La Navidad nace en la sociedad basada en comunales
La asociación que durante años establecieron los paleontólogos entre desarrollo de la agricultura y sociedad de clases hizo pensar en las primeras celebraciones del solsticio de invierno como un signo temprano de la fractura de la sociedad en clases. Sin embargo, los descubrimientos que se suceden durante las dos últimas décadas en Mesopotamia, China, América del Sur y Europa han cambiado completamente la perspectiva.
Hoy sabemos que tanto el cultivo sistemático de la tierra, como la ganadería, la aparición de la urbanización, las primeras formas de escritura e incluso de Matemáticas, tuvieron lugar en el marco de sociedades con economías basadas en los comunales que sólo ahora empiezan a estudiarse en profundidad.
En realidad, no es que faltara registro arqueológico. Más bien sobraba ideología y prejuicio.
Sin ir más lejos, el sepulcro calcolítico de Huerta Montero, en Almendralejo, Badajoz es un monumento funerario que cobra sentido en el solsticio de invierno, cuando el Sol saluda el conjunto del arco en el que reposan los restos de los miembros de la comunidad... sin diferencias entre la posición o tratamiento de los restos que permitan pensar en una estratificación por clases, jerarquías o sexo.
Es decir, resulta obvio que en la sociedad que construyó Huerta Montero no existía división en clases y que si existía cierta división sexual del trabajo no tenía traducción en estatus o poder dentro de la organización social local. No menos obvio resultan sus capacidades técnicas (calendario, arquitectura) y la capacidad para organizar el trabajo colectivamente para algo tan difícil como transportar los monolitos a larga distancia, seguramente una parte utilizando el cauce del Guadiana y otra por tierra.
De lo que no tenemos ni idea es de cómo celebraban el solsticio, qué tipo de rituales cultivaban y qué creencias lo articulaban. Pero contamos con el recuerdo de esa era comunal, relatada como Edad de Oro, que nos llega a través de las mitologías antiguas.
La Navidad bajo el esclavismo
Generalmente asociamos las celebraciones del solsticio de invierno en Roma a la Saturnalia o festival de Saturno. Evidentemente, estaban dedicadas a este dios agrícola que es un símbolo patriarcal -como todo el panteón jerárquico- y por tanto parejo a la fractura de la comunidad humana en clases.
Pero en realidad la Saturnalia fue la evolución de la Brumalia, relacionada con las Leneas griegas, que ponen el acento en Líber (luego convertido en Baco, el Dionisos griego, un dios que conserva un fuerte contenido pre e incluso anti-patriarcal) y en Cronos, el dios del tiempo que es el guardián de la edad de Oro, el nombre mítico que guardó el recuerdo de las sociedades comunales.
La relación de Saturno con la Era Comunal no es una interpretación actual. Lucio Accio, él mismo hijo de un liberto, escribe alrededor del 170 AEC:
En casi toda Grecia y sobre todo en Atenas, se celebraba en honor de Saturno un festival que al que siempre se llamó festival de Cronos. El día se guarda como festivo y se realizan tanto en el campo como en los pueblos alegres fiestas en las que cada hombre [libre] participa con sus propios esclavos. Y así es entre nosotros. Así nos llegó desde Grecia esta costumbre en la que los esclavos cenan con sus amos en esas fechas.
En Las Historias filípicas de Pompeyo Trogo, un historiador galoromano que se hizo famoso durante el tiempo de Augusto, Saturno aparece como el rey de una gran sociedad comunal de la que surgieron después todos los pueblos itálicos.
Los primeros habitantes de Italia fueron los aborígenes, cuyo rey, Saturno, se dice que fue un hombre de tan extraordinaria justicia, que nadie fue esclavo en su reinado, ni tuvo propiedad privada, sino que todas las cosas eran comunes a todos, e indivisas, como un solo patrimonio para el uso de cada uno. En memoria de esta forma de vida, se ha ordenado que en las Saturnales los esclavos se sentaran en todas partes con sus amos en las fiestas, siendo el rango de todos igual.
Por eso Italia fue llamada, por el nombre de ese rey, Saturnia; y la colina en la que vivía Saturnio, sobre la que ahora se encuentra el Capitolio, como si Saturno hubiera sido desalojado de su asiento por Júpiter.
