La lógica de la abundancia y la topología de redes
A partir de su teoría la individuación y la evolución de identidades, Juan introduce las comunidades identitarias como espacios económicos diferenciados. Los caracterizará no sólo por tener menores costes de transacción, sino por producir -gracias a los efectos red- una situación inédita de competencia perfecta, algo que en un entorno de costes marginales nulos o casi nulos, significa abundancia.
El impacto de la Web en la mirada de los economistas en la segunda mitad de los noventa
El desarrollo y especificación pública -y gratuita- del HTML, el protocolo http y del software básico (servidor/navegador) de la web por Tim Berners Lee a partir de 1991 puso en marcha una explosión social en el uso de Internet. En menos de dos años la cantidad de contenidos en la naciente World Wide Web se hace abrumadora. Nacen los primeros directorios y buscadores. Yahoo! se presenta en enero de 1994.
Los economistas intuyen que lo que está apareciendo en la web es un mercado de contenidos en competencia perfecta: nadie puede fijar precios, nadie puede amenazar con irse y devaluar la red si se va, no hay barreras relevantes de entrada...
Sin embargo, un primer fenómeno sorprende a los observadores, acostumbrados a kioskos y suscripciones: casi todos esos contenidos son gratuitos. No hay mayor problema en explicarlo para el modelo. En el modelo ideal de competencia perfecta, el precio de un bien es igual al aumento de costes totales generados por la última unidad servida, lo que se conoce como coste marginal. Y el coste generado porque una persona más acceda a nuestro sitio web es cero. Es un primer destello de la posibilidad material de la abundancia que está abriéndose camino a través de las nuevas tecnologías de comunicación en red.
Juan Urrutia y la lógica de la abundancia
Más allá de los costes de transacción
Recordemos el contexto que vimos en el primer tema: los teoremas de la economía del bienestar han convertido sus restricciones (mercados en competencia perfecta, ausencia de asimetrías de información, ausencia de costes de transacción y ausencia de externalidades) en un verdadero programa de intervención desde el que se juzga cualquier aproximación a la realidad, ya sea una crisis de deuda en Argentina o una nueva tecnología. Internet no va a ser diferente.
Por otro lado, que Internet iba a reducir los costes de transacción era parte de las expectativas socialmente instaladas a finales de los noventa.
La utilización sistemática de las TIC disminuye significativamente los costes de transacción y, por consiguiente, disminuye el coste de generar el output, es decir el denominador del output per capita cuando el trabajo se mide en términos de eficiencia. Que esto es así lo observamos al darnos cuenta de que las empresas en general están comprando en el mercado lo que antes producían internamente y de que incluso están cambiando su naturaleza. Para una empresa eléctrica puede ser más inteligente dejar de producir y concentrarse en comerciar con la energía producida por otros. Ya en el mundo de las TMT vemos cómo el MP3 fuerza a que las empresas discográficas dejen de producir CDs físicos y se limiten a gestionar derechos y cómo se va haciendo probable que las grandes compañías de software dejen de venderlo y se limiten a gestionar el cobro del derecho a bajarlo de la red. Estos ejemplos son, creo, más significativos que la proliferación de proyectos B2B o B2C pero unos y otros son, en cualquier caso, fruto de la reducción de los costes de transacción propios del intercambio en el mercado.
Pero la aportación de Juan Urrutia va mucho más allá de señalar la reducción de costes de transacción cuando, en un giro sorprendente, en vez de analizar cómo pueden anularse las externalidades -es decir, asegurarse de que sólo los que hacen algo reciban sus costes y/o beneficios-, llega a la conclusión de que son precisamente las externalidades que se producen en las redes las que permiten llegar a una situación de competencia perfecta y por tanto generar abundacia, siquiera sea para los bienes digitales.
A mi juicio la idea central de la Nueva Economía es que esas externalidades, denominadas respectivamente aprendizaje por la experiencia y efecto red, y especialmente este último, adquieren una importancia crucial en presencia del desarrollo de las TIC. En efecto cualquier cosa que puede ser reducida a bits y comprimida para su transporte por la Red (y la información sobre cómo construir aviones así como la comunicación de datos entre miembros de una red telefonía son dos ejemplos paradigmáticos) puede ser reproducida a coste prácticamente nulo.
