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El pensamiento político de Alfred Adler

Para entender el marco político del trabajo de Alfred Adler es necesario todo un trabajo de contextualización de su eṕoca, de sus valores y de su entorno. Lo intentamos en un artículo que recorre sus relaciones, su crítica de la Revolución Rusa, su obra durante la llamada «Viena Roja» y la orientación de sus intervenciones en sus últimos años en EEUU.

El pensamiento político de Alfred Adler
Contenido

El entorno vital de Alfred Adler

Raisa Adler y sus hijos en 1914

Podríamos comenzar retratando a Adler y su esposa Raisa Epstein, como hacía Chandler Dandridge en Jacobin, en un picnic familiar con León Trotski y Natalia Sedova en el Prater en 1909. La imagen es evocadora, sin duda, y da pistas de cosas importantes que sucederían en los años siguientes para ambas familias. Pero deja fuera lo principal: aquello que juntaba a todos ellos en un entorno común, en un modo de vida, el de la socialdemocracia europea de principios del siglo XX.

De hecho, la referencia, seguramente esté basada en un recuerdo de Kurt Adler, hijo de Alfred y Raisa, que contaba cómo en un encuentro en el Prater, Adler impresionó al revolucionario ruso con su profundo conocimiento tanto de la teoría marxista como de la psicología humana.

En realidad basta bucear superficialmente en las biografías de los presentes en la escena para descubrir que debajo había mucho más. Natalia y Raisa tenían la misma edad. Ambas habían nacido en el Imperio ruso y eran hijas de familias burguesas acomodadas. Ambas se habían unido al movimiento socialista por la misma época. Natalia en la obligada clandestinidad rusa. Raisa había emigrado a Viena en 1895 y se había unido al poco tiempo al naciente movimiento de mujeres obreras que impulsaba Clara Zetkin en todo el mundo germanófono. Natalia conoce a León en 1903, el año en que éste escapa del campo de concentración en Siberia y en que el partido socialdemócrata ruso se rompe en un conjunto de fracciones que van más allá de bolcheviques y mencheviques. Vive con él, ya como la sólida pareja que serían hasta su muerte, la revolución de 1905 y la aparición del primer soviet obrero, que presidiría León.

Natalia Sedova a su llegada a Viena Raisa conoce a Adler en 1876 en Smolensk (Rusia). No es casualidad que los dos vieneses se encuentren allí. Ambos, separadamente, eran compañeros y amigos personales de Aline Furtmüller, una dirigente socialista vienesa, hija de Samuel Klatschko, un antiguo populista ruso, convertido en militante socialista en Austria 1905 a raíz de la revolución rusa, que hacía de nexo informal entre los refugiados del imperio ruso en Europa Occidental. Aline convertiría la red de su padre unos años más tarde en la primera ONG socialista transeuropea dedicada al socorro de perseguidos políticos. Será además, la creadora de las Asociación de Escuelas Libres de Bohemia y poco después la teórica y, como concejal socialista, una de las impulsoras junto a Julius Tandler y Otto Glöckel, de la famosa reforma escolar de la Viena Roja. Una reforma en la que, como veremos, se enmarcarán las clínicas de conducción infantil de Adler.

Todos ellos mantendrían una relación estrecha hasta el final de sus días y tanto Raisa como Aline formarían parte de la Oposición Internacional de izquierda al stalinismo. De hecho Raisa fue una de las primeras personas en comunicarse con Trotsky al llegar a su exilio en Prinkipo y la que le recomendó a su primer secretario personal en el exilio, Jacob Frank, del Partido Comunista Austriaco, que resultó ser el primer infiltrado de la GPU en el círculo del líder ruso. Y cuando en 1931 Liova Sedov, el hijo de Natalia y León, en aquel momento líder de la oposición clandestina al stalinismo en Rusia -asesinado en el 38 por agentes de la GPU- busque refugio en Viena, recurrirá antes que a nadie más a Anna, la madre de Aline, que vivía con ella, y a Raisa. Para el joven Liova, el grupo representaba lo más característico del mundo social de sus padres. De la primera escribirá:

Una anciana serena como Anna Konstantinovna vale más que miles de jóvenes. Me enamoré de ella al instante.

La Oposición Internacional que se comenzó a organizar con Trotski en Prinkipo era heredera de la Oposición de Izquierda rusa al stalinismo dentro del Partido Comunista Ruso liderada por Trotski junto al otro personaje que falta en la foto del picnic: Adolph Joffe, que es quien había presentado a los Adler y los Bronstein (apellido real de Trotski).

En octubre de 1908, comencé a publicar en Viena un periódico ruso, Pravda (La Verdad [luego periódico oficial del Partido Comunista ruso fundado en 1917]), un periódico dirigido a las masas obreras. Se introducía clandestinamente en Rusia a través de la frontera de la Galitzia o por el Mar Negro. El periódico se publicó durante tres años y medio como bimensual, pero aun así requería mucho trabajo. La correspondencia secreta con Rusia requería mucho tiempo. Además, mantenía contacto con el sindicato clandestino de marineros del Mar Negro y les ayudaba a publicar su órgano.

