17/6/2024 | Entrada nº 100 | Dentro de Maximalistas

¿Reglas para gestionar coops basadas en comunales?

No tenemos reglas mágicas, pero si principios, compromisos y claves de organización que permiten vivir, convivir y disfrutar la vida y la producción colectiva en torno a los comunales cooperativos.

Principio fundamental: Unicidad de la comunidad

La colectividad es una única comunidad que genera y cuida un único comunal. No hay «comuneros y comuneras», no hay «viejos y jóvenes», no hay unos «de aquí» y otros «de allá», no hay «fundadores» y «nuevos», ni ninguna otra divisoria basada en grupos ideales y «comunidades imaginadas». Y obviamente tampoco hay «propietarios» y «asalariados» ni «jefes» y «subordinados». Tampoco nos dividimos atendiendo relaciones reales.

En la comunidad que se organiza como colectividad hay personas. Cada una forma parte de otras comunidades: sus familias, sus amigos, sus grupos de afinidad... Que a veces se solapan también con los de otros comuneros. Todas esas pertenencias de cada uno nos enriquecen a todos. En nuestra mirada, pertenecer significa aportar. Aportar a cada una de las comunidades de las que somos parte es lo que esperamos de nosotros mismos. Y hacerlo no nos divide ni clasifica dentro de la colectividad como parte de un subgrupo diferenciado.

La colectividad es una y cuando alguien quiere referirse a otro o a varios otros, debe usar todos sus nombres.

Las dos bases de la vida colectiva

Centralidad del trabajo

Trabajo es toda acción consciente que aumenta la capacidad de transformar el medio. No solo es trabajo el trabajo mercantilizado, el que vendemos como mercancía. Aprender es trabajo. Informarse es trabajo. La acción política es trabajo. Las labores domésticas son trabajo. Darse tiempo para cuidar de los demás, es trabajo.

Sin trabajo colectivizado no hay comunidad plena. Colectivizar el trabajo nos permite desmercantilizar las relaciones internas, compartir de forma natural el aprendizaje y mutualizar las relaciones económicas externas.En una colectividad que funciona, incluso el trabajo que se vende como mercancía se interpreta y se realiza como aporte.

Comunal

El comunal es el sedimento que queda del trabajo colectivo. Comunal es todo lo colectivizado más todo lo creado juntos. La capacidad de acción y permanencia de una colectividad es proporcional a su comunal.

Hay una parte del comunal que está formada por bienes que existen en el mercado. Son los espacios, infraestructuras, herramientas y ahorros que aportan seguridad, bienestar y capacidad de trabajo colectivo. Pero también hay otra parte que está formada por intangibles no mercantiles ni mercantililzables. Dentro de ella está por un lado el conocimiento junto a las tecnologías y modos de organización ligados a él. Por otro, los resultados de la vida y el trabajo colectivo: rutinas, costumbres, relaciones interpersonales, afectos...

El comunal mercantil condiciona el tamaño potencial de la colectividad en cada momento; el comunal de conocimiento da la escala de la capacidad transformadora de su trabajo; y el comunal de relacio nes asegura su estabilidad. El objetivo primario de una colectividad es aumentar su comunal de conocimiento y sostener su comunal relacional arriesgando lo me nos posible su comunal mercantil.

Tres compromisos maximalistas

Escucha

Practicar de la escucha del otro y del mundo, esforzarse en la intervención clara y con aporte, es la base del compromiso comunero. En lo inmediato y concreto eso significa que nunca hay dos comuneros hablando al mismo tiempo en la mesa, el escritorio o en cualquier otro entorno colectivo.

Cuando alguien nos interrumpe, callamos. Y cuando interrumpimos sabemos que el otro callará. Ese es el compromiso básico de cada uno con todos los demás.