Las piezas de la argumentación
Para entender cómo llega ahí necesitamos entender varios elementos.
- Red identitaria. Definida en los términos del tema anterior.
- Netweaving, es decir el zurcido de redes identitarias que gracias a esta actividad van solapándose entre sí extendiendo la confianza entre los agentes que hasta entonces sólo existía dentro de cada red.
- El efecto red, esto es, que cuanto más crece una red, más valor aporta al último que quiere unirse y menos relevante es para la propia red y sus miembros la eventual salida de uno de ellos. El ejemplo típico el teléfono: para los dos primeros usuarios, la red -formada por ellos dos- les aportaba el valor de poder comunicarse entre sí. Y si alguno de los dos decidía darse de baja, la red perdía todo su valor. Pero conforme creció el número de usuarios, el valor de la red para el recién llegado es mayor (puede hablar con más personas). Y a partir de cierta cantidad de usuarios, es irrelevante si algún usuario se va, así que si alguno amenaza con marcharse si no obtiene, por ejemplo, un descuento en el uso del servicio, la compañía lo ignorará sin mayores problemas.
Veamos el argumento principal paso a paso:
Para empezar notemos que Internet permite el funcionamiento del Netweaving, es decir la conformación de redes de personas que comparten una identidad y se tienen confianza mutua y que esto, a su vez, tiene dos implicaciones inmediatas importantes. Por un lado transforma las comunidades inertes en agentes activos que pueden actuar en coalición al ser posible que los compromisos entre ellas sean firmes y creíbles. Por otro lado, al conectar, directa o indirectamente, cada persona con muchas otras, el Netweaving hace surgir muchas oportunidades de colaboración o intercambio que antes se desconocían o no se podían aprovechar por falta de confianza y que pueden llegar a proporcionar nuevas formas, más baratas, de acceso a los bienes y hasta nuevos bienes como los chats, que no son sólo una versión on line de la tertulia, sino que pueden llegar a ser, en ciertas condiciones y como mero ejemplo, un input importantísimo del marketing.
Continuemos mostrando que ambos cosas, la conformación de redes de personas y las consiguientes oportunidades, contribuyen a aumentar el output que un sistema económico puede generar con independencia de la emergencia de nuevos bienes. Para ello rastreemos lo que ocurrirá en la culminación del proceso de Netweaving cuando, por así decirlo, todas las redes estén ya tejidas y conformen una red de redes solapadas en la que todo individuo está conectado con cualquier otro.
Pues bien, arguyo que, en esa situación límite, se ha alcanzado lo que los economistas llaman competencia perfecta.
Hay dos evidencias indirectas que nos hacen sospechar que esto es así. Primera, la extensión de redes hace que no haya ninguna ventaja del intercambio sin explotar y esto es la definición de una situación económica óptima. Pues bien el sistema de precios de libre mercado sostiene ese óptimo en ... competencia perfecta, tal como sabemos por el segundo teorema del bienestar.
Segunda, como todas las coaliciones están activas pueden bloquear cualquier asignación que no esté en el núcleo de una economía y, como sabemos por el teorema de equivalencia, éste núcleo coincide con las asignaciones que se pueden obtener por el sistema de precios de libre mercado ... en competencia perfecta. Es decir el Netweaving ha conseguido conformar las condiciones que garantizan el funcionamiento óptimo del sistema de precios así como su estabilidad frente a cualquier otro mecanismo de asignación de recursos y siempre hemos sabido que esas condiciones tienen que estar relacionadas con la competencia perfecta.
Pero es que, además, hay una relación inmediata, no sólo entre lo que la competencia perfecta permite y lo que el Netweaving consigue, sino también entre esto último y lo que la competencia perfecta es. En efecto esta situación es una en la que nadie tiene poder monopólico. Alguien lo tendría si, pudiendo aportar algo positivo a la red o al grupo al que pertenece, pudiera extraer el correspondiente beneficio de la amenaza de no aportarlo yéndose de la red o del grupo. Ahora bien, por el efecto red sabemos que cuanto más grande es una red más gana un individuo al introducirse en ella pero menos aporta el grupo. Por lo tanto, cuando la red está completada, nadie aporta nada significativo y nadie puede extraer beneficio alguno por marcharse. Nadie tiene poder monopólico: estamos en competencia perfecta.
