El camino hacia la abundancia y sus protagonistas
¿Se extenderá la abundancia desde lo digital al resto de la producción? ¿Mediante qué mecanismos? ¿Frente a qué obstáculos? ¿Cómo es el mundo de la abundancia «en el límite» y en qué se diferencia del de Keynes? ¿Cómo son los tipos humanos que lo pueblan?
La abundancia en el límite
Cuando Keynes reivindica la perspectiva de la abundancia en plena crisis del 29 no se preocupa demasiado por explicar el proceso que ha de llevar a ella, para él queda todo dicho con la fórmula: «la ciencia y el interés compuesto». Básicamente: la innovación tecnológica -en principio no planificable ni predecible a largo plazo- y el efecto de la acumulación de capital, operan como fuerzas inexorables a medio plazo para acabar solventando el problema económico. Y eso es lo esencial de su mensaje: el problema económico -es decir, la escasez- es sólo una etapa en la Historia humana y llegará a resolverse.
Cuando Juan Urrutia recupera esta perspectiva a partir de la lógica de la abundancia en Internet, lo hace en el momento y el contexto menos propicio imaginable, en el que el texto de Keynes se trata todavía como una frikada o una fantasía. Este Keynes post-económico no se recuperará hasta años más tarde, cuando la crisis de 2008, lejos de pasar, se convierta en un largo estancamiento sin perspectivas.
Juan Urrutia en parte por su fondo neoclásico, en parte porque quiere ser prudente, coloca la competencia perfecta y la abundancia en el límite, ese lugar imaginario, tendencial, con el que los economistas describen situaciones que orientan el presente pero a las que nunca se llegará plenamente. Porque abundancia, al final, significa «economía desmercada», sin intercambio, pura e infinita donación de la comunidad humana a sí misma, que es de lo que hablaba Keynes en 1930. Y eso es el núcleo del tabú establecido universalmente en los noventa, porque la descalificación como utopismo totalitario de todo pensamiento post-mercantil era el núcleo y el verdadero significado del supuesto fin de la Historia.
Pero al colocar la abundancia en el límite lo que importa pasa a ser lo que nos mueve hasta ahí, no lo que allí encontraremos, como en el texto de Keynes. En el modelo de Juan Urrutia ese camino es la combinación de la disipación de rentas, innovación, «competencia fraternal» y reducción de costes marginales, aderezado por la idea de que la creciente intesividad en conocimiento de todos los sectores, permeraría poco a poco el conjunto de la estructura económica de destellos de abundancia.
La disipación de rentas
La llave de la abundancia en este modelo es, como vimos, haber desarrollado condiciones similares a las de la competencia perfecta. En un entorno así, donde nadie tiene poder de monopolio alguno, no se producen rentas. ¿Qué son rentas? Toda ganancia que excede la propia del precio de equilibrio en competencia perfecta. Ese precio, como vimos, es igual al coste marginal, el incremento de costes generado por servir una unidad más de producto. Y la ganancia asociada a ese precio en el modelo es el coste de oportunidad, es decir, a la siguiente mejor cosa que pudiera hacer con sus recursos.
La gracia del modelo de equilibrio general -que implica la existencia de competencia perfecta- es que en esa sociedad capitalista ideal, competitiva y absolutamente líquida y atomizada, nadie puede acumular ni obtener ventaja respecto a sus competidores gracias a haber generado beneficios extraordinarios por encima de su coste de oportunidad.
Esto se parece poco a lo que podemos observar hoy en prácticamente cualquier industria... salvo la distribución de contenidos digitales. Ya vimos que para los bienes digitales puros el coste marginal es cero -o casi cero-, por eso, el desarrollo de Internet y las tecnologías digitales, al permitir la reproductibilidad de todo tipo de contenidos con costes prácticamente nulos, fue un motor de disipación de rentas en las industrias culturales. Juan Urrutia remarca que en la medida en que los distintos sectores económicos se fueran haciendo intensivos en conocimiento, la lógica de la abundancia los iría permeando y afectando, disipando rentas a su paso.
