23/10/2023 | Entrada nº 48 | Dentro de Cambio Climático

La ausencia de cultura ecológica y los desastres del Pacto Verde

¿No resulta extraño que en plena «emergencia climática» la cultura ecológica difundida por los medios sea nula y en su lugar se promocionen una culpabilización absurda y un fatalismo interesado?

Una cultura ecológica que confunde los parterres y los campos con la Naturaleza

Conforme fueron acabando los encierros pandémicos, nos llamó la atención la proliferación de fotos en las redes sociales de chavales jóvenes que iban al campo, se sacaban una foto en un sembrado o un olivar y se felicitaban de lo bueno de estar «en la Naturaleza».

¿No se daban cuenta de que estaban en realidad en una fábrica de alimentos? ¿Que lo que veían ahí no era la Naturaleza en acción sino el trabajo humano?

No, pero no se les puede culpar cuando todos los días vemos a los medios describir parterres y nano-jardines en edificios de hormigón como Naturaleza. Eso sí, ¿No resulta extraño que en plena «emergencia climática» la cultura ecológica difundida por los medios sea nula?

Un problema de diseño

La cuestión está en el diseño mismo del Pacto Verde. Recordemos:

¿Se pueden eliminar emisiones sin transformar todo el sistema de organización social que nos ha llevado a producirlas? ¿Los gestores y dueños de los capitales invertidos en todo el sistema creado, desde empresas de automoción a las petroleras pasando por distribuidoras de alimentos, no iban a resistirse y atrincherarse para evitarlo?

La idea del «Pacto Verde» es que se les puede seducir usando su propio lenguaje e intereses. Básicamente: se puede comprar su apoyo si se ponen los «incentivos» de beneficio suficientes. No sale gratis para la gente común, sean trabajadores, agricultores o pequeños comerciantes y autónomos. El Pacto Verde significa renunciar a bienestar para unos y para otros simplemente saltar o agravar la pobreza, con tal de asegurar que los recursos se muevan dentro del sistema hacia la búsqueda de soluciones en vez de hacia el agravamiento de los problemas.

Pero una vez excitada el ansia de rentabilidades, no resulta nada fácil mantenerlas encauzadas sin que se vuelvan contra la Naturaleza y no sólo contra el bienestar de las personas.

El impacto ambiental de las renovables concentradas (macroparques)

Los macroparques fotovoltaicos que dejarán miles de hectáreas de cemento (cada placa va bien cimentada para que no salga volando) y desiertos negros en zonas que ya tenían bastantes problemas, son un ejemplo. Los macroparques eólicos otro tanto, no sólo por aves y murciélagos, también para los animales de granja. Los famosos «conejos caníbales» de Valladolid apuntaban a que está por estudiar el impacto de las grandes concentraciones de molinos sobre todo tipo de especies y en general sobrre la biodiversidad.

Y aquí es donde la falta de una cultura ecológica mínima se vuelve perversa en el entramado de intereses e inversiones que intenta movilizar el Pacto Verde. Porque aunque parezca mentira, la sociedad en general ha aceptado por bueno que los parques de energías renovables sean declarados de «interés público superior», es decir, que en la práctica «se libren» de un mínimo estudio de impacto ambiental antes de ser construidos.

Es fácil entender por qué un fondo de inversión ve como un obstáculo -a sus planes de negocio- la evaluación ambiental. Es incomprensible que los vecinos y las administraciones las dejen pasar.

Es más, habría que añadir al impacto ambiental un análisis de impacto social, porque concentrar los macroparques en comarcas concretas es condenarlas a no poder crecer ni sobrevivir, hasta el turismo rural deja de ser viable cuando el campo es sustituido por mares negros de placas y bosques de zumbantes molinos gigantescos.

La alternativa

La alternativa es avanzar hacia una mezca de energía distribuida en proximidad y conexiones ultraeficientes a larga distancia. De esta segunda ya hablaremos, centrémonos en la energía distribuida.

Como demuestran las CEL (Comunidades Energéticas Locales), no es necesaria la hiperconcentración. En todo caso, donde sería necesario concentrar serían los tejados, azoteas y fachadas de las ciudades, donde está la demanda. Y el resto, lo que no se cubriera con auto-producción, debería repartirse -no concentrarse- en el conjunto del territorio buscando los lugares de menor impacto posible.

¿Qué tiene que ver la ausencia de cultura ecológica con todo ésto?

Hoy no tenemos cultura ecológica. Se promueven en cambio la culpabilización absurda y el fatalismo.

La culpabilización es sencillamente absurda: no es la Humanidad la culpable del Cambio Climático, sino el sistema con el que se organiza la producción, que tiene sus beneficiarios, los inversores, cuanto más grande más beneficiados.

El fatalismo es interesado porque rema a favor de los mismos beneficiarios, los grandes inversores ahora convertidos en adalides de la «inversión verde».

La combinación está convirtiendo la realidad del Pacto Verde en opaca para los que, al final, a través de los precios, la pagamos y haciendo que la «Transición Ecológica» sea cada vez más social y ecológicamente dañiña,

Es hora de tomarse en serio la difusión científica ecológica.

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