Cuando nos acercamos a las noticias de cada día, el mundo aparece en una espiral de barbarie. De los crímenes infames de Hamas, al terror de estado aplicado sobre poblaciones de millones, del más rancio antisemitismo en EEUU, Francia o España al cinismo más escandaloso convertido en «gesto solidario» en la Casa Blanca y las recepciones palaciegas europeas. De Ucrania a Gaza pasando por el Sahel y apuntando ya a una guerra futura en Taiwan. Y de fondo, en interiores, la pobreza laboral y el hambreo en auge en todos lados, de Argentina a España,
Y estos tipos hablando de un nuevo modo de vida
La cuestión es que a día de hoy lo único que tendría un sentido inmediato -un golpe en la mesa de millones a todos los lados de todas las fronteras antihumanas y asesinas, mandando cada cual al cajón de los errores históricos a sus dirigentes y sobre todo a las lógicas que nos han metido en ésto- está tan lejos que parece inimaginable. Y va a seguir siéndolo mientras sea reprimido socialmente el mero apunte de que el mundo no tiene por qué ser como es, sino que ya, aquí, ahora, en todos lados, puede satisfacer las necesidades de toda la especie humana y su equilibrio con el medio si la producción y la vida se organizan de otra manera.
La consciencia sobre lo social, la idea de que la forma en que los humanos nos organizamos es un producto de la acción humana y que debería atender y estar centrada en satisfacer las necesidades de todos y cada uno, se ha convertido en tabú.
Tiene sus motivos, más allá de que sostenga el status quo y las rentabilidades. Los desastres y horrores de las dictaduras stalinistas, las matanzas de baja intensidad» de la Guerra Fría, la barbarie low cost de las mil formas terrorismo que vivimos desde el 45 y las faenas de mil gobiernos que se vistieron de utópicos y socialistas y acabaron hambreando y mandando a la guerra a pueblos enteros, han instalado desde hace décadas la idea de que toda búsqueda de alternativas solo puede llevar al totalitarismo y la opresión.
Tan exagerada es la cosa que las versiones más bastas, brutas y violentas de lo mismo de siempre -llámense Milei o Bolsonaro, Hamas o Kahane, Orban o Modi- parecen atractivas en más de una barriada de sus respectivos países. Es la desesperación que da la ausencia de horizontes.
Y es un clima de época. Tan brutal es el arrase de la memoria y la invisibilización de la vida real que los mismos que criticaban (timidamente) «la casta» hace unos años ahora miden la «igualdad» por el número de mujeres en los consejos de administración que bendicen cada paso hacia la degradación de la vida, mientras los barrios trabajadores se descomponen en la marginalidad y los pueblos se vacían.
¿Y pensáis cambiar eso hablando de un nuevo modo de vida?
No basta con saber que la Humanidad no va a ningún lado por el camino que sigue. Hay que saber que existe un modo de vida alternativo, mejor y posible, desearlo en los huesos y batallar por él en consecuencia. Hasta que no haya una masa crítica así, los peores criminales no tendrán otra respuesta que la de sus competidores, no mejores que ellos. Y todo lo que tendremos a elegir será entre el fuego y las brasas.
Demostrar que un nuevo modo de vida es posible y hacer el modo de trabajar que lo sostiene todo lo asequible y cercano que pueda ser, es la forma en que aportamos a romper el tabú. Porque cuando pruebes una forma de vida y trabajo útil a los tuyos y más allá, alternativa a todo lo que empuja hacia el desastre, podrás imaginar una solución que no sea más de lo mismo con parches nuevos.
Y entonces, además, cuando veas las noticias del día sentirás que tu modo de vivir, tu trabajo y tu hacer, tienen sentido.