Escuchar y aprender a ser interrumpidos también nos entrena para dar valor a lo que decimos. Al hablar, escribir o argumentar tenemos que estructurar bien lo que queramos transmitir, ser claros y todo lo concisos que podamos ser. Pero una intervención compleja solo puede ser concisa cuando los contextos son comunes. Eso es fácil en la colectividad los contextos son parte del comunal pero frente otros exige buscar, reconocer y utilizar el máximo de contextos comunes.

El compromiso de escucha se extiende así a un «estar en el mundo» que no permite a ningún comunero ponerse al margen del tiempo en el que vive, de las noticias y de las novedades culturales, científicas o sociales, ni de la realidad que le rodea. Es la única manera de disponer de contextos que compartir con cualquiera que no haya participado de nuestra experiencia.

Ahorro en común

Todos somos iguales en responsabilidad, distintos en necesidades. Un comunero cuya familia viva en otro continente tendrá entre sus necesidades viajes que no estarán en las necesidades de otros cuyas familias residan en la misma ciudad. Una pareja con hijos tendrá más necesidades de tiempo y recursos mayores que otra sin hijos. Y un apasionado de la pintura necesitará para desarrollar su arte más medios que un jugador de ajedrez.

La colectividad debe satisfacer por igual las necesidades distintas de todos, aceptando que unas serán más caras que otras y dejando que cada miembro las evalúe por sí mismo y las pondere con la situación y los medios de la colectividad.

No. Nadie necesita un yate y tampoco un coche para su uso exclusivo. Y por supuesto, cuando la colectividad empieza o pasa una mala racha de ingresos se espera que la responsabilidad de cada uno reduzca los gastos más elevados, siquiera temporalmente y que el tema se trate colectivamente con franqueza.

A lo que nos comprometemos como comuneros es, en todos los casos, a no convertir ingresos colectivos en ahorros particulares. Todo el ahorro se integra en el comunal. Podemos tener un pequeño «buffer» instrumental en nuestra cuenta corriente personal para no 8 volver Los tres compromisos de todo comunero tener que hacer transferencias continuamente. Pero nada más. Lo que nos aporta seguridad no es el ahorro individual, sino el trabajo colectivo y el comunal.

Refundación

No existe nada parecido a un «futuro seguro». La única seguridad posible es la convicción de que seguiremos luchando y la esperanza de que no tendremos que hacerlo solos. En el límite, la colectividad existe mientras exista un único comunero dispuesto a mantener o levantar el sistema por sí solo, aunque implique empezar de cero.

Ese es precisamente el tercer elemento exigido para la pertenencia a la colectividad: el compromiso de levantar desde cero la colectividad si, por cualquier motivo, el comunero quedara como único miembro y custodio del comunal... Aunque del comunal no quedara ninguna parte mercantilizable, solo lo aprendido a lo largo del tiempo. No es que esperemos que ante una crisis aparezca un héroe. Es que para ser comunero hay que estar dispuesto a comportarse heroicamente... Aun cuando no haya nadie que sepa apreciarlo.

Principios de organización

Igualdad de las tareas

Todas las tareas necesarias son igualmente importantes, si no, no serían necesarias. Así que todos los comuneros deben poder realizarlas y realizarlas con gusto.Es muy normal que algunas personas tengan manía a alguna tarea concreta, y que no las realicen cuando haya otras personas dispuestas a hacerlo sin sentir sacrificio. Pero no es aceptable que rechacen toda una rama de actividades.

Puede producirte un disgusto extraordinario barrer, pero no todas las tareas domésticas. Puedes no tener la formación necesaria para programar en un determinado lenguaje y no tener ninguna gana de aprenderlo, pero no puedes rechazar ser parte del diseño de funcionalidades y procesos... y si no sabes planificar flujos tienes por tarea aprender a hacerlo.

Además, hay tareas que son fundamentales para el comunal y que todos tienen que poder realizar y, si no saben, aprender a realizarlas. Por ejemplo, tienes que poder argumentar y redactar de manera clara y estructurada. Y es fundamental la práctica cotidiana para eso.

