¿Cómo que la IA no destila sentimientos?
En nuestra web y en nuestro canal Telegram hemos abierto una nueva línea de contenidos.
Por un lado pedimos a miembros y amigos de cooperativas de Communalia que compartieran imágenes de los sitios que visitan o en los que viven. Y así, desde Okinawa a Ushuaia pasando por las antiguas tierras comunales del Ampurdán, empezamos a compartir una cierta mirada sobre el mundo.
Por otro, pasamos a una IA materiales de discusión, intervenciones, artículos, aportes... de un número grande de compañeros y personas que nos han ido influyendo a lo largo del tiempo. A través de una serie de operaciones aproximamos los arquetipos de los que intervenían teniendo en cuenta edad, sexo y procedencia. ¿Qué quiere decir eso? Que las intervenciones de la compañera S. cuando tenía 25 años se fundirán con las de otros compañeros que hoy tienen esa edad. Y las de hoy con los que hoy tienen su edad; y que sus intervenciones sobre un tema determinado se unirán a todas las que lo han tratado alguna vez y después se resegmentarán de nuevo en función de edad y procedencia.
Como la IA lo que «calcula» son respuestas esperadas para una pregunta dado un registro de interacciones previo, se trataba de anonimizar por un lado y al mismo tiempo personalizar en un cierto arquetipo para darle materialidad a través de falsas citas auténticas a preguntas como: ¿qué opina de la guerra un maximalista que tiene ahora cuarenta y tantos años? o ¿qué perfil tienen los maximalistas más preocupados por tal tema y qué dirían al respecto?. Las imágenes que en maximalismo.org acompañan a las citas las creamos después usando una IA gráfica a la que damos la descripción de los perfiles que usamos en la otra.
Así entre imágenes que comparten los compañeros y reflexiones sintéticas destiladas mediante IA a partir de las intervenciones reales, intentamos aproximar algo cuya ausencia en éste blog nos reprochan a menudo: los sentimientos que acompañan a nuestra forma de pensar y vivir.
Una relación muy específica entre presente y futuro
De este tipo de ejercicios no cabe esperar sorpresas: no vamos a descubrir de repente que somos belicistas, admiradores de la Identity Politics o que en realidad nos gustaría trabajar en una corporación. A fin de cuentas, la IA es un sistema estadístico y no puede descubrir más que lo que hay. Pero hace emerger ciertas relaciones, ciertos elementos que se repiten y que permiten entendernos mejor y entender dónde está nuestra dificultad para entendernos con los otros movimientos de época, muchas veces más numerosos y casi siempre menos duraderos, que nos hemos ido encontrando a lo largo de los años.
Lo primero que llama la atención es la presencia casi en cada respuesta del futuro descrito en términos de posibilidades para el desarrollo humano... en tensión con un presente que, por defecto, lo lleva hacia otro lado. La contradicción se salva con la urgencia de un hacer en primera persona del plural que responde a la pregunta qué hacer ahora para que el futuro sea como todos querríamos.
Las respuestas de la IA a la pregunta sobre cómo entendemos la IA son muy clarificadoras de éste esquema de pensamiento. Esta es una de las mejores:
La IA es conocimiento social general convertido de forma directa en herramienta de producción. Es el resultado de la tendencia a la socialización que Internet llevó al límite. Podría multiplicar la productividad del trabajo y tiene un gigantesco potencial liberador para la Humanidad. Pero en el marco actual sólo puede acabar impulsando el desempleo, la descualificación, una cultura empobrecida y aún más tensiones bélicas. Necesitamos tener nuestra propia infraestructura IA y desarrollar modelos y apps libres que sirvan a la mejora de las condiciones de vida de la comunidad que nos rodea.
No es una cita literariamente muy bonita ni seductora, pero refleja bien los últimos años de discusiones y sobre todo la tensión entre tres elementos.
- Lo que las innovaciones tecnológicas son objetivamente.
- Lo que podrían ser en un marco de relaciones y formas de producción colectiva y propiedad comunitaria.
- Aquello en lo que probablemente se van a convertir llevadas por las tendencias dominantes del sistema económico.
Hacerse cargo del mundo
Seguramente, si vamos tema por tema, cientos de analistas de todo el mundo coinciden con nosotros en los diagnósticos. Pero lo importante es que esa tensión entre realidad y diagnóstico se condensa en una conclusión para el aquí y el ahora, una tarea que hacer por un nosotros de gente normal, de trabajadores cooperativos, que se hace responsable de intentar lograrlo en tiempo presente. Remarquemos: el aporte maximalista no es un diagnóstico particular, sino el hecho de hacernos cargo del mundo en el que vivimos y el lugar hacia donde sus tendencias apuntan.
Es una manera muy poco común de aproximarse a los problemas o los retos de nuestro tiempo. Cuando nos enfrentamos a una realidad social negativa, a una nueva tecnología o a un problema en la comunidad que nos rodea, preguntamos al mejor futuro posible -el de mayor desarrollo humano- qué tareas tenemos que realizar aquí y ahora nosotros y por nosotros mismos para acercarle al presente. Y nos tomamos esas tareas como nuestra misión.
El sentimiento maximalista
Debajo de todo eso hay sentimiento moral exigente. Nuestras conclusiones no se expresan con formas impersonales del verbo como si las cosas fueran a suceder mágicamente por sí mismas por sólo enunciarlas. No se centran en lo que otros deberían hacer. Nos preguntamos qué debemos hacer nosotros en nuestra escala de capacidades.
Analizamos problemas sociales, con causas sociales y tenemos la mirada puesta en objetivos sociales, pero nos proponemos obtener tan sólo el máximo que podamos generar siendo los que somos y estando donde estamos.
Y ese maximalismo de los resultados autoexigidos también tiene una naturaleza moral. No nos permitimos acciones estéticas ni sectarismos, tampoco vamos a gastar energías en obtener reconocimiento. Nos reduciría el desempeño. Nos haría disfrutar menos de esta sensación de pertenecer y aportar al mundo y a las personas con las que convivimos en él.
Nuestra sensación, nuestro sentimiento es que todas esas limitaciones, son precisamente las que nos permiten ser socialmente útiles.
Pero a pesar de eso el resultado puede resultar chocante o incluso decepcionante a la mirada exterior: una tremenda ambición en el análisis y una modestia inevitable en las tareas. Una gran ambición para impactar socialmente pero luego vais por vuestra cuenta. Una es producto de que los medios a nuestra disposición no son relevantes en el gran marco mundial de las cosas. Otra de que maximizar el impacto social obliga a no socializar demasiado, incluso con la gente que admiramos.
Pero ¿cuál es la alternativa? Según lo vemos nosotros, moralizar a diestro y siniestro, dedicar todas las fuerzas a decirles a los demás lo que deberían hacer o haber hecho. Y eso ni siquiera es una respuesta... moralmente válida. Es inútil, inevitablemente narcisista y fácil en su indignación permanente. Pero sobre todo, escabulle la propia responsabilidad desperdiciando la capacidad de hacer un aporte concreto que aunque no solucione la situación social, al menos cambie para mejor el lugar desde donde puede abordarse y fortalezca los nosotros que pueden hacerlo.
¿En qué consiste entonces ese sentimiento que la IA nos está enseñando a reconocer en nosotros mismos?
En la seguridad de que pueden traerse al presente pedazos del mejor futuro posible para todos. En la urgencia de hacerlo ante cada nuevo reto. En la satisfacción de lograrlo colectivamente y sentirnos útiles. En el gusto por celebrarlo entre nosotros y con los nuestros.