por no darle trabajo ni aplastarle por darle más carga de la que físicamente puede sobrellevar sin agotarse.

En resumen: sea cual sea tu causa -tu «ora»-, no olvides que lo que te va a mantener en pie como comunidad y va a crear sociedad alrededor tuyo, es el trabajo, el hacer organizado y cotidiano. ¡Labora pues!.

Las monjas laboriosas de Boulaur

En la práctica, ¿qué significa hoy por hoy este comunicar mediante el trabajo? Sigamos con un ejemplo cenobítico: las monjas de la abadía de Boulaur, en Francia.

Llegamos a ellas a través de una web sobria pero cuidada y un canal de Youtube en el que las vemos sonrientes, comprometidas y siempre activas, avanzando en sus planes de transformación para su entorno natural y social.

Nos cuentan sus retos: autonomía energética 100% sostenible a base de fotovoltaica y micro-hidroeléctrica en el arroyo del monasterio; multiplicar por cuatro el volumen de negocio de la granja, contruir con medios ecológicos un ecotono para favorecer el encuentro entre las diferentes etapas de la vida y ofrecer formación; arreglar la biblioteca, dinamizar la economía local, atender y alentar incondicionalmente a todo el que llega a la hospedería, ...

Y vamos viendo cómo van cumpliendo objetivos, conduciendo tractores sin quitarse el hábito, produciendo unos quesos con una pinta excelente, presentando su nueva cerveza, construyendo -con unos hábitos especiales para el trabajo duro de granja y albañilería- el famoso ecotono... y a partir de ahí, sin complejos y sin pacaterías, explican que todo ese proyecto que impacta en la comunidad local, en el entorno natural y que ofrece reposo y apoyo al que se presente por allí, se basa en un modo de vida con fundamentos propios.

En el primer vídeo, de hace tres años, eran 12 monjas, incluyendo cuatro novicias recién llegadas entonces. En el segundo, publicado hace cuatro meses, suman ya 25.

Este segundo vídeo transmite sobre todo cuatro cosas de ese modo de vivir:

  • Asegura espacios de silencio, reflexión y crecimiento personal,
  • Se sustenta sobre el sentido de comunidad y la centralidad del trabajo,
  • Genera una robusta determinación colectiva
  • Afirma una contemporaneidad alternativa materializada en un objetivo que es también una consigna: construir una Abadía Cisterciense del Siglo XXI.

Evidentemente cada comunidad, sea monacal o comunera, católica o secular, caracterizará su modo de vida, enunciará sus propios objetivos y desarrollará su propio hacer. Lo importante de este ejemplo no son los cómos concretos. Es que la acción colectiva orientada a la mejora de la comunidad local y el entorno, funciona y alienta compromisos.

Conclusiones

  1. El principal obstáculo para transmitir la necesidad y bondad de comprometerse con otros para transformar la realidad es la idea de que sólo hay un buen modo de vida posible y que no pasa por lo comunitario ni lo colectivo.
  2. El Zeitgeist juega en contra: la corriente cultural dominante rechaza lo comunitario y reniega de la acción colectiva. Toda la producción cultural del sistema -de Netflix a los influencers- machaca y va a seguir machacando individualismo, desconfianza y pasividad en dosis letales.
  3. Sin embargo, hay una forma de alentar compromisos sociales que funciona entre la minoría que busca cómo rebelarse: dejar que la realidad que construimos hable por sí sola. Exige únicamente que quien entre en contacto con lo construido pueda constatar por sí mismo su impacto sobre lo común y lo social.
  4. Ese construir es social, puede tener su centro en la comunidad local o no, pero siempre está basado en el trabajo colectivo y sus realizaciones.
  5. El sentido de lo que se construye a través del trabajo puede percibirse espontáneamente, pero el modo de vida -y por tanto los compromisos en los que se sustenta- han de ser explicados.
  6. Explicar el modo de vida a partir del hacer colectivo implica afirmar sin pacaterías ni temores la centralidad del trabajo en él.
  7. Cuanta menos retórica se emplee mejor: sobriedad y determinación van de la mano.
  8. La fuerza de esta forma de comunicación es que relata lo comunitario como una contemporaneidad alternativa, no como una propuesta, un experimento o una meta.
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