¿Qué es la disipación de rentas? El proceso por el que la competencia y la innovación tecnológica, mano a mano, eliminan la posibilidad de que ningún agente quiera ir más allá de lo que le corresponde en competencia perfecta y que representa, dentro de ese modelo ideal de mercado competetivo, lo más cerca que se puede llegar, dado un nivel tecnológico, a la abundancia de manera eficiente para un bien/ mercado determinado.
La disipación de rentas es un concepto que Juan Urrutia tomó de su amigo Michele Boldrin, quien con David Levine, desarrolló desde finales de los noventa una teoría de la innovación en el marco neoclásico que hoy podríamos considerar canónica. El propio Boldrin lo explicaba así en su prólogo a El capitalismo que viene:
La renta se crea cuando alguien inventa algo nuevo, en oferta limitada y para lo que existe demanda. Si esta renta se disipa, es porque o bien 1) alguien ha encontrado maneras de (re)producir el mismo y novedoso bien utilizando factores de producción abundantes o fácilmente reproducibles, o bien 2) alguien ha encontrado otra invención que hace lo mismo que la anterior, o mejor, y puede vender esta otra invención a un precio competitivo con la anterior.
Propiedad intelectual, creación artificial de escasez y disipación de rentas

Boldrin y Levine por cierto, desarrollarían a partir de su modelo sobre la innovación, una refutación de la necesidad de propiedad intelectual a la que se sumó desde el primer momento Juan Urrutia como uno de sus principales difusores.
En aquel momento, ya eran muy conocidos casos que corroboraban la disipación de rentas y el aumento consiguiente del acceso a la innovación por más personas en algunos medicamentos estrella de la industria farmacéutica (tecnologías de ingeniería inversa), los bienes culturales (Internet), el software (software libre) y hasta el material quirúrgico (impresión 3D), pero Boldrin y Levine formalizan esa experiencia de modo que a partir de ellos resulta ya imposible atribuir a la Teoría Económica la defensa de la propiedad intelectual.
La idea que demuestran es que aún con mecanismos de disipación de rentas casi inmediatos, el hecho de realizar una creación o innovación, de ser su autor, genera unas cuasi-rentas que son suficientes para que los innovadores o creadores sigan produciendo creaciones e innovación, sin necesidad de otorgarles un monopolio -la propiedad intelectual- que sólo sirve para darles una renta que necesariamente frenta la adopción de la innovación por el mayor número posible de personas.
En términos de Juan Urrutia, la propiedad intelectual es un mecanismo de creación artificial de escasez. Pero no es el único ni mucho menos. En general, lo es todo intento de reducir la disponibilidad de un bien para aumentar los beneficios que genera a su vendedor, sea creando leyes que restrinjan la competencia como las de propiedad intelectual o cualquier otro tipo de barrera.
¿La disipación de rentas acaba en abundancia o es un ciclo sin fin? Para Boldrin, la disipación de rentas es parte del ciclo de innovación capitalista, no tiene un final, una meta, ni siquiera un límite. Hay una renuncia expresa a la perspectiva de la abundancia keynesiana.
La disipación de rentas es el resultado de la competencia capitalista que trabaja y funciona, de la misma manera que la creación de rentas es el resultado del capitalismo competitivo que funciona. Creación de rentas y disipación de rentas, creación de rentas y disipación de rentas… el capitalismo que funciona, viniendo. Ahí está la respuesta de Juan Urrutia a las preguntas anteriores: ¿cuánta libertad económica y cuánta propiedad privada son lo «justo»? Respuesta: las suficientes para que el capitalismo que viene siga funcionando, creando rentas y disipándolas.
¿Es así para también para Juan Urrutia? Entre 2002 y el estallido de la crisis global financiera parece entender que, por mecanismos espontáneos, una vez la abundancia aparece en una producción no hay marcha atrás. ¿Por qué iba a abandonarse la gratuidad o cuasi-gratuidad una vez alcanzada como situación eficiente? Pero a partir de 2008, el marco original de la Lógica de la abundancia empieza a agrietarse.
