Yohanan Simon y la abundancia sabática
Yohanan Simon es uno de esos autores cuya obra pivota una y otra vez sobre una misma escena. «Shabat en el kibutz» no es un momento, es un modo de vivir y un pedazo de futuro.
Yohanan Simon en Gan Shmuel
Desde hace casi diez años nuestro comedor está presidido por una prueba de autor de una litografía a color: «Shabat en el kibutz» creada por Yohanan Simon en 1957. De las decenas de obras que hizo con ese título o muy similares, seguramente ésta es la que más claramente sintetiza el punto álgido de los casi treinta años de búsqueda, dibujos, bocetos y finalmente inmersión en la abstracción alrededor del tema.
La versión más conocida es la de 1947 que está en el museo de Tel Aviv. Es un lienzo pequeño (65 x 55 cm) al óleo, que según cuenta el propio museo, fue:
Duramente criticado por mostrar a los trabajadores descansando en lugar de trabajando en los campos.
La promesa sabática, la abundancia con todas sus implicaciones -desde el disfrute de la Naturaleza al estudio y el juego pasando por el amor y el sexo- choca con el discurso stalinista que en ese momeno está al alza de la mano de Hashomer Hatzair tras la llegada de los supervivientes del genocidio. Son los albores de la independencia de Israel.
En 1947 Simon vive en Gan Shmuel, un kibutz del kibutz Artzi, afiliado a Hashomer Hatzair. Lleva allí diez años. Simon, como Giladi, sólo podía pintar en shabat. La situación es agobiante pero ha mejorado para ambos desde que se han integrado en Ofakim Hadashim. Sus kibutz empiezan a considerar el tiempo dedicado pintar como tiempo de trabajo. Pero la rigidez y chatez intelectual de Hashomer, originada en su etapa juvenalista y reforzada por su evolución hacia el stalinismo siguen ahí. Y la situación no es cómoda.
En realidad, están confluyendo todos los grandes temas de época: la falsa dicotomía entre stalinismo y fascismo, la degradación de los objetivos y la moral kibutziana, el advenimiento del estado de Israel, el final de la esperanza socialista...
Alrededor de este conflicto, cuya posición sintetiza en la imagen sabática del kibutz, Simon, que finalmente abandonó Hashomer Hatzair en 1953, estableció el eje temático de toda su obra. De hecho, nunca dejó de localizar el núcleo de su trabajo en las praderas de su kibutz. Incluso estudios aparentemente dedicados a otros temas y realizados mucho después de su salida, son en realidad bocetos o ensayos pensados para encajar después en una obra mayor en el mismo paisaje. Un ejemplo cuelga en uno de nuestros dormitorios.

Otra obra de nuestra colección, un cartón que pintó en su último año de vida (1976), ya con un fuerte elemento de abstracción, muestra el mismo escenario perfectamente reconocible, pero sin comuneros, con colores muertos y un aire postapocalíptico. Es el momento en que, con el país marcado por la guerra de Yom Kipur y con el Likud a punto de hacerse con el gobierno, el movimiento kibutz entra en crisis económica, de modelo social, de relación con el estado y sobre todo, de encaje en Israel.
La lógica sabática de la liberación social
Antes de hacer aliá en 1936, Yohanan Simon había estudiado con André Derain, el padre con Matisse del fauvismo, en Tolon; y trabajado con Diego de Ribera en Nueva York. Con ellos va a perder el miedo a la monumentalidad y aprender todo tipo de técnicas.
Pero «Shabat en el kibutz», la obra sobre la que Simon construye su apuesta artística, tiene -temática y compositivamente- raíces más profundas. Forma parte de una escasa y valiosa estirpe de obras que expresan la ligazón entre abundancia, comunalidad y futuro. Una estirpe que arranca con Au temps d'anarchie, renombrada luego para esquivar a la censura Au temps d'harmonie, de Signac.
Signac es una de las influencias técnicas más importantes de Derain y es de suponer que Simon la estudió durante su formación. Pero, lo importante de Au temps d'harmonie no es la técnica, sino el tema y la composición con la que lo aborda. Porque, por supuesto, habían habido no pocas representaciones de la abundancia en la Historia de la pintura. El barroco vino cargado de cuernos de abundancia y el Neoclacisismo revisitó Arcadia mirando de cara el mito de la Edad Dorada. Pero con Signac la abundancia, la sociedad convertida en comunidad y liberada de mercancía, queda por primera vez en la pintura adelante, no en el pasado. No es alegoría, es programa.
