Se acabó la estética «Mr Wonderful» de mensajes tontamente optimistas y tipografías que imitaban las irregularidades del pulso. Los nuevos modelos de coches son más angulosos. Las maquetaciones de revistas y folletos parecen primar la previsibilidad y el orden. Nadie parece echar de menos ya las esquinas redondeadas en las webs ni los huevos de Pascua festivos en el software. En las nuevas publicaciones reinan el ángulo recto y los filetes minimalistas para separar claramente contenidos. La espontaneidad y la sorpresa parecen arriesgadas, la alegría demasiado cercana a la banalidad.
La estética aburrida que nos rodea en lo que va de década habla de una sociedad que necesita agarres y seguridad y a falta de realidades materiales y sociales que los provean busca sedantes en lo simbólico.
El ánimo social y las expectativas estéticas que genera influyen en todo: desde la respuesta que reciba un curriculum a la reacción anímica frente a una presentación. Y sobre todo, en la forma en que sea recibido un mensaje.
¿Tendremos que mostrarnos más oscuritos, más serios, más adustos para ser entendidos y valorados mejor?
Seguramente la cosa vaya más por destacar lo comunitario, lo colectivo y lo cooperativo como una forma de proveer seguridad y bienestar sostenibles a sus miembros y al entorno. También de remarcar el nexo con lo que se cree o percibe como tradicional: aunque normalmente no sea más que una idealización poco realista, resulta cada vez más tentadora para la mayoría. La ruralidad tal y como es imaginada en las ciudades, da confianza, y en el paso de la época de las redes a la de la IA, la innovación no es atractiva por sí misma.
Pero lo importante -y preocupante- es constatar que el futuro es, para cada vez más gente, un lugar en inquietante penumbra.
Nuestro mensaje, cualquier mensaje en estos años que quiera movilizar lo mejor del que escucha, debería centrarse en transmitir que el futuro no es más que el resultado de la acción colectiva y constructiva de hoy. Y que por éso, será todo lo luminoso, curvo, colorido y felizmente sorprendente que sepamos hacerlo.