Mi principal colaborador de Pravda fue A. A. Joffe, quien más tarde se convertiría en un reconocido diplomático soviético. Los días en Viena marcaron el inicio de nuestra amistad. Joffe era un hombre de gran ardor intelectual, muy afable en sus relaciones personales y una lealtad inquebrantable a la causa. Donó a Pravda tanto dinero como todas sus fuerzas. Joffe sufría de una afección nerviosa y por entonces estaba siendo psicoanalizado por el reconocido especialista vienés Alfred Adler, quien comenzó siendo alumno de Freud, pero posteriormente se opuso a su maestro y fundó su propia escuela de psicología individual. A través de Joffe, conocí los problemas del psicoanálisis, que me fascinaron, aunque gran parte de este campo sigue siendo vago e inestable y da pie a ideas fantasiosas y arbitrarias.

Mi Vida, Leon Trotski

Otto Rühle y Alice Gerstel

Para culminar esta foto de grupo nos queda señalar a otro matrimonio en esta red de amigos, el formado por Otto Rühle) -principal difusor de la perspectiva adleriana sobre la educación en el SPD alemán de pre-guerra- y Alice Rühle-Gerstel. Otto fue en 1914 el único diputado, junto a Karl Liebknecht en votar contra los créditos de guerra. Es el momento clave que llevará a la ruptura de la Internacional Socialista entre su ala belicista y su ala izquierda. En Alemania la ruptura se materializaría en enero de 1919 en la fundación del KPD (Partido Comunista Alemán) bajo la dirección de Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg y el propio Rühle. Rühle tras el asesinato de ambos, lideraría la creación del nuevo KAPD, núcleo del ala Izquierda de la flamante nueva Internacional que esperaba haberse constituido en la primavera de 1919 en Berlín y que, tras la derrota de la insurrección espartaquista, trasladó su convocatoria a Moscú. Alice, fue una de las primeras y más fértiles psicólogas adlerianas y dedicó una parte especialmente interesante de su trabajo a intentar fundamentar el concepto marxista de consciencia de clase desde la Psicología Individual, un proceso al que llamó, ya en 1927, El camino del Nosotros. La fecha es importante porque, casi cualquier lector o seguidor de Martin Buber, le atribuiría el origen de esa expresión al filósofo favorito de los kibutznik de Hashomer Hatzair, sin embargo, parece que fue Alice Gerstel la que en la nutrida correspondencia entre los dos, interesa a éste en la perspectiva moral adleriana -una moral del nosotros- a raíz de sus conversaciones sobre Ich und Du (Yo y Tú)), el primer esbozo de la ética dialógica del autor, publicado originalmente en 1923.

Finalmente, hay que señalar que el mundo adleriano y el mundo de la familia Adler, especialmente de Raisa, reflejaba en su red de amistades y colaboradores el conjunto de corrientes del marxismo de la época. Incluido el llamado austromarxismo al que Adler estaba muy cercano. Destaquemos en esa parte de la red a Margarethe Hönigsberg, que fue hasta 1919, esposa del teórico marxista que había hecho la primera crítica del imperialismo, Rudolph Hilferding, que luego sería ministro de la República de Weimar. Margarethe, que estaba a la izquierda de su marido dentro del ala austromarxista del partido austriaco (SAPD)...

...renunció a la «Sociedad de los Miércoles» junto con Alfred Adler y posteriormente se convirtió en miembro de la Asociación para la Investigación Psicoanalítica (Asociación para la Psicología Individual), de la que también fue presidenta durante un tiempo. Tras la Primera Guerra Mundial, dirigió un centro de asesoramiento psicológico educativo individual, fundado en el marco de la reforma escolar vienesa. También trabajó en la Clínica Ambulatoria Mariahilfe. En 1926 se publicó su obra más importante, «Control de la natalidad». En él, abogó por la liberalización del aborto. De 1927 a 1934, además de su labor médica, también fue concejala de distrito en la localidad de Favoriten de Viena y presidenta de la Federación Samaritana de Trabajadores.

Margarethe, a diferencia de Adler, permanecería en Viena tras el golpe de Dolfuss y tras sufrir todo tipo de ignominias por su militancia socialista, acabaría siendo asesinada en el campo de exterminio de Treblinka el 23 de septiembre de 1942.

Otra suerte correría Arthur Kronfeld, el organizador de los eventos y congresos adlerianos en Berlín. Kronfeld, que había oscilado entre el espartaquismo luxemburguista durante la Revolución alemana y el kautskismo después, acabó emigrando a la URSS stalinista, donde fue rescatado por el régimen cuando Hitler traiciona su pacto con Stalin y el régimen vuelve a hacer llamamientos antifascistas. Acabaría suicidándose con su mujer en vísperas de la batalla de Moscú cuando el 16 de octubre de 1941, en las etapas iniciales de la Batalla de Moscú recibe un telegrama del Comisariado del Pueblo de Salud , según el cual debía ponerse a disposición del médico jefe del hospital psiquiátrico de Tomsk. En la Rusia stalinista un telegrama de ese tipo habitualmente significaba la desaparición en una purga rutinaria. Y a fin de cuentas, los médicos judíos en Rusia acabaron, unos años después, sufriendo su propia purga antisemita.