El efecto de la crisis de 2008 sobre el pensamiento de Juan Urrutia
La abundancia ya no es lo que era
A partir de la crisis de 2008, Juan Urrutia pega un giro radical: pasa de afirmar que, la aparición de condiciones similares a las de competencia perfecta en el mundo digital distribuido hace posible la abundancia, a afirmar que competencia perfecta y abundancia son la misma cosa.
Confundimos la estética con la ética y comenzamos a escuchar los cánticos de exaltación de los valores de siempre que habrían sido traicionados por la avaricia y la idolatría del dinero. Tendríamos que volver al amor al trabajo, a un mundo considerado con las generaciones por venir y sostenible. Curiosamente la concepción que subyace a esta palinodia se parece mucho a la descripción que hace Marx (en La Ideología Alemana) del comunismo una vez realizado : "...en todas las sociedades anteriores (el hombre ha sido) cazador, pescador, pastor o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; …. la sociedad comunista…. hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos."
Y esta actitud que, arguyo, es la que hoy prevalece aunque nadie se acuerde de la cita, me da pie para perfilar la segunda posible diferencia entre lo que escribí con ánimo prospectivo-teórico y lo que está ocurriendo como segunda fase de la Gran Recesión.
Nos encontramos pues con dos vía posibles hacia el mundo que viene. O la austeridad franciscana hermanada con el mundo animal y natural o la exuberancia asociada a un mundo cada vez más artificial que, no sujeto a leyes naturales, progresa sobre la base de la desolidificación de la producción. Y, sin embargo, creo que ambos caminos nos llevan en el límite a una forma en cierto sentido similar. En el paraíso comunista no hay explotación y todo el mundo puede obtener, de acuerdo con las fuerzas productivas, aquello que verdaderamente desea y no eso que no tenemos más remedio que procurar obtener a base del esfuerzo. Pues bien, mi manera de entender por dónde iban a ir los agentes individuales, las empresas y el estado en un capitalismo que apuntaba, se parece mucho a la escatología comunista. Es realmente extraña la semejanza en lo que se refiere a la capacidad que tendrá el agente individual de ser muchas cosas a la vez, de convertirse en lo que más tarde llamé el pluriespecialista, un oximoron al que me atengo. La ventaja comparativa y la especialización ya no son necesarias en el límite del capitalismo que viene porque ya se ha vencido la necesidad que subyacía a la escasez. En un mundo global en donde el valor añadido bruto es cada vez menos tangible y en donde reinan las TIC, la escasez no es algo tan inmediato y ante la fuerza de la competencia entre los que se han apropiado de las rentas generadas en buena parte por la regulación, éstas-las rentas -se disipan de manera que cada uno obtiene justamente su coste de oportunidad y éste resulta ser muy parecido cualquiera que sea la actividad a la que uno se dedique.
La única diferencia entre el paraíso comunista en que se miraba Marx y el límite del Capitalismo que Viene es que, en aquella historia, cada uno se podía relajar sin deseo alguno de prosperar mientras que en este otro mundo del capitalismo regido por una competencia generalizada cada uno se hace con su coste de oportunidad porque no puede mantener las rentas de las que le gustaría apropiarse para siempre justamente por la competencia generalizada. Aparentemente en ambos mundos se pesca por la mañana... etc., pero en uno es para siempre y nadie se preocupa de garantizarlo mientras que en el otro mundo esta pluriespecialidad en el disfrute es posible porque la lucha competencial es encarnizada en todos los ámbitos. En el mundo de la ucronía marxista la austeridad existe porque ya se ha llegado a lo que se podría llegar siguiendo la ambición del que persigue la riqueza. En el mundo del horizonte del capitalismo la austeridad existe porque nadie puede permitirse la exuberancia durante mucho tiempo ya que será desplazado por el más austero.
