5/03/2023 | Entrada nº 2 | Dentro de Moral

Moral comunitaria y cultura generacional

Esta generación creció pensando que consumir era una forma de aportar.

«La Generación Z está desconcertada por la tecnología básica» publica «Futurism» recogiendo a The Guardian, The Byte y muchas otras fuentes.

El problema no es que la llamada «Generación Z» no sepa utilizar una fotocopiadora, un scanner o un sistema gráfico de gestión de archivos. El problema es que llega educada en la pasividad total por una industria tecnológica que lleva dos décadas con el discurso de «que pueda usarlo tu abuela» (suponiendo por no se sabe qué que las abuelas tienen problemas cognitivos básicos) y una escuela que resuelve la investigación en buscar y reescribir lo que vomita Google (y pronto un ChatGPT maestro de las fake news académicas).

Lo terrible de los casos que cuentan el artículo y sus fuentes no es lo que no sepan usar un simple scanner, es que no se molestan en intentar entender cómo funciona y en su lugar piden «adiestramiento» a las empresas. Es decir, rematan la falta de curiosidad con la falta de autonomía más total sin entender qué el conocimiento de las cosas más básicas, empezando por las herramientas de trabajo, no es meramente instrumental ni es «para otro».

Esta idea de que el conocimiento y uso de una herramienta es un esfuerzo «para otro» es en sí misma destructiva y tiene un origen conocido: la centralidad del consumo durante las décadas startup, cuando las empresas luchaban por ganar usuarios gratuitos para mejorar sus números y crear las bases de lo que luego sería el big data a partir del que nacería la IA actual.

Esta generación creció pensando que «hacía un favor» por consumir. En el mundo del software libre resultaba chocante cuando ya hace 10 años recibías feedback de usuarios jóvenes «exigiendo» personalizaciones bajo la «amenaza» de dejar de usar el software liberado por la comunidad. Usuarios que pensaban que su aporte era meramente consumir y que la comunidad les debía algo por el hecho de que se hubieran dignado a usar una herramienta gratuita y libre. Aportar de verdad -documentando, descubriendo bugs o desarrollando funcionalidades- ni se les ocurría.

No estamos frente a un problema educativo ni tecnológico, estamos ante un problema moral que tiene que ver con la pérdida de la centralidad del trabajo en la definición de uno mismo y su relación con la comunidad/sociedad de la que es parte y con la incapacidad para tomar responsabilidad y verse a uno mismo como un ser autónomo, capaz de aprender y aportar por sí mismo en el entorno en el que se encuentre.

Es aquí donde toca incidir.