La vida en la IIª Internacional

Congreso de la II Internacional en Amsterdam 1904

Si del epígrafe anterior nos quedamos simplemente con que Adler tenía un círculo de amigos y relaciones comprometido con el marxismo militante que a su vez extendió el interés sobre la Psicología Individual a figuras tan distintas como Trotski o Buber, nos habremos quedado muy lejos de entender el contexto vital e intelectual del trabajo de Adler y nos resultará prácticamente imposible entender su posición en el debate sobre la Revolución y la Guerra Civil Rusa.

La socialdemocracia anterior a la Iª Guerra Mundial es, realmente, una sociedad dentro de la sociedad establecida. Tanto los trabajadores como los intelectuales o los revolucionarios ligados a ella, viven en el movimiento y en la lógica del aporte a la causa.

La gran referencia es el partido alemán, el SPD, fundado por dos discípulos, de Marx -August Bebel y Wilhem Liebknecht- que llevarán al partido en un ascenso irrefrenable hasta superar el millón de miembros y ganar las elecciones al Reichstag en 1912. Las principales referencias intelectuales del partido y la Internacional en ese momento son dos discípulos austriacos de Engels que fueron además albaceas de su archivo: Karl Kautsky -que encabeza la elaboración teórica del marxismo ortodoxo- y Eduard Berstein -que propone una revisión reformista de los planteamientos marxistas.

Pero volvamos a la vida en la IIª Internacional. A diferencia de los partidos centralizados de época posterior, los partidos socialdemócratas son sólo una dimensión -la político electoral- del partido social más amplio que representa la socialdemocracia. Esa unidad de propósito que aglutina una gran diversidad de organizaciones, experiencias colectivas y movimientos sociales se experimenta vívidamente en las Casas del Pueblo. Un espacio compartido -y propio- de una mezcla de sociedades obreras, sindicatos, partido con aspiraciones parlamentarias, grupos culturales, agrupaciones educativas, cooperativas... y en el mundo germanófono, experimentos higienistas y hasta movimientos de transformación urbana como el «Einküchenhaus», que trató de impulsar cooperativas obreras de vivienda con las cocinas científicas profesionales y los servicios comunes que Bebel había imaginado como parte de la base material de la liberación de la mujer en el socialismo.

Todo ésto acompañado de un gigantesco esfuerzo educativo y sanitario. Por ejemplo, el POB belga organizaba permanentemente desde 1895 cursos entre sus militantes para enseñarles a argumentar, estructurar ideas y textos y debatir en público. El objetivo era que cada militante fuera un propagandista. En 1908 esos cursos se institucionalizan a nivel local en las «Escuelas Socialistas», financiadas por el creciente número de cooperativas y colectividades socialistas (nombre que en la época diferenciaba a las cooperativas de trabajo de las de consumo). A su vez las Escuelas se centralizan en 1911 en la «Centrale d'Éducation Ouvrière». En Suiza, el PSS y su central sindical (ISS) crean en 1912 la «Comisión Nacional para la Educación Obrera», un esfuerzo centralizador similar cuyo objetivo es, ante todo, armar políticamente al proletariado organizado.

Incluso en países atrasados como España, donde el socialismo internacionalista es más débil, desde los primeros momentos aparecen bibliotecas, algunas de ellas con «sección circulante», es decir, libros en préstamo que los trabajadores podían llevarse a casa. En general la biblioteca servía de atractor y base para todo tipo de actividades educativas. Para adultos en muchos casos, pero cuando se podía también para los hijos de los trabajadores. En Villareal (Badajoz), la escuela de la Casa del Pueblo tenía 300 alumnos, en Sama y Turón -en los valles mineros astures- tenían 250 y 200 alumnos respectivamente y otros 200 Chamartín de la Rosa en Madrid. La escuela de la Casa de Mieres sigue activa hoy... como colegio público. Todo, bajo intentos conscientes por transformar la educación como vimos que intentaron los amigos de Adler en Bohemia e intentarán en la Viena Roja.

Siguiendo con el ejemplo español, tanto más valioso cuanto que fue de los más limitados de entre los partidos socialistas europeos, la creación desde 1903 de cooperativas de consumo junto a las de producción -un movimiento que comenzó en Manlleu y Bilbao- fue pronto seguida por el mutualismo de Salud. Seguramente fue la prioridad de muchas de las Casas del Pueblo de la época, pues consultorios, médicos e incluso quirófanos aparecen en muchos casos casi inmediatamente a la creación de seguros de baja laboral. Estos seguros no cubrían las bajas producto de reyertas particulares -aunque si las bajas resultado de heridas sufridas en la represión- ni por alcoholismo. Cubrían a toda la familia, formando aunque hoy se olvide, la primera red de asistencia ginecológica y al parto existente en España. La asistencia sanitaria se acompañó con mutuas farmacéuticas que organizaban dispensarios en las propias sedes o pactaban precios con boticarios. El mutualismo supuso por primera vez el acceso de los trabajadores a algo minimamente parecido a un sistema de salud y en muchísimos casos simplemente a la asistencia sanitaria. Se alineaba con todo un conjunto de actividades que surgían espontáneamente de las necesidades de los trabajadores al acceder al conocimiento científico básico por primera vez: dietas sanas con productos garantizados por el economato, cultura del consumo moderado de alcohol -el café vs la taberna-, las primeras conferencias y programas de salud sexual y anticoncepción...