Así que la carnavalesca confusión de clases propia de la Saturnalia durante la que los esclavos domésticos imitaban teatralmente a sus propietarios y salían de fiesta vestidos con sus ropas, los sacerdotes recomendaban liberar esclavos en esos días por ser los más propicios, etc..., sería abiertamente un homenaje a la igualdad originaria de la Edad de Oro. Una forma social paradójica que servía por un lado de válvula de escape y de gran catarsis social, pero por otro mantenía la esperanza abierta entre los menesterosos y los esclavos en la posibilidad de la restaurar de nuevo la comunidad humana original, sin amos ni esclavos.
Pero hay un fondo que no podemos dejar sin comentar. La asociación entre libertad, abundancia y comunidad es explícita en todo lo que refiere a las saturnales. Todavía en el siglo IV, Macrobio en su Saturnalia afirma que:
Se dice que su reinado [de Saturno] fue un periodo de gran felicidad, tanto porque prevalecía la abundancia universal como por el hecho de que no hubiera diferencias entre sometidos y libres, como se puede inferir de la completa libertad disfrutada por los esclavos durante la Saturnalia.
Nada de todo ésto sobrevivió a su época... de forma literal. Pero sí simbólicamente. El que Saturnalia se celebrara con el solsticio de invierno es más que una feliz coincidencia. El solsticio es el renacer del Sol (que provee abundancia) después de un largo periodo de decadencia. Toda fiesta solsticial es una fiesta de renacimiento, una promesa de restauración de la comunidad. Y eso, queda preservado en el simbolismo de la fecha, hasta hoy.
¿Cómo sobrevivió la Navidad a la cristianización y la revolución comercial?
Pervivencia y revitalización de las fiestas solsticiales en la Europa cristiana
Se suele decir que la imposición del cristianismo eliminó la Saturnalia y la convirtió en la celebración de la Navidad cristiana. En realidad, es un poco más complicado.
Para empezar, la idea de una Europa total y profundamente cristiana antes del siglo XII es una verdad a medias. Los dominicos, la orden de los predicadores, se funda en el siglo XIII no solo para combatir las bases de la herejía cátara al Norte de los Pirineos, sino para eliminar cultos y ritos paganos (es decir, campesinos) en la toda la región cantábrica.
Las condenas de rituales paganos durante el solsticio son constantes en todos los concilios eclesiales medievales, especialmente en la península ibérica. Pero esos rituales solsticiales, de origen celtoromano en su mayoría, estaban lejos de la Saturnalia en sus aspectos más subversivos, eran en realidad atavismos.
En parte como compensación, la Navidad cristiana medieval aunque se sitúe en las fechas solsticiales, es ante todo una celebración litúrgica, sin contenido comunitario. No hay nada parecido a una celebración privada ni colectiva, ni comida familiar ni fiesta pública. Nada pasa fuera de las paredes de las iglesias.
Los mercaderes reinventan el Año Nuevo
Las civilizaciones agrarias de la Antigüedad asociaban el año nuevo de una manera u otra a los ciclos agrarios del hemisferio norte. Al acercarse la primavera arrancaba la floración y comenzaba la estación de las campañas militares. El «nowruz» persa es el 21 de marzo, día del equinocio; en China todavía se celebra el año nuevo en la luna nueva que queda entre el solsticio de invierno y el equinocio de primavera; el 1 de marzo era el año nuevo romano y tras él se sacaban armas y pertrechos para organizar las milicias que se habían lustrado y guardado en el «armilustrium» del octavo mes, octubre.
Es cierto que el año nuevo «político» comenzaba en Roma el 1 de enero con la instalación de cónsules y que entre el siglo II y el IV, con la hipertrofia del estado imperial en la decadencia del sistema esclavista, la fecha tomo relevancia social. Pero aunque los años se dataran por los consulados, los festivales de año nuevo se seguían celebrando en marzo. Y desde luego el cristianismo no estuvo por mantener la fecha cuando se convirtió en religión de estado, al revés, desde sus primeros concilios como religión de estado prohibió la celebración.
Pero a partir del siglo XI empieza a aparecer en Europa una nueva clase de mercaderes con una nueva relación con el tiempo.