Para ampliar
Redes de personas, Internet y lógica de la abundancia, Juan Urrutia (2001)
Confianza, identidad y topología de redes
Hasta aquí el modelo puro. Pero Juan Urrutia, un auténtico kontraren kontra bilbaino, no va a dejar de darle una vuelta más allá. La cuestión es ¿basta coser redes entre sí para extender la confianza y reducir sustantivamente los costes de transacción? La respuesta, pasando por la idea posmoderna de identidad como multipertenencia, acaba planteando una nueva tarea de investigación: sumergirse en la topología de redes.
Entre todos los aspectos de una red que acabo de destacar, el fundamental y del que siguen los demás es el identitario. La identidad empieza a ser un tema que economistas respetables (Vease Akerlof y Kranton (2000) o Kelly y ó Gráda (2000)) empiezan a considerar. Yo mismo lo he tratado de manera más filosófica (Urrutia 2001) pero para comenzar a entenderlo de manera intuitiva notemos una tensión importante entre los que pertenecen y los que no pertenecen a una red.
Si perteneces eres alguien, existes para los demás, bien como miembro de su misma red bien como miembro de otra red alternativa. Si no perteneces eres un ser anónimo, no eres nadie, no existes. Esta tensión refleja una contradicción entre la que se mueve todo ser humano. En efecto todos sentimos simultáneamente el tirón de la individualidad y la llamada de la especie. Esta última nos reclama ser alguien, nos empuja a identificarnos con los otros como un remedo de eternidad; pero el tirón de la individualidad nos arrastra a elaborar nuestra personalidad única como seres que conforman su propia clase y que no pertenecen a ninguna red, comunidad o tribu, es decir como seres que no son nadie a los ojos de los demás. Diversas resoluciones de esta contradicción dan origen a distintas formas de realización humana desde el héroe romántico al antihéroe de novela negra pasando por el santo místico.
Pero todas estas figuras retóricas, que dramatizan una tensión bien conocida por cualquiera con un mínimo de capacidad de introspección, pierden su cualidad ejemplar cuando tratamos de caracterizar la resolución actual, posmoderna, de la tensión entre ser alguien y ser nadie. Esta resolución está muy bien ejemplificada por el cazador de marcas y asesino sicótico de American Psycho, la novela de Bret Easton Ellis (1993). Este personaje es alguien, porque pertenece a alguna red identificada por una marca. De hecho es muchos alguienes porque no siempre lleva la misma marca. En el fondo no es nadie porque no es fiel a ninguna red en particular. Esta forma posmoderna de resolver el conflicto humano que estoy tratando de glosar es novedosa porque llega a la individualización, a la determinación de la identidad , no por la renuncia a pertenecer, sino por la proliferación de pertenencias. El ser más único, el más heroico, es el que pertenece a todas las redes posibles.
La relación entre identidad y confianza es un tema al que se le presta cada vez una mayor atención académica tal como los trabajos de Alesina y Laferrara (2000) y Glaser et al. (2000) ponen de manifiesto. Pero la multipertenencia que acabo de destacar pone en juego la generación y el sostenimiento de la confianza mutua. En principio parece que el héroe posmoderno puede finalmente cultivar sus múltiples yoes; pero esta ampliación de la libertad tiene su precio. Este hombre de hoy nunca está aislado, siempre está acompañado; pero nunca por la misma persona; pertenece a todas las redes existentes pero no se identifica del todo con ninguna. Este ser es, como Spinoza, un marrano en todas partes, en ninguna tienen confianza plena en él y, lo que aquí más nos interesa, ilustra la relación entre arquitectura [de la red] y confianza mutua.
En efecto, parecería que ésta última [la confianza] es mayor (y, en consecuencia, disminuye los costes de transacción en mayor medida) cuanto más tupida es la arquitectura de la red, cuanto más solape haya entre distintas redes. Pensaríamos pues que cuanta más multipertenencia hay mayor es la confianza mutua; pero esto contrasta con la desconfianza que generan los Spinoza de este mundo, una especie en peligro de explosión tal como los ejemplos de adolescentes y Friends, citados más arriba, querían ilustrar.