El conjunto es de una coherencia extraordinaria para los trabajadores socialistas: la asistencia sanitaria y el cambio de modo de vida van de la mano. Autores de la época señalan ya entonces que entre los obreros socialistas se guardan normas de higiene, el alcoholismo es sensiblemente menor y que su mortalidad disminuye. El conjunto nos describe un mundo paralelo pero inserto en la sociedad existente en el que los trabajadores hacen su vida su vida social casi integralmente alrededor de organizaciones socialdemócratas de todo tipo.

El trabajo de Adler en el contexto del modo de vivir de la IIª Internacional

Programas de vivienda en la Viena Roja

Es sólo en éste entorno del socialismo como movimiento constructivo, masivo y tremendamente diverso en el que el trabajo teórico y práctico de Adler y su entorno cobra sentido. En este marco, la Psicología Individual de Adler era interpretada no como una alternativa al marxismo, sino como su complemento necesario: una psicología del proletariado diseñada para preparar subjetivamente a la clase trabajadora para la responsabilidad de la vida comunitaria (Gemeinschaft), como aparece abiertamente en los textos, por ejemplo, de Otto Rühle anteriores a 1914.

Antes de su asociación con Freud, y mucho antes de la ruptura de 1911, Adler ya operaba bajo ese marco conceptual. Su monografía de 1898, Gesundheitsbuch für das Schneidergewerbe (Manual de salud para el gremio de sastres), es un documento fundacional de la medicina social. En este texto, Adler no se limitó a describir la patología clínica de los sastres vieneses; realizó un análisis estructural de sus condiciones de vida.

Adler observó que las enfermedades prevalentes entre los sastres —tuberculosis, escoliosis, trastornos oculares— no eran aleatorias ni puramente biológicas, sino el resultado directo del modo de producción capitalista. El trabajo a destajo, realizado en talleres domésticos mal ventilados y superpoblados, era la causa raíz de la morbilidad. Adler argumentó, con una lógica impecablemente marxista, que la medicina clínica era insuficiente sin una reforma económica y legislativa. Propuso la sindicalización y la intervención estatal como medidas de salud pública, estableciendo desde el principio que el bienestar del individuo es inseparable de la transformación social.

La ruptura entre Adler y Freud en 1911 suele atribuirse a diferencias teóricas sobre la libido y la etiología sexual de la neurosis. Sin embargo, el subtexto político fue determinante. Freud, un liberal burgués -y como denotan sus comentarios a la muerte de Adler, terriblemente clasista-, insistirá en que abolición de la propiedad privada no eliminaría el conflicto humano. Adler, por el contrario, defendía que el afán de poder (Machtstreben) y la agresión no eran instintos biológicos inmutables, sino respuestas neuróticas a sentimientos de inferioridad generados por una cultura competitiva y jerárquica: el capitalismo. Para Adler, la neurosis era un síntoma de alienación social. Si Marx señaló la alienación del trabajador respecto a su producto, Adler diagnosticó la alienación del individuo respecto a la comunidad. Por tanto, la cura (el desarrollo del Gemeinschaftsgefühl o sentimiento de comunidad) coincidía perfectamente con el ideal socialista de una sociedad cooperativa. De hecho, como apuntará entre otros Alice Gerstel, el desarrollo del espíritu comunitario es a la vez un motor y un resultado de la dimensión constructiva del movimiento socialista.

Para entender ésto, debemos acercaranos a la a Viena Roja donde, desde 1919 y durante 15 años, el Partido Obrero Socialdemócrata de Austria (SDAP) gobierna la ciudad implementando un programa de vivienda social, reforma sanitaria y educación basado en las propias prácticas del movimiento. Alfred Adler es entonces un miembro destacado del partido, al que se había afiliado al acabar la carrera en 1895. Es vicepresidente del comité de trabajadores del primer distrito vienés, escribe en en el órgano oficial del partido, el Arbeiter-Zeitung (Diario Obrero) y participa en debates en el club socialista Vorwärts (¡Adelante!).

En colaboración con el concejal de educación Otto Glöckel, Adler estableció más de 30 clínicas de orientación psicopedagógica (Erziehungsberatungsstellen) en las escuelas públicas. Adler y los primeros adlerianos (Manès Sperber, Alice Rühle-Gerstel, etc.) tratan a niños de clase trabajadora e intervienen en sus condiciones familiares y escolares. Las clínicas escolares se entienden como instrumentos de «medicina social» que previenen la formación de caracteres autoritarios o sumisos, creando así la base psicológica y comunitaria del socialismo.

De hecho, en esa época el adlerianismo era conocido por muchos como la Psicología marxista. Vigotsky cuenta una anécdota sobre un encuentro con un psicólogo extranjero en que éste le pregunta

¿Qué tipo de psicología tienen en Rusia? Que sean marxistas no indica por sí mismo qué tipo de psicólogos son ustedes. Conociendo la popularidad de Freud en Rusia, al principio pensé en los adlerianos. Al fin y al cabo, son marxistas como ustedes.

El debate entre los marxistas sobre la Revolución y la Guerra Civil rusa

Para los marxistas moral y política están intrínsecamente ligados. Toda crítica de los objetivos políticos tiene consecuencias morales y al revés. El debate sobre la Revolución Rusa, la guerra civil que le seguirá y en el contexto de ambas el centralismo y la concepción de partido de los bolcheviques, tendrá esa doble dimensión de una forma muy reconocible. Entrarán en el debate cuestiones morales básicas que afectaban a la definición de democracia, a la relación entre el partido político y el resto del movimiento obrero y la sociedad, al uso del terror y a la relación con el estado.