Los ritmos de la existencia ya no obedecían a la Iglesia. Medir el tiempo se convertía en una necesidad para el mercader; y la Iglesia se revelaba inhábil para ello. Un calendario regulado por fiestas móviles era muy poco cómodo para el hombre de negocios. El año religioso comenzaba en una fecha que oscilaba entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Los mercaderes precisaban puntos de partida y referencias fijas para sus cálculos y para establecer los balances. Eligieron entre las fiestas litúrgicas una fiesta secundaria, la Circuncisión, e hicieron que sus cuentas comenzaran y acabaran el 1º de enero y el 1º de julio.
Jacques Legoff. Mercaderes y banqueros de la Edad Media
En el Año Nuevo se sabía el «resultado del año», se calculaba el excedente. ¿Qué más natural que celebrarlo intercambiando regalos?
Es difícil pensar una tradición más característica del mercader: celebrar el cierre de la contabilidad con una transgresión. Y no cualquiera: regalar, dar cosas a cambio de nada. El resultado fue que poco a poco los mercaderes consolidaron una tradición de intercambio de regalos el primero de enero. Ni que decir tiene que no había niños involucrados.
El bajo clero retoma Saturnalia... tras Navidad
La modernización saturnal no nace de la continuidad ritual entre paganismo y cristianismo, sino de la reaparición de la necesidad de catarsis.
Fue el bajo clero el que reinventó la Saturnalia como _Fiestas de los Locos_ a partir del siglo XIV. Estas celebraciones son en realidad post-solsticiales: se celebraban del día 26 al 30 de diciembre... es decir en el intersticio entre la gran celebración ceremonial católica y la celebración que la burguesía comercial había elegido para comenzar su año, la circuncisión de Jesús, el 1 de enero.
Encastradas simbólicamente entre los dos principales clases sociales en puja en aquel momento, fueron las fiestas más significativas de la decadencia feudal, producto y escape de unas tensiones sociales que parecían ya inaguantables.
No fue casualidad que al mismo tiempo reapareciera el mito de la Edad de Oro bajo nuevas formas: el País de la Cucaña occitano y sus equivalentes germánicos y, tras la conquista del Perú, en la Jauja imaginaria de los pobres y menesterosos de la península ibérica.
La invención de la Navidad (como la conocemos)
La disolución de los significados saturnales y la fusión entre el Año Nuevo mercantil con sus regalos y la Navidad litúrgica cristiana -que tiene un indudable simbolismo solsticial- es en realidad muy reciente. Se va formando en el mundo anglosajón a lo largo del del siglo XIX.
Esta historia comienza tímidamente en los EEUU de 1820 y se masificará y cruzará fronteras sociales en los EEUU aterrorizados por los devastadores efectos demográficos de la guerra civil entre el Norte y el Sur.
Cuando en 1820 el poema de Clement Clarke Moore «La vigilia de Navidad» comenzó a difundirse ampliamente en periódicos, revistas y finalmente libros, todo cambió. De repente los niños [alfabetizados] veían por escrito que se suponía que los regalos llegarían en la vigilia o las primeras horas del día de Navidad. El «Cuento de Navidad» de Dickens dio aun más validez a esta idea. Los tenderos, viendo los beneficios potenciales se subieron al tren. Santa Claus comenzó a aparecer en las tiendas y, en los años que siguieron a la guerra civil, EEUU se convirtió en el centro de un universo de regalos navideños. Los regalos navideños llegaron a Inglaterra en la década de 1880 y hacia finales del siglo Navidad había reemplazado allí a Año Nuevo como la fecha de intercambiar regalos.
Ace Collins, Stories Behind the Great Traditions of Christmas.
La aparición de «Santa», una figura inspirada en una larga tradición de portadores solsticiales de regalos, desde el San Nicolás nor-europeo al Dev Moroz ruso es significativa de las «fuerzas de mercado» que llevan a la Navidad que hoy se pretende «tradicional»: para crear una gran fiesta de las compras en unos EEUU terriblemente racializados y etnificados por origen migratorio, hacían falta símbolos nuevos que no fueran de ninguna confesión o entorno cultural en particular.
