La miopía se ha convertido en una epidemia mundial: La prevalencia en la UE y EEUU se ha duplicado el las últimas décadas y entre los adultos jóvenes de Corea, Taiwán y China, se sitúa ya entre el 84% y el 97%. Tomando los datos mundiales, la miopía es ya la principal causa de discapacidad visual y la segunda causa de ceguera.
¿De dónde sale ésto? ¿Por qué en un plazo tan corto millones de jóvenes en todo el mundo se volvieron incapaces de ver correctamente de lejos?
El caso es que la extensión de la miopía es un resultado civilizatorio: la falta de exposición suficiente a la luz del sol -y en menor medida, lo escaso de las distancias urbanas- reduce la producción de dopamina... lo que deforma el ojo. Tan fácil como eso: falta de luz y horizontes.
Significativamente, esta epidemia civilizatoria es disfuncional para la propia civilización que la genera. Los bioeconomistas, que nunca faltan en un sistema que sólo sabe medir en función de la rentabilidad de las inversiones, han calculado que costará al capital global alrededor de 244.000 millones de dólares en pérdida de productividad.
Si no fuera terrible en lo que significa en términos de destrucción de vidas sería hasta poético: la oscuridad y la falta de perspectivas del modo de vida asociado a la hiperconcentración (del capital y por tanto de las ciudades) distorsiona la capacidad de visión de las nuevas generaciones, hace miope a una especie que necesita horizontes para desarrollarse y la deforma incluso físicamente.
Para superar de una vez esta monstruosidad destructiva, hay que recuperar la capacidad de ver, ganar luz y tomar perspectiva. ¿Te unes?