El debate lo abre Kautsky después de la toma del poder por el Congreso de los Soviets en noviembre de 1917 en un artículo de abril de 1918 titulado El alzamiento bolchevique.

La misma guerra que hizo tan enormemente difícil la posición de todos los gobiernos, que agravó de manera aterradora los males acumulados por el régimen del zarismo, que aumentó hasta el extremo las exigencias del ejército y de la población civil hacia el gobierno y al mismo tiempo hizo que los medios para satisfacer esas exigencias se redujeran rápidamente, esa misma guerra obligó a los socialistas rusos a esforzarse hasta el límite de sus fuerzas para impedir que la burguesía se estableciera en el mando supremo.

Para lograrlo, sin embargo, había dos caminos abiertos, y fue precisamente en torno a cuál tomar que se produjo la escisión de las fuerzas socialistas rusas. Un ala, los menshivistas, buscaba limitar el poder de la burguesía mediante un gabinete de coalición; la otra, los bolcheviques, que aspiraban al mismo objetivo mediante una dictadura del proletariado, que, sin duda, debía contar también con el apoyo del elemento revolucionario del campesinado.

Los bolcheviques planteaban la perspectiva de una paz inmediata si el proletariado tomaba solo el gobierno en sus manos y mantenía bajo control por la fuerza a los elementos burgueses, corriendo, por supuesto, el riesgo de desatar una guerra civil.

El razonamiento bolchevique era el más simple, el que mejor se correspondía con la posición del proletariado como clase. Pero también el que amenazaba con exacerbar al máximo los antagonismos entre los altos objetivos del proletariado y el bajo nivel de desarrollo del país.

La dictadura del proletariado implica la inhibición de la producción capitalista. El modo de producción capitalista se vuelve imposible bajo un régimen proletario. ¿Está Rusia ya preparada para instaurar un modo de producción socialista? Además, la clase obrera rusa no es lo suficientemente fuerte ni desarrollada como para tomar el control de todo el aparato de gobierno y supervisar sus necesidades. Por lo tanto, el peligro acechaba: el régimen proletario intentará disolver el poder del Estado en lugar de conquistarlo y reestructurarlo. Y en ese país, donde algunos centros avanzados corren el riesgo de ser derribados por una mayoría atrasada en las provincias, es muy posible que los elementos amenazantes busquen mantener su posición luchando por la independencia total de las provincias, incluso de las comunas, como por ejemplo los partidarios de Bakunin en España a principios de los años setenta [Revolución Cantonal].

Así, en las condiciones de la vida rusa, la dictadura del proletariado amenazaba con conducir a la disolución política y social del país, al caos, pero con ello también a la bancarrota moral de la revolución y a preparar el camino para una contrarrevolución.

La segunda referencia es La Revolución Rusa (1918) de Rosa Luxemburgo. Se percibe en los argumentos del trabajo la continuidad de Rosa Luxemburg con el movimiento socialista previo a la guerra en su concepción de la democracia y en su rechazo al sustitucionismo del movimiento por las estructuras partidarias que lo representan -un tema que, como veremos, traerá cola.

Con la eliminación de las barreras y los fundamentos convencionales de la moral y la ley, la propia sociedad burguesa cae víctima de una degeneración directa e ilimitada [ Verlumpung ], pues su ley vital más profunda es la más profunda de las inmoralidades: la explotación del hombre por el hombre. La revolución proletaria tendrá que luchar contra este enemigo e instrumento de la contrarrevolución [el lumpen y la lumpenización de la sociedad burguesa] por todos los medios.

Y, sin embargo, también en este sentido, el terror es un arma de doble filo. Las medidas más severas de la ley marcial son impotentes contra los brotes de la enfermedad lumpenproletaria . De hecho, todo régimen persistente de ley marcial conduce inevitablemente a la arbitrariedad, y toda forma de arbitrariedad tiende a depravar la sociedad. En este sentido, los únicos medios eficaces en manos de la revolución proletaria son: medidas radicales de carácter político y social, la transformación más rápida posible de las garantías sociales de la vida de las masas; el avivamiento del idealismo revolucionario, que solo puede mantenerse a largo plazo mediante la intensa actividad de las propias masas en condiciones de libertad política ilimitada.

Así como la acción libre de los rayos del sol es el remedio purificador y curativo más eficaz contra las infecciones y los gérmenes de las enfermedades, así también el único sol curativo y purificador es la revolución misma y su principio renovador, la vida espiritual, la actividad y la iniciativa de las masas que ella suscita y que toma la forma de la más amplia libertad política.

[...]

