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Hace una década, en pleno pico de la crisis que estalló en 2009, se hablaba de un «nuevo modo de vida» a medida de los «milennials» basado en la «sharing economy» y la «nueva cultura del compartir».
Sólo la comunidad organizada puede generar un mejor modo de vivir
Hace una década, en pleno pico de la crisis que estalló en 2009, se hablaba de un «nuevo modo de vida» a medida de los «milennials» basado en la «sharing economy» y la «nueva cultura del compartir».
Sin hacer visible y tangible la posibilidad y necesidad de un nuevo modo de vida, la idea de que la forma en que los humanos nos organizamos es un producto de la acción humana y que debería atender y estar centrada en satisfacer las necesidades de todos y cada uno, seguirá siendo tabú.
Cuatro bases de la vida cotidiana de las colectividades. Bases que funcionan y que cimientan un nuevo modo de trabajar y vivir. Y que pueden aplicarse en muchos otros entornos, desde la familia a las asociaciones o las cooperativas.
De la regla de San Benito a Chernichevski, invitar a un nuevo modo de vivir ha tenido herramientas muy diferentes, pero efectivas.
No hay soluciones individuales a la crisis del modo de vida. La salida pasa por el trabajo y la organización colectiva. Pero la mera inserción laboral en las condiciones actuales tampoco aporta.
Para unos y otros, cuanto más invisibles permanezcan los kibutz en el relato sobre qué fue, qué es y qué pudo ser Israel, mejor. Porque todos cabalgan felices por el marco general de explotación, deriva autoritaria, segregación y militarismo en Israel, todos tienen algo que ganar con la plomiza realidad de explotación, brutalidad clerical-mafiosa y militarización de la Gaza sometida por Hamas.
Las formas incipientes de producción cooperativa y distribuida, socialización de la información y propiedad comunal universal, van a ser cada vez más importantes para satisfacer las necesidades humanas más básicas.
Una de las cosas más interesantes de los últimos dos años en la red ha sido la evolución retórica de conspiranoicos y espiritualistas. Es todo un salto evolutivo desde la retórica cientifista -y no menos tramposa- del decrecimiento.