También hay tareas que no pueden dejarse de lado sin poner en cuestión el compromiso de refundación. Por ejemplo, a todos nos disgusta vender. Pero no puedes quedar al margen de los procesos comerciales porque son tareas que se aprenden haciéndolas y sin ellas no se puede mantener la autonomía económica de la colectividad.

Decide el primero en enfrentar un problema

Que todas las tareas colectivas necesarias sean abordables por cada uno en la mayor medida posible, hace posible la herramienta fundamental para que una colectividad pueda existir como tal sin una agobiante división del trabajo: que el primero en enfrentarse a un problema sea el que tome la responsabilidad de resolverlo.

Da igual que sea una mesa sucia o un email de alguien involucrado en un proyecto que pide información: el primero en descubrirlo es el que tienen que dar una respuesta. No hay especialistas, no hay tareas exclusivas, hay responsabilidades colectivas. Hay cosas que hacer. Da igual quién empiece o por dónde. Cada cual toma una parte y la hace, el resto le sigue.

Ausencia de culpa

¿Y si el que toma la responsabilidad se equivoca? No hay culpa. Todos cometemos errores.

La cultura de la culpa es enemiga de la responsabilidad. Es el resultado de miles de años de esclavitud, miedo y control. Así que no nos la podemos permitir. Para nosotros no existe. Nadie culpa a nadie ni disfruta en absoluto si alguien se culpa a si mismo por un error.

Una colectividad se basa en la confianza: nadie va a desautorizar a nadie frente a terceros ni hacerle un reproche o soltarte un sarcasmo cuando menos se lo espera para cobrarse un error. Cada uno sabe que no tiene que excusarse ni exponer atenuantes ante cada fallo.

Acabar con la culpa es necesario para acabar con el miedo al fracaso, el gran enemigo de todo proyecto colectivo. El miedo al fracaso tiende a generar profecías autocumplidas, anula la autonomía personal y es capaz de vaciar de significado el mejor sistema de organización.

Llevamos el miedo tatuado. Es un resto de miles de años de organización social basada en la explotación. La explotación necesitó siempre de nuestro miedo, de nuestro miedo a los dioses, de nuestro miedo a la Naturaleza, al conocimiento y sobre todo de nuestro miedo a los demás. El miedo hace más aceptable la dependencia, hace parecer la renuncia a nuestras responsabilidades vitales una liberación. El miedo es el camino del sometimiento, del fatalismo, lo opuesto a la autonomía personal. El miedo nos lleva a pedirle a quien tiene la fuerza que nos cuide, que nos proteja. El miedo nos empuja a aceptar consuelo. El miedo nos retrata como seres desvalidos y comunidades impotentes en un mundo catastrófico necesitado de poderes fuertes. El miedo es el enemigo dentro de nuestras cabezas.

Se le vence a base de fracasar. Por eso no puede haber culpa.

Responsabilidad colectiva

Solo desterrando la culpa crece el comunal porque solo así se consigue que cada cual comparta la mejor información, lo más claramente posible, sin edulcorar ni dramatizar. A partir de ahí, corregir los resultados negativos es una tarea común. Aprender para la próxima, la responsabilidad de cada uno.

Porque todo es de todos y todos hacemos de todo, todos somos responsables de lo que se hace. Da igual quién lo hizo, lo hicimos. Eso quiere decir que ante el error o el fracaso, todos y cada uno debemos aprender, entender por qué ocurrió lo indeseado sin banalidad ni respuestas simplistas, discutir alternativas, probarlas y documentar para los que vengan después.

Responsabilidad colectiva significa también que nadie tiene por qué ordenar el trabajo, lo ordena la responsabilidad colectiva, que es la de cada uno. Nadie te va a «dar trabajo» en una colectividad, tienes que tomarlo y para eso tienes que tener coraje y reclamarlo o empezar a hacerlo sin más. Lo que hace el trabajo divertido es todo lo que no sabes, todo lo que necesitas buscar y aprender para poder completarlo. El comunal te dará los medios y los compañeros respuestas a lo que preguntes.

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