El error fundamental de la teoría de Lenin y Trotsky reside en que, al igual que Kautsky, oponen la dictadura a la democracia. Tanto los bolcheviques como Kautsky plantean la cuestión de la "dictadura o democracia". Este último, naturalmente, se inclina por la "democracia", es decir, por la democracia burguesa, precisamente porque la opone a la alternativa de la revolución socialista. Lenin y Trotsky, en cambio, se inclinan por la dictadura en contraposición a la democracia y, por ende, por la dictadura de un puñado de personas, es decir, por la dictadura según el modelo burgués. Son dos polos opuestos, ambos igualmente alejados de una auténtica política socialista. El proletariado, al tomar el poder, jamás podrá seguir el buen consejo de Kautsky, dado con el pretexto de la "inmadurez del país", que consiste en renunciar a la revolución socialista y dedicarse a la democracia. No puede seguir este consejo sin traicionarse a sí mismo, a la Internacional y a la revolución. Debe y tiene que emprender inmediatamente medidas socialistas de la manera más enérgica, más inquebrantable, más resuelta, es decir, ejercer una dictadura, pero una dictadura de clase , no de un partido o de una camarilla, una dictadura de clase, es decir, en la forma más amplia posible, sobre la base de la participación más activa e ilimitada de las masas populares, de una democracia ilimitada.

[...]

Nunca hemos sido idólatras de la democracia formal. Esto significa simplemente: siempre hemos distinguido el núcleo social de la forma política de la democracia burguesa ; siempre hemos revelado el núcleo duro de la desigualdad social y la falta de libertad que se esconde bajo la dulce cáscara de la igualdad y la libertad formales; no para rechazar estas últimas, sino para incitar a la clase obrera a no conformarse con la cáscara, sino, mediante la conquista del poder político, a crear una democracia socialista que sustituya a la democracia burguesa, no para eliminar la democracia por completo.

Pero la democracia socialista no es algo que comience solo en la tierra prometida, tras sentar las bases de la economía socialista; no es un regalo de Navidad para las personas dignas que, entretanto, han apoyado lealmente a un puñado de dictadores socialistas. La democracia socialista comienza simultáneamente con el inicio de la destrucción del dominio de clase y la construcción del socialismo. Comienza en el mismo momento de la toma del poder por el partido socialista. Es lo mismo que la dictadura del proletariado.

¡Sí, dictadura! Pero esta dictadura consiste en la forma de aplicar la democracia , no en su eliminación , sino en ataques enérgicos y decididos a los derechos y relaciones económicas arraigados de la sociedad burguesa, sin los cuales no se puede lograr una transformación socialista. Pero esta dictadura debe ser obra de la clase y no de una pequeña minoría dirigente en nombre de la clase; es decir, debe proceder paso a paso de la participación activa de las masas; debe estar bajo su influencia directa, sujeta al control de la actividad pública completa; debe surgir de la creciente formación política de las masas populares.

Sin duda, los bolcheviques habrían procedido de esta misma manera si no sufrieran bajo la terrible compulsión de la guerra mundial, la ocupación alemana y todas las dificultades anormales conectadas con ella, cosas que inevitablemente estaban destinadas a distorsionar cualquier política socialista, por imbuida que estuviera de las mejores intenciones y los más nobles principios.

Una cruda prueba de ello la constituye el uso tan generalizado del terror por parte del gobierno soviético, especialmente en el período más reciente, justo antes del colapso del imperialismo alemán y justo después del atentado contra el embajador alemán. El lugar común de que las revoluciones no son color de rosa resulta, en sí mismo, bastante insuficiente.

Todo lo que ocurre en Rusia es comprensible y representa una cadena inevitable de causas y efectos, cuyo punto de partida y término son: el fracaso del proletariado alemán y la ocupación de Rusia por el imperialismo alemán. Sería una exigencia sobrehumana de Lenin y sus camaradas si esperáramos que, en tales circunstancias, conjuraran la democracia más excelente, la dictadura del proletariado más ejemplar y una economía socialista floreciente. Con su decidida postura revolucionaria, su fuerza ejemplar en la acción y su inquebrantable lealtad al socialismo internacional, han aportado todo lo que se podía aportar en condiciones tan endiabladamente difíciles.

El peligro solo comienza cuando [Lenin y Trotsky] hacen de la necesidad virtud y pretenden congelar en un sistema teórico completo todas las tácticas que les imponen estas circunstancias fatales, y quieren recomendarlas al proletariado internacional como modelo de táctica socialista. Cuando de esta manera se escudan en su propia luz y ocultan su auténtico e indiscutible servicio histórico bajo el celemín de los pasos en falso que les impone la necesidad, prestan un pobre servicio al socialismo internacional por el que han luchado y sufrido, pues quieren colocar en su almacén, como nuevos descubrimientos, todas las distorsiones prescritas en Rusia por la necesidad y la compulsión, que en último análisis no son más que subproductos de la bancarrota del socialismo internacional en la actual guerra mundial.

El debate continuará después de la derrota de los espartaquistas con textos como Terrorismo y Comunismo de Kautsky, donde acaba culpando a los comunistas -en primer lugar a la propia Rosa, su discípula durante años- de los excesos de las tropas de Noske -es decir de su propio asesinato por órdenes del dirigente de los sindicatos socialdemócratas- y de la derrota de la Revolución en Alemania, que para él sólo puede tomar la forma de una toma parlamentaria del poder.

[La guerra tuvo en Rusia] el efecto de llevar al poder prematuramente a los débiles factores revolucionarios, obligándolos así a enfrentarse a problemas que no son capaces de resolver. Es este poder el que falta en los países victoriosos. Pues allí, el socialismo solo adquirirá el poder estatal cuando sea lo suficientemente fuerte, dentro del marco de la democracia [parlamentaria], como para imponerse a los demás partidos. En tales países no hay el menor motivo para abjurar de la democracia [parlamentaria]; pues es precisamente en ellos donde las capas más altas y mejores del proletariado jamás podrían estar dispuestas a aceptar la sustitución de la democracia por una dictadura, que, al fin y al cabo, simplemente significa la dictadura de una sola persona.