La moraleja de estas disquisiciones quizá poco académicas sobre identidad y confianza mutua es que la relación entre estos dos conceptos ya no es sencilla sino que se ha ido problematizando. Prácticamente hasta el momento presente, en que las redes tenían pocos solapes, la identidad era una cuestión de pertenencia y la confianza mutua era una consecuencia inmediata. La literatura citada en esta sección se encuentra todavía en este estadio pero hoy la identidad posmoderna es una cuestión de multipertenencia, las redes son muy solapadas pero la confianza mutua no es automática.
Una primera aproximación a este problema llegará un par de años después con un folleto titulado Aburrimiento, rebeldía y ciberturbas, donde desde el punto de vista de las topologías de red -la forma que toman las conexiones entre los miembros de una red- intentaba aproximar qué hacía a unas redes más propensas al cambio que otras.
Escrito en 2003, el trabajo está fuertemente influido por las primeras manifestaciones de un nuevo tipo de movilización nacido en Internet: convocatorias más o menos espontáneas maduradas en la blogsfera y coordinadas en la calle con redes distribuidas de teléfonos móviles, sin liderazgos ni estructuras representativas claras. Pero observemos que lo que sirve para explicar bajo que condiciones se sale del armario en un contexto adverso de represión y control político, también sirve para explicar bajo qué condiciones se transmite la confianza de una red identitaria a otra. Porque eso es exactamente lo que pasa cuando eclosiona un movimiento de este tipo.
El concepto de partida será el del umbral de rebeldía: el número de miembros de mi red que deben estar dispuestos a cambiar su comportamiento para que yo mismo lo cambie. Un concepto que lleva a plantearnos cómo la densidad y estructura de las redes las hacen más o menos estables y por tanto más o menos abiertas, ya que lo que permite el cambio no es cuántos miembros de la red estén dispuestos a mutar, sino cuantos sé que están dispuestos a hacerlo si yo mismo muto y cuantos saben bajo qué condiciones lo estoy yo. Es decir, lo que permite el cambio es el conocimiento común existente en la red.
El resultado al comparar distintas formas de redes es paradójico pero feliz desde la mirada del modelo de la lógica de la abundancia: con umbrales de rebeldía altos -es decir, en redes muy conservadoras- el cambio es tanto más fácil cuanto menos densa es la red. La capacidad del Netweaving para articular la confianza en grandes sociedades urbanas donde los lazos directos entre los miembros no son de una gran intensidad, parece garantizada. Otra cosa son grupos pequeños y muy motivados, con umbrales de rebeldía bajos. Aquí, cuanto más densa sea la red de relaciones, más fácil será el cambio. Además, siguiendo los trabajos pioneros de Chew, Urrutia señalaba que si las redes menos densas son las más estables, también son las que más fácilmente crecen y esa facilidad incluye también su capacidad para incorporar nuevos mutantes que acaben generando cambios sociales.
Al conjugarse estas dinámicas, veíamos por ejemplo, la dialéctica entre los grupos de desarrollo de software libre -comunidades pequeñas, muy motivadas e innovadoras- con la masa creciente de usuarios de software libre, mucho menos densamente conectados entre sí y generalmente más conservadores a la hora de cambiar de marco de trabajo digital. Y con el tiempo veríamos la relación entre la cooperativa -un pequeño espacio de abundancia- y la comunidad mayor; y toda una serie de dialécticas sociales de expansión de la abundancia.
El eslabón entre una escala -y topología- de red y otra, el fenómeno de netweaving por excelencia, serían las install parties linuxeras, las ciberturbas de los movimientos de protesta o las kedadas abiertas de las infinitas redes identitarias. El paso de lo virtual a lo presencial cobraba sentido en el gran modelo de la abundancia como forma de extender la confianza y acelerar los cambios en la medida en que son grandes momentos de extensión de conocimiento común.
Para ampliar
Aburrimiento, Rebeldía y Ciberturbas, Juan Urrutia (2003)
El modelo de la Lógica de la abundancia se esbozaba así no sólo como caso particular de Internet, sino como la base de una Nueva Economía construida desde la ortodoxia neoclásica más estricta y sin embargo capaz de articularse con la realidad del espacio real de abundancia que estaba emergiendo: el de los grandes comunales universales digitales de conocimiento aplicado. Estaba dado ya el primer paso hacia la restauración de la perspectiva general de abundancia trazada por Keynes en Las posibilidades económicas de nuestros nietos. La cuestión a desarrollar era, ¿puede la abundancia extenderse por el sistema económico más allá de lo digital?