La invención de Papá Noel
El «Papa Noel» con el aspecto orondo de un tendero exitoso de la época dickensiana que carga mercaderías en un saco; el «Santa» que hoy conocemos, tiene autor y fecha de nacimiento: las ilustraciones de Thomas Nast entre 1863 y 1900.
En la primera de ellas viste todavía una casaca azul estrellada, haciendo la bandera de los federales sobre la casaca azul de los soldados que morían como chinches en la guerra civil.
Con todo la mortalidad por enfermedades del ejército unionista fue la más baja de un ejército moderno hasta la época... pero la retaguardia temía con razón las epidemias en un momento que, en el Norte en rápida industrialización, arranca la escolarización masiva.
En otras palabras: alrededor de la guerra civil, los niños empiezan a recibir más inversión como parte de los requerimientos del desarrollo económico, a ser menos -los padres están en el frente- y a vivir sin embargo en un entorno al que la guerra hace sanitariamente más inseguro.
Resultado: la familia pudiente norteamericana de la guerra civil, típicamente granjera, empieza a valorar más a los hijos y su formación, las madres hacen de su «protección» parte del esfuerzo de guerra.
Es el trauma de la guerra y los miedos que se mantendrían durante décadas, lo que hace que «Santa», los regalos navideños, la idea misma de la «reunión familiar» en Navidad, trascienda clases sociales y se convierta en parte de la cultura contemporánea, primero en EEUU y luego todo el mundo.
Resumen: Luces y sombras de Navidad
- Las primeras celebraciones solsticiales nacen en la Era Comunal con la que arranca la civilización humana.
- La fractura en clases sociales y el fin de la comunidad como forma de organización social, convertirán las fiestas del solsticio de invierno, como las Saturnales romanas, en una celebración de la Edad de Oro, la forma mítica en la que se recuerda la Era Comunal.
- La Saturnalia sirve no sólo como nostalgia y afirmación del sueño de la restauración de la comunidad humana, sino como válvula de escape de las tensiones sociales.
- La Navidad cristiana medieval se sitúa en las fechas solsticiales, pero es ante todo una celebración litúrgica, sin contenido saturnal ni comunitario familiar.
- La tradición de hacer regalos la crearán los mercaderes de la revolución comercial del siglo XII y no en el solsticio, sino en su propia fecha sagrada, el fin del año contable: Año Nuevo.
- El contenido subversivo, de celebración de la igualdad, la libertad y la abundancia, propio de las Saturnales sólo será recuperado en la decadencia feudal a través de las Fiestas de los locos -entre la Navidad litúrgica y el Año Nuevo de los mercaderes- impulsadas por el bajo clero católico como válvula de escape de una sociedad con fuertes tensiones sociales. La Saturnalia original y su mensaje se proyectarán en los nuevos mitos de abundancia: la Cucaña, Jauja, etc.
- Los regalos el día de Navidad, la centralidad de los niños, Santa Claus... son en realidad la evolución de una celebración contable, el fin del ciclo comercial, que a lo largo del siglo XIX se extiende a los niños y cambia de fecha porque los traumas de una guerra civil arrasadora en EEUU han convertido por primera vez a los niños en «objetivos de mercado».
- La nueva Navidad, que ahora se pretende tradicional, es en realidad la absorción del símbolo cristiano, que a su vez había tomado la metáfora solsticial de creencias anteriores, por la fiesta de los mercaderes, que se traslada de fecha y crea una simbología propia y ecléctica (Papa Noel, el árbol, los duendes, etc.) para ampliar y globalizar el mercado con las menores restricciones posibles.
Entonces... ¿qué celebramos?
La evolución de estas celebraciones, puesta en marcha por los mercaderes medievales sigue en marcha y devorando significados Ahora Navidad es una larga temporada de compras que se extiende desde el Black Friday en noviembre hasta Reyes en enero. No es fácil ya saber qué se celebra en ese arco de fechas. En el discurso mediático el objeto de celebración es cada vez más la compra en sí y cada vez menos los niños, la famila o el reencuentro.
Y sin embargo, bajo la Navidad, aunque en segundo plano, oculta y protegida a la vez por el símbolo solsticial, sigue estando, borrosa y achatada, la promesa del renacer comunitario.
Así que, seguramente lo que importa no es qué se celebra sino cómo lo celebramos.