Este debate a tres bandas aún tendrá una cuarta: la de los comunistas de izquierda alemanes y holandeses que con Otto Rühle a la cabeza denunciarán el sustitucionismo bolchevique en continuidad con las tesis de Rosa Luxemburgo, rechazando igualmente el parlamentarismo y proponiendo a diferencia de Kautsky, una República de los Consejos Obreros como alternativa a la dictadura de partido que veían nacer en la Rusia de 1920. En un artículo de ese año titulado La revolución no es una cuestión de partido Rühle escribe:

La época de la fundación de los partidos ha terminado, porque la época de los partidos políticos en general ha terminado. El KPD es el último partido. Su bancarrota es la más vergonzosa, su fin es sin dignidad ni gloria. ... ¿Pero qué queda de la oposición? ¿De la revolución?

La revolución no es un asunto de partido. Los tres partidos socialdemócratas (SPD, USPD, KPD) son tan insensatos como para considerar la revolución como un asunto de su propio partido y proclamar la victoria de la revolución como su objetivo de partido. La revolución es el asunto político y económico de la totalidad de la clase proletaria. Solo el proletariado como clase puede llevar la revolución a la victoria. Todo lo demás es superstición, demagogia y artimañas políticas. El proletariado debe ser concebido como una clase y su actividad para la lucha revolucionaria debe desatarse sobre la base más amplia posible y en el marco más extenso.

Reclamándose todos marxistas y llegando a conclusiones opuestas, Rosa Luxemburgo, Kautsky y Rühle proyectan el modelo distribuido y diverso de tejido social y endemocracia proletaria de la IIª Internacional para oponerlo al centralismo y las tendencias sustitucionalistas o incluso tiránicas de los bolcheviques, impuesto en parte por las circunstancias de la guerra civil y en parte heredado de la dinámica interna del fracturado POSDR, el partido socialdemócrata ruso, que a consecuencia de las condiciones de clandestinidad impuestas por el zarismo, fue el único de los grandes partidos socialdemócratas que nunca conoció un movimiento masivo, diverso y capaz de ofrecer un modo de vivir.

Adler y la Revolución Rusa

Es en este debate en el que cobra sentido, Bolschewismus und Seelenkunde, el famoso artículo de Adler en 1918 sobre el bolchevismo y la Revolución Rusa.

Adler se opone a la política bolchevique en nombre de la defensa del socialismo, no entendido como partido político formal, sino como movimiento que conduce, por su propio perfeccionamiento y experiencia, a la restauración de la comunidad humana. No es una posición bersteiniana, de hecho, por momentos, y especialmente cuando habla de la dictadura del proletariado, es claramente luxemburguista, por definirla en unos términos que implican que el nuevo estado no ejerce coherción sobre los trabajadores ni, en sentido más extenso, sobre el pueblo.

Solo en el socialismo el sentimiento de comunidad, entendido como requisito ineludible de toda forma de coexistencia humana pacífica, ha seguido siendo el fin último. Todos los brillantes utópicos socialistas que buscaron y encontraron sistemas teóricos, instintivamente antepusieron, como todos los grandes reformadores de la humanidad, la ayuda mutua a la lucha por el poder. Y Karl Marx descubrió en el oscuro mecanismo de la vida psíquica la lucha colectiva del proletariado contra la dominación de clase, elevándola al nivel de la consciencia para la eternidad y mostrando un camino que conduce a la consecuencia última del sentimiento de comunidad. La dictadura del proletariado debía ser la expresión de la madurez y su fuerza, transformando los antagonismos de clase y la aspiración al poder hacia la redención general.

Pero advierte, y escuchamos aquí ecos de las advertencias de Kautsky sobre la guerra civil y el caos, que si el ejercicio del poder se basa en excluir...

Quienquiera que haya sido excluido del poder siempre estará al acecho y será receptivo a cualquier tema en espera del motín.

Y es que Adler parte de la idea de Kautsky sobre la inmadurez del proletariado ruso, que no ha vivido el largo periodo educativo-constructivo que suponía el modo de vida de la IIª Internacional y, lo que es peor, su carácter de isla en mitad de un océano de campesinos. El pueblo ruso por tanto, no puede más que ser seguidor renuente de una Revolución que dirigen en su nombre un partido obrero.

Conducir a una multitud reticente a una forma artificial de gobierno socialista es como destruir un jarrón valioso por impaciencia.

Enfatiza en un tono y con una lógica cercana a la denuncia del sustitucionismo de los partidos que hace Rühle:

La vieja diferencia entre sujeto y objeto vuelve a surgir. Nadie quiere ser objeto.

Ni siquiera parece admitir que, como describirá vívidamente Trotsky en su Historia de la Revolución Rusa (1932), que la Revolución es en sí mismo un proceso educativo y de toma de consciencia colectivo e individual.

El socialismo sin la filosofía de vida adecuada es vivir como una marioneta sin alma, iniciativa ni talento. Si el bolchevismo triunfa, habrá comprometido y vulgarizado el socialismo.