Austeridad o exhuberancia, Juan Urrutia. Publicado en Expansión el 6/7/2010
Esta abundancia pobre en nada es similar a la abundancia marxiana o keynesiana. De hecho ya ni siquiera es propiamente abundancia, porque si hay competencia es porque hay mercado. Y el mercado es una forma de asignar recursos en escasez. En abundancia, o dicho en términos neoclásicos, a precios cercanos a cero, el mercado es por definición ineficiente (los costes de usarlo, es decir los costes de transacción, serán mayores que las ventajas de eficiencia que idealmente produzca). Por eso las redes distribuidas para compartir contenidos no se parecen a un mercado digital, sino a un catálogo de recursos comunes.
Y de hecho, Juan Urrutia parece sumarse entonces a la típica descalificación del concepto de abundancia como sinónimo de los bienes crecen en los árboles.
De la centralidad de la innovación a la competencia fraternal

Además de esa ruptura en la definición misma de abundancia hay otras evoluciones conceptuales más fértiles en esos años.
En los años 90 y 2000, especialmente la industria española, y particularmente la industria vasca, insistía en términos como innovación planificada que rebelaban que, lejos de abrazar la innovación y lo que significa, los empresarios y gerentes intentaban captar rentas estatales para comprar tecnologías consolidadas. Frente a eso Juan, en numerosos discursos y artículos, afirmaba la innovación como un modo de vida de las organizaciones basado en hacer cosas realmente inéditas, a veces mejores y casi siempre más productivas, guiadas por la necesidad permanente de transformarse y tomando por eslógan la idea de dejarse arrebatar por el cambio.
En los años que siguen al estallido de la crisis, la competencia fraternal, un concepto inspirado en sus recuerdos infantiles en el equipo de fútbol del colegio, irá sustituyendo paulatinamente a ese relato de la innovación.
¿Qué es la competencia fraternal? El tipo de competencia que se produce cuando se renuncia a obtener rentas. Si se que la innovación que he creado sólo me va a dar una breve ventaja -porque mis competidores tardarán poco en copiarme a menor precio- no me voy a enzarzar en guerras de marketing ni en dificultarles incorporar mi innovación ocultando la documentación por ejemplo, no merece la pena.
Todo el esfuerzo lo pondré en obtener cuanto antes una nueva innovación, y si es posible hacer de mi producción una sucesión de innovaciones. Cuando ese es mi objetivo, la competencia a cara de perro no aporta. Que otros reciclen y usen mis innovaciones y me den crédito, que eso dará eco a mi siguiente innovación que es la que me importa. Vivir arrebatado por el cambio -la fórmula con la que Juan condensa este modo de vivir en el mercado- y abrazar la competencia fraternal son en realidad, la misma cosa.
Me gustaría terminar afirmando que la economía no es un humanismo pero que, sin embargo, propone una forma de sostenibilidad que es para mí la única creíble. Soy de derechas porque creo que el hombre es un ángel caído y que nuestro sentido vital es tratar de redimirlo. Lo maravilloso de la solución económica a esta redención es la competencia, esto es lo que mantiene a la sociedad unida a pesar de los pesares, porque, aunque a veces no lo parezca, en el proceso competitivo siempre hay algo de fraternal, sea en el deseo de estar juntos, sea en el mero hecho de que los mercados en los que compiten son una institución fraternal en el sentido de que se crea evolutivamente en un entorno poblacional en el que sus miembros quieren estar juntos.
Competencia fraternal, 2010
Del hacker y el bricoleur al pluriespecialista
La cita anterior nos ha colocado frente a otra evolución de los últimos años del trabajo sobre la abundancia de Juan Urrrutia. En los primeros años tras La lógica de la Abundancia, el protagonista de la transición hacia lógica de la abundancia era el hacker definido como un bricoleur movido por el deseo de liberar el conocimiento y transformar la finalidad de todo tipo de sistemas -esto es, de hackearlos- para universalizar su acceso.
