¿Inconsciencia social?
Es frecuente escuchar quejas entre las personas socialmente más activas, con independencia de su ideología declarada, sobre el entorno que les rodea. Si les damos crédito, la mayor parte de la sociedad cierra voluntariamente los ojos y se niega a aceptar que el sistema no da ya más de sí y que hay que emprender transformaciones en serio, en un sentido o en otro.
Sin embargo, resulta que Ipsos realizó un estudio demoscópico en 28 países este año y los resultados nos dicen todo lo contrario: el 57% de las personas cree que «nuestra sociedad/modelo social no da para más («is broken»)»; el 58% que su país está en decadencia; el 61% que el sistema no da para más («is broken») y el 67% que la economía está hecha para que los poderosos y los ricos acumulen ventajas. No parece que falte consciencia sobre la existencia de problemas de fondo, irresolubles sin cambios estructurales.
El problema surge cuando se pregunta por las vías de salida y el 49% apunta que hace falta «un líder fuerte que rompa las reglas»...
La cuestión es el punto de salto, cómo se pasa de la consciencia de la existencia de problemas sociales graves a la rendición mesiánica, es decir, a negar la propia responsabilidad para colocarla sobre un tercero al que se otorgan poderes de excepción para romper las reglas.
El problema no es la inconsciencia sino la «rendición mesiánica»
Comprometerse no es lo mismo que ser buena gente y tener «consciencia social»
Un estudio de la Universidad de Leiden publicado esta semana, en el que participaron académicos de 31 países y para el que se entrevistaron a 8.354 universatiarios nos da algunas claves.
A través de una serie de preguntas, los investigadores midieron dos conceptos: la SVO (Orientación al Valor Social) y la SoMi (Social Mindfulness, mal traducida por la prensa española como consciencia social).
Mientras la SVO mide la predisposición a realizar «prácticas colaborativas en las que el resultado material es importante y la cooperación siempre costosa», el SoMi mide la consideración por los demás y la atención por los problemas de ámbito general -desde la política local a la guerra y el medioambiente.
Es decir, el SVO aproxima la disposición a comprometerse para cooperar y así transformar la realidad para bien, mientras el SoMi mide la bonhomía frente a los demás y una cierta sensibilidad y preocupación por los problemas que afectan a la sociedad en su conjunto.
Un SVO alto se traduciría en acciones colectivas y organización social mientras que el SoMi lo haría en ecogestos, pautas de consumo y «pequeños actos de atención o amabilidad».
¿Qué pasa cuando comparamos SVO y SoMi en distintos países?
Cuatro cosas saltan a la vista:
- El SVO es significativamente menor que el SoMi en todas las muestras.
- Si comparamos dos sociedades, mayor SoMi no significa necesariamente mayor SVO.
- El SVO varía más entre países: mientras el SoMi menor (Indonesia) representa un 64% del mayor (Japón), el SVO menor (Hong Kong) representa tan sólo un 49% del mayor (México).
- A simple vista no parece haber predictores claros que nos digan qué determina que un país haya una mayor o menor predisposición al compromiso comunitario cooperativo (SVO).
Comprometerse y organizarse vs abandonarse al líder
Sin embargo, si de manera siempre aproximada y tentantiva, cotejamos los resultados de SVO con las respuestas a las preguntas de la encuesta global de Ipsos, en una de ellas, precisamente en la más inquietante (la necesidad de un líder que rompa las reglas), aparece algo más que un aire de familia que nos permite aventurar que los países con SVOs menores son más proclives a la salida autoritaria.
Tiene lógica. Lo que esta correlación nos vendría a decir es que cuando una parte significativa de la sociedad ha llegado a la conclusión de que auto-organizarse y transformar por sí mismos su realidad mediante la cooperación no es posible o no merece la pena, la alternativa que se acaba imponiendo es el abandono mesiánico, otorgar a un líder fuerte poderes de excepción y confiarle el futuro colectivo. Inevitablemente viene a la cabeza al ascenso de los fascismos en los años 30.
Si eso fuera así, y hay razones para suponerlo, la forma más efectiva de enfrentar las derivas autoritarias y mesiánicas de las sociedades que no ven un camino de salida a la crisis de civilización no es otra que enfrentar la desmoralización que ahuyenta la capacidad para construir compromisos colectivos.
Una tercera perspectiva
Otro estudio: soledad, transporte y abandono mesiánico
Pero... ¿Cómo hacerlo? Los últimos estudios sociológicos aún pueden darnos algunas claves más. Ayer mismo se publicaba un estudio del Instituto Terram sobre la juventud rural francesa que apuntaba como...
Es sorprendente observar que son los jóvenes rurales, cuya movilidad diaria es difícil, los que son los más numerosos en poner sus ojos en la derecha radical.
Cuanto más tiempo se pasa en el auto, más aumenta el voto por el candidato de RN [Lepen]: 34% para quienes están menos de 30 minutos diarios en su auto, 43% entre 30 y 59 minutos, 42% entre 1 y 2 horas y el 49% por más de 2 horas.
