20/4/2024 | Entrada nº 88 | Dentro de Fundamentos

El taller en el que se ensayan futuros

¿Por qué son tan importantes las «pequeñas cosas» que revitalizan las comunidades locales o los barrios? Más allá de las batallitas políticas cotidianas, las tendencias de fondo que recoge la prensa internacional y los estudios científicos nos hablan de una verdadera Crisis de Civilización. Las alternativas urgen. Pero no pueden empezar a gran escala sin haber encontrado soluciones reales en lo pequeño y lo comunitario.

Lo que las noticias cuentan más allá de las batallitas políticas

En nuestro canal de noticias seleccionamos opiniones y estudios que se publican en la gran prensa internacional y las principales revistas científicas y que apuntan tendencias presentes que dan forma a nuestra realidad y lo que viene.

El panorama es desolador: se habla constantemente del estancamiento cultural de las últimas décadas y de cómo las tecnologías características de nuestra época (Internet y ahora la IA) no han hecho sino agravarlo. En ese marco global, los estudios nos dicen que las dos únicas tendencias que crecen globalmente son el belicismo y la devaluación del trabajo.

La cultura lo muestra por todos lados: la banalización de la guerra se muestra cuando hasta en EEUU fantasean con una guerra civil y la pérdida del valor del trabajo en una inflación identitaria entre los jóvenes que, alimentada muchas veces desde las propias instituciones públicas e industrias culturales, acaba en la fractura social, con una polarización entre identitaristas que deja fuera de juego el universalismo, legitima el rechazo de la igualdad y conduce por tanto a la negación de la comunidad humana y de toda esperanza de algo mejor.

Mientras tanto el trabajo se hace cada vez más inestable, las rentas del trabajo caen y ya no garantizan escapar de la pobreza. Una tendencia que es el pan de cada día de cada vez más jóvenes. Y ni hablemos de los mayores.

No estamos hablando de errores políticos, o de malos gobernantes. Son fenómenos sostenidos en el tiempo y mundiales, producto de unas reglas de juego que se ceban especialmente en las regiones y países menos capitalizados pero que de las que no escapa nadie.

Y ahí está la crisis ecológica para dejarlo claro: dejar de destrozar el medio natural no es rentable... ni siquiera con los incentivos del Pacto Verde europeo, así que las empresas empiezan a desmontarse de sus promesas medioambientales, el fin del transporte basado en quemar cosas comienza a difuminarse y la famosa circularidad se deja de lado para favorecer el hambre de ventas a corto plazo.

Prácticamente nada escapa de lo que, a todas luces es una verdadera Crisis de Civilización.

¿Hay alternativa a la impotencia?

Hoy nos llamaba la atención un newsletter del New York Times que afirmaba una vía de optimismo. Y lo hacía de una forma original: apostando por las periferias, por lo que queda fuera del mainstream.

Si bien existe una poderosa tendencia hacia la homogeneización cultural y la uniformidad global, la era de Internet también permite más innovación dentro de la cultura si se sabe dónde buscarla: produce más conformismo en el centro, tal vez, pero más fermento las periferias; Pensamiento de grupo más debilitante, pero también más excentricidad y experimentos radicales. (...)

Si la regla de un mundo globalizado y digitalmente unido es la pasividad desadaptativa, también se pueden ver algunas excepciones notables (...) Una gran cantidad de fragmentos, culturas y creencias deberían ser suficientes para generar renovación desde dentro.

El mismo autor reconocía que el propio sistema hace «difícil que los fragmentos y las subculturas crezcan» lo suficiente como para «estallar y realmente cambiar el mundo» más allá del «excepcionalismo de una ciudad, una región, una universidad o una comunidad online». Pero esto es parte del gran aprendizaje social. Ninguna transformación real va a surgir de una ocurrencia o una moda.

Para que lo nuevo demuestre que es escalable y crezca, tiene que acertar a solucionar los grandes básicos antes, desde lo pequeño y lo local.

Tal y como nosotros lo vemos, difícilmente vamos a poder revalorizar el trabajo si no somos capaces de aportar soluciones cooperativas concretas a la precarización y la falta de oportunidades; difícilmente vamos a poder resolver los problemas sociales y ecológicos ligados a la hiperconcentración territorial y urbana si no somos capaces de construir vidas mejores en la repoblación rural; difícilmente vamos a poder plantear una transición verde global si no somos capaces de convertirla en mejora de las condiciones de vida en nuestro entorno; difícilmente vamos a revitalizar el universalismo y la igualdad si no somos capaces de rescatar lo comunitario del acoso de una moral individualista y atomizadora que mercantiliza hasta el último rincón de las relaciones interpersonales.

Y todo eso se logrará -o no- antes de generalizarse, en la pequeña escala y en el trabajo de cada día. Y se logrará -o no- en la medida en que haya quienes se remanguen y se pongan a trabajar por ello en cuerpo y alma. Y para que eso ocurra y haya pioneros hay que empezar por abrazar lo pequeño y verlo con los ojos de lo que puede llegar a ser: el taller en el que se ensaya un futuro que realmente merecerá la pena vivir.