Este contraste entre orgía y sobriedad, entre limpia especulación y sucia experimentación, entre "Europa" y "América", tiene su correlato inmediato en las distintas formas de organizar la sociedad red. En su trabajo titulado El enemigo siempre está en casa, perteneciente al libro electrónico Poder, Descentralización, Libertad y Conflicto, David de Ugarte nos confronta al Swarming, una forma de ataque, desorganizado e inesperado que utiliza la naturaleza reticular de la sociedad y que muy bien podría constituir el paradigma de la chapuza de la que estoy hablando, afirmando que sólo se le puede hacer frente con redes descentralizadas, igualitarias y poco densas. En mi contribución a ese libro electrónico (Topografía ideal antiswarming) yo concluía que si queremos no sólo minimizar el riesgo de perecer, sino también maximizar el bienestar que se deriva de juntar fuerzas productivamente complementarias, debería existir un centro coordinador que fuera aleatorio. La aleatoriedad de la coordinación podría conseguirse, sugería yo paradójicamente para algunos, mediante la competencia entre intermediarios coordinadores.
Pues bien la chapuza de disco duro de Al Qaeda, entregado al examen de los expertos hace año y medio y revelada este verano, puede muy bien entenderse como una forma de aleatoriedad que les protege del antiswarming. La chapuza puede sustituir a la competencia en este caso. En efecto, chapuza y competencia son dos formas de actuar socialmente que son muy naturales y poco civilizadas, escasamente elegantes y más bien americanas. Los "europeos" preferiríamos unas prácticas sociales menos espontáneas, más estilizadas, más presuntamente racionales y, quizá, más centralizadas.
Lo que he intentado hacer hasta este punto es mostrar que hay razones para entonar un canto elegíaco a la chapuza. Ahora, para terminar, quiero añadir que el tipo humano que encarna este elogiable espíritu chapucero es el hacker. Este extraño individuo piratea; pero no es esta la característica que quiero destacar aunque ese pirateo pueda, a veces, ser útil como suscitador de dudas respecto a verdades presunta y falsamente inamovibles como ocurre, por ejemplo, con las establecidas en materia de propiedad intelectual.
Lo que me importa destacar es más bien que este hacker es un chapucero, que destroza los juguetes para, en lugar de disfrutar de sus prestaciones originales, volverlos a montar con prestaciones sorprendentes e innovadoras. Se trata de alguien que no está poseído por el esprit de finesse, sino que degusta la vida a bocados, un Pantagruel del placer, un solitario bricoleur, un nuevo bárbaro que nos va a despertar de este sueño placentero que descabezamos sobre un volcán a punto de erupción.
Elogio de la Chapuza, Juan Urrutia, 2004

Pero en 2008, en El Capitalismo que viene, el hacker, que apenas aparece en media docena de ocasiones, ya no protagonista de la extensión de una abundancia que está abandonando la centralidad de su análisis. Al revés, analizando la historia del movimiento del software libre y la creación de ese gran comunal digital universal que es GNU-Linux el balance que saca es tranquilizador: lo libre y lo gratuito, el hackerismo y la militancia no son al final sino un ariete para completar mercados acercándonos a la competencia perfecta. Pero al final, vuelve al reino de la necesidad. La abundancia -esta vez bajo forma de comunal de software- permanecerá, pero sale del análisis.
Esta pequeña historia [la de GNU-Linux] nos ayuda a percatarnos de que el movimiento del software libre representa el ejemplo perfecto de lo libre y, a su vez, corresponde a la forma de extender el mercado mediante lo gratuito, tal como he comentado. No hay que tener mucha imaginación para reconocer en la política del movimiento un deseo de libertad espontánea similar a la que mueve a la creación del lenguaje; al fin y al cabo, están creando lenguaje, eso es lo que están haciendo. También es evidente el pionerismo que anima a los hackers y el aspecto sacrificial que subyace al encumbramiento de Stallman y de Torvald como jefes del movimiento; lo son porque dan mucho, porque renuncian a mucho. Pero también es cierto que, una vez que lo gratuito ha hecho su trabajo, volvemos al reino de la necesidad. Así está ocurriendo, por ejemplo en la empresa Red Hat, que, si bien pertenece al movimiento, cobra razonablemente algunas de la aplicaciones. Poco a poco el movimiento se va pareciendo a una sociedad normal con precios por los intercambios, propiedad privada y la intervención de formas de control no estatales.