Asimismo, el aislamiento geográfico percibido juega un papel determinante: el 36% votó a Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022 cuando vivía en una pequeña ciudad, el 41% en un pueblo y el 46% en una aldea.
Finalmente, los criterios socioeconómicos refuerzan el efecto de ubicación con un voto mayoritario de RN entre las clases desfavorecidas (57%), entre los graduados de CAP o BEP (60%) y entre los empleados del sector privado (51%).
Es decir, cuanto mayor es el aislamiento social y el grado de individualización de la experiencia laboral cotidiana -porque estás más tiempo en el coche, porque vives en un sitio más pequeño y trabajas con menos compañeros- más fácil es que la rabia contra la precarización de la vida y el trabajo -mayor cuanto menor es el salario- se convierta en atracción por el mesianismo autoritario.
Completamente coherente con los estudios citados antes, ¿verdad? Tras más de treinta años de machaque en mil series, películas, libros y tertulias raadiofónicas propagando la atomización y el sálvese quién pueda, cuanto más se refuerza la sensación de soledad e impotencia la experiencia laboral cotidiana, más difícil es ver en la cooperación con otros una salida... y más frágil se es ante los nuevos mesías autoritarios.
Un marco general para entender el divorcio entre valores sociales y pasividad
- La bonhomía y la preocupación genérica por los problemas globales (el SoMi de los estudios), no nos protege de las salidas autoritarias ni abre una puerta a la superación de la crisis de civilización en la que vivimos. Lo que hace posible pensar un futuro decente es la predisposición de una parte significativa de la sociedad para comprometerse y organizarse cooperativamente para cambiar las cosas aceptando costes (el famoso SOV).
- Dicho de otro modo, da igual que la mayoría social simpatice con los valores más democráticos e igualitarios, eso ni siquiera frenará la deriva autoritaria, lo que importa es si una parte relevante de esa mayoría social está dispuesta a organizarse por sí misma en torno a ellos, formando un tejido diverso y amplio que enfrente directa y cooperativamente los problemas generales.
- Buena parte de los factores que impulsan el divorcio entre valores sociales y capacidad de desarrollar compromisos son estructurales. La precarización laboral, la reducción de escala de equipos y empresas, la despoblación rural, la soledad... son tendencias que crea el sistema económico. Expresan aspectos concretos de la Crisis de Civilización en la que vivimos, pero también tienen un efecto desmoralizador en la medida en que interpretan en el marco de una ideología que niega machaconamente la centralidad del trabajo para afirmar la del consumo, impulsando aún más la atomización social y la mercantilización de las relaciones más básicas. Y es que, una vez aceptamos definirnos como consumidores con identidades, no puede esperarse más que victimismo e impotencia. Por definición, el consumidor es un sujeto pasivo sin capacidad de influencia en el mercado y la asignación de recursos y la identidad nos define por un ser, no por un hacer. Por eso las generaciones marcadas por el discurso identitarista colapsan con más facilidad en el ambiente laboral de las «industrias creativas» (publicidad, tecnología, etc.) -donde la identidad es parte incluso del proceso de selección y se supone que la individualidad ha de marcar la diferencia en el producto que entregan- y no en el de los servicios tradicionales, las industrias y los talleres, que siguen definidos por el oficio (hacer) y el equipo/cuadrilla (colectivo).
- Por eso, la experiencia del trabajo colectivo es central para que la cooperación social pueda propagarse. Es el nudo gordiano de la crisis actual. Como hemos visto en el último de los estudios citados, las experiencias laborales, cada vez más aisladas y temporales, propician el abandono mesiánico, sencillamente porque son atomizadoras y desmoralizantes.
Balance
Venimos de muchas décadas en las que el trabajo colectivo se ha atomizado e invisibilizado y el hacer colectivo se ha negado y estigmatizado. Todo a favor de la dualidad estado-mercado, estructuras sociales a las que se atribuía la magia de transformar en realidades los deseos sociales sin necesidad de acción consciente y organizada de las personas.
La cuestión es que las buenas intenciones y preocupaciones no aportan ni cambian nada automáticamente porque una sociedad, por democrática que pretenda ser, no es un reflejo del sentimiento de sus miembros, sino el producto de los haceres colectivos que se producen -y a veces chocan- en su interior.
Viniendo de ahí es lógico que cuando hoy una gran parte de la sociedad constata que esos automatismos mágicos no funcionan, su reflejo sea... buscar un nuevo mago, no comprometerse a colaborar para cambiar las cosas de acuerdo a las necesidades sociales que siente con angustia.
¿Cómo se cambia eso?
Como siempre: cambiando desde abajo la base que lo produce para generar experiencias sociales que muestren el camino de salida. Palabras clave: comunidad, asociacionismo, cooperativismo, cooperativas de trabajo... maximalismo.