El comunismo como vivencia sabática en la mitología judía
Según la mitología judía en el Génesis, elohim, los creadores, crearon el mundo en seis días, dedicando el séptimo -que eso es lo que significa shabat- a disfrutar su creación. El fuerte desarrollo de la mística cabalística y el mesianismo entre los judíos sefardíes durante la decadencia feudal llevó a la adopción de una interpretación de este mito según la cuál estaríamos viviendo todavía en el sexto día. Seríamos parte de un progreso histórico, de una senda en la que el pueblo judío, el único universal, y su consciencia (la shejinah o presencia divina del Dios de Israel) convergen cada vez más hasta forzar las puertas de un nuevo día de abundancia, el verdadero shabat, en el que desaparecen la opresión, la esclavitud de la necesidad, el sometimiento al trabajo y las divisiones sociales.
La coincidencia entre el modelo marxista de convergencia entre clase universal, consciencia de clase y apertura de la verdadera historia de la Humanidad, el comunismo, en el que desaparecen la opresión, la esclavitud de la necesidad, el sometimiento al trabajo asalariado y las divisiones sociales, dará para muchas alegorías e imágenes a los comunistas judíos y a los kibutzianos de las primeras generaciones.
Yohanan Simon, Gan Shmuel y el kibutz como materialización de la moral comunista
Así, cuando Yohanan Simon pinta el shabat en su kibutz está contándonos mucho más que una escena de la vida cotidiana. En 1936, cuando llega a Gan Shmuel, la mayor parte de los kibutznik piensa que lo que están construyendo va mucho más allá de ellos mismos, es el andamiaje económico de un nuevo estado plurinacional que, gracias al kibutz nacerá directamente bajo el socialismo.
No es casualidad que Simon levante este tema como una bandera frente a la dirección de Hashomer Hatzair y su red centralizada de kibutz (el Kibutz Artzi) en 1947, cuando éstos, abrumados por la magnitud del genocidio perpetrado por el estado alemán, decidan echarse en brazos de la URSS stalinista por haber liberado el Este europeo. El paso del ideal comunista de abundancia al discurso stajanovista encajaba además con la tradición y los valores sacrificiales de Hashomer Hatzair. Especialmente tras el descubrimiento de que la única resistencia real judía a la masacre había sido la de los guerrilleros bielorrusos -encuadrados en el esfuerzo de guerra ruso- y el alzamiento del gueto de Varsovia, liderado por adolescentes de Hashomer Hatzair conscientes de estar inmolándose para la Historia.
En ese marco, la moral imperante en las colectividades del kibutz Artzi estaba pasando abiertamente del comunismo (traer la abundancia comunista al presente), al stalinismo: trabajar sin concesiones a nada más para fortalecer al estado que se veía de forma inmediata en el horizonte. Y frente a eso, Shabat en el kibutz no es que fuera polémico, era, y sigue siendo, abiertamente subversivo.
Simon plantea la abundancia del shabat kibutziano como un hecho moral, como el futuro viviendo ya en el presente, y al hacerlo no sólo deja en evidencia la deriva de Hashomer Hatzair y el proyecto sionista, sino la de un mundo que está perdiendo sin gloria el futuro. Si, a lo largo de los años, Yohanan Simon hace cientos de versiones y copias de Shabat en el Kibutz es porque quiere hacernos ver que en es en la abundancia comunera y no en las cansinas exaltaciones musculares del trabajo, donde está la promesa del futuro a realizar, la razón de ser de los comuneros de hoy. Por eso,.en sus últimos cuadros, cuando los kibutz empiezan a cerrar o enfilar hacia la privatización, el futuro -simbolizado en los prados sabáticos de Gan Shmuel- se muere y se despuebla. El mensaje: necesitamos comuneros porque necesitamos tener un futuro como especie, y una materialidad moral a partir de la cual imaginarnos.
Cuando miramos esta litografía, así lo sentimos: generamos sentido cuando no dejamos que el trabajo -que honramos- ahogue el modo de vivir, aprender y disfrutar en comunidad. Los kibutz o las cooperativas de trabajo han de ser comunidades centradas en el trabajo colectivo, trabajo-céntricas, pero basarse y expresar una moral de abundancia, no trabajo-céntrica ni sacrificial. No somos instrumentales, no somos herramientas de trabajo, sino que hacemos del trabajo nuestra herramienta parar acercar la abundancia al presente.