El hacker sólo tendrá ya lugar en el acercamiento al mecenazgo. Entiende el hacker entonces como una forma disidencia característica de nuestra época. Necesaria, valiosa y merecedora de mecenazgo en la medida en que socava seguridades y puede completar mercados, pero ya no lo ve como un motor del cambio.
¿Qué está pasando? En 2008 -el año en que se publica la edición de El Cobre de El Capitalismo que viene, Internet empieza a cambiar a toda velocidad de topología -de la interacción y la estructura distribuida de la blogsfera al control recentralizador de los servicios de la BigTech y sus redes sociales- con la ayuda de toda la industria mediática que se vuelca en la mayor campaña de promoción gratuita de la Historia. En ese mundo digital recentralizado los hackers y su mundo -el de los comunales digitales universales y los movimientos auto-organizados- serán cada vez más orillados. El lugar que quedaba para el hacker era cada vez menos el de protagonistas y cada vez más el de disidentes.
Quizá merezca la pena mencionar que las TIC han «hecho» a los hackers y que éstos, al menos de momento, no son inofensivos y representan al disidente.
La centralidad del hacker pasa al «pluriespecialista como tipo humano que reaparece en el mundo de hoy en día cada vez más cercano a la lógica de la abundancia». En el entorno hacker de Juan, están apareciendo nuevos temas también. En 2009, un joven ciberpunk que hace su doctorado en un grupo de investigación sobre redes neuronales en EEUU, visita a los maximalistas. La conversación -frente a la que al principio son muy excepticos- acabará alimentando una de las obsesiones maximalistas de esa década: el paso de las ganancias de eficiencia a través de las economías de escala a la ganancia de eficiencia a través de las economías de alcance.
El pluriespecialista y el buen modo de vivir
En paralelo, en los años siguientes, Juan Urrutia irá trasladando el centro de su mirada desde la abundancia hacia la good life -otra vieja idea keynesiana. En 2016, a falta tan sólo de dos meses para que AlphaGo gane a Lee Sedol y el mundo pase a descubrir el salto que está dando la IA, escribe:
Basta con entender que en esas condiciones los costes fijos son muy pequeños y, por lo tanto, las economías de escala no juegan un papel crucial en el crecimiento de un sistema económico. Más importantes son las economías de alcance que se derivan de la capacidad de diferenciar mucho las aplicaciones del conocimiento a diversos campos convirtiendo así a los miembros de una comunidad en pluriespecialistas, algo que ayuda disfrutar de una vida buena, digna y hasta divertida.
Aprendizaje vs enseñanza, 2016
El pluriespecialista, que sólo la IA podrá convertir de verdad en protagonista, hereda del hacker su falta de espíritu de finura, entiende, como apunta Juan Urrutia que:
La cuestión.. radica... romper con la relación entre esfuerzo y mérito.
Y al final comparte con él ese placer derivado la curiosidad y el reto que estaba en la base de la ética hacker. La suya es al final, como señala de nuevo Juan una forma de trabajo amateur que propone hacer posible:
Mediante la formación de pluriespecialistas que se verán a sí mismos como remedos de un vividor Oscar Wilde curiosamente modesto y extrañamente solidario.
El pluriespecialista es el hacker solsticial, que no está domesticado ni renuncia a su disidencia, que aprovecha el mundo de la IA que se abre y espera, construyendo un buen modo de vivir en comunidad y sobre comunales, a que aparezcan las condiciones de una nueva época en la que poder dar batalla por la abundancia.