Y si había empezado con tintes que remitían al espíritu anti-jerárquico de Rühle diciendo:

¡Quien quiera vivir en comunidad debe renunciar a la aspiración al poder!

Acaba afirmando que:

La dirección tomada por el bolchevismo constituye una obstáculo para el desarrollo del sentimiento social y, por tanto, un trágico error.

Es decir, la crítica de la política bolchevique y la toma del poder por los soviets que hace Adler no se alinea, como parece de moda afirmar, ni con el anticomunismo ni con el reformismo bersteiniano. Es una crítica desde dentro del movimiento socialista que adopta, haciendo un aporte desde la mirada de la Psicología Individual, argumentos de las grandes corrientes marxistas europeas de la época, todas ellas críticas con el comunismo ruso.

El resultado: la condena del bolchevismo por sustituir la dictadura del proletariado, entendida como ejercicio radical de democracia, por un uso necesariamente cohercitivo del poder. De fondo, el contraste entre los trabajadores experimentando la transformación de sus propias condiciones colectivas -como en el tejido de base de la IIª Internacional y poco después en la Viena Roja- y la gran masa del pueblo ruso, objeto de una dictadura de partido.

Adler y la caída de la Viena Roja

Contexto: La doble cara de la Contrarrevolución

El stalinismo

No es el objetivo de este artículo criticar las posiciones del marxismo de Adler. A toro pasado todo parece evidente, sobre todo cuando se obvian los contextos globales, o al menos europeos. El hecho es que como habían señalado Kautsky y el propio Adler, el impacto global de la Revolución de Octubre puso casi inmediatamente en marcha una Contrarrevolución que alimentó una terrible guerra civil en todo el antiguo imperio ruso. La derrota de los ejércitos blancos por el ejército Rojo dirigido por Trotsky sin embargo, deja el proyecto revolucionario ruso en una situación paradójica:

  • Por un lado, la movilización, el desabastecimiento y los consiguientes cierres de fábricas y las hambrunas urbanas, producen una migración masiva al campo de los obreros. Es lo que los propios bolcheviques llamaron la disolución del proletariado que había hecho la Revolución.
  • Por otro, la organización, necesariamente centralizada y jerárquica, de la escasa producción y del estado para ganar la guerra civil, genera la aparición de un nuevo estrato social, la llamada burocracia, que nace precisamente para sustituir una democracia obrera de base que había languidecido a causa de esta disolución.
  • La necesidad, al final de la guerra, de reconstruir el capital nacional -lo que Trotsky llamará la acumulación socialista, consolida a esta capa como una suerte de clase gerencial de lo que luego se llamará un capitalismo de estado, cuya razón de existir es, como había apuntado ya Luxemburg y Rühle, sustituir la ya ausente dirección colectiva de la economía y la sociedad desde abajo.
  • Finalmente, la necesidad de que las relaciones con el campesinado mayoritario degeneraran en una nueva guerra civil, llevaron a los comunistas a restringir las demás expresiones políticas. Es muy significativo que en 1921, mientras el Partido Comunista nacido durante la Revolución celebra su X Congreso, la guarnición de la base naval de Kronstadt, que había representado la penetración de los ideales socialistas obreros en el ejército en 1917, se subleve, esta vez bajo un programa inconsistente y anarquizante que amenaza reabrir la guerra. Los propios delegados tomarán las armas para enfrentarse y someter a los sublevados, y al reabrirse el Congreso, se prohibirán las fracciones y tendencias internas, reforzándose los órganos disciplinarios, calcados ahora de los del Ejército en tiempos de guerra. El propio Partido Comunista es entregado así a la burocracia que, para desespero de Lenin y Trotsky, se enseñorea ya en el partido.

Comité Central del Partido Comunista Ruso en 1917 La profecía kautskista de un Thermidor -inevitablemente seguida de un nuevo bonapartismo- se está haciendo realidad. Las condiciones para una contrarrevolución interna están ya presentes en 1921. Se harán evidentes con el ascenso al poder centralizado de la fracción stalinista en 1927 y la apertura de grandes purgas, verdaderos asesinatos en masa, que devorarán incluso, como se puede ver en la imagen de la derecha (pinchar para ampliar), al comité central que había dirigido la revolución de Octubre... y a la siguiente generación.

Fuera de Rusia, el giro de la política del Partido Ruso, se manifestará como una influencia cada vez más autoritaria, sometiendo los intereses de los trabajadores y los partidos de cada país a las necesidades de política exterior del estado ruso. Un proceso que llegará a su paroximo en 1936-37 en España, cuando el PCE, financiado y armado por el estado ruso, se convierta en el reconstructor del estado republicano frente a la Revolución que el 19 de julio de 1936 ha impedido el triunfo en la mayor parte del país del alzamiento militar del día anterior, llegando al enfrentamiento armado abierto en las famosas jornadas de mayo de 1937.

El ascenso del fascismo

Al mismo tiempo que aparece y se consolida en Rusia y la Internacional Comunista el stalinismo, aparece en toda Europa una expresión abierta y nueva de la Contrarrevolución. Los contemporáneos, especialmente en el campo marxista, ven su significado global con claridad desde muy pronto. El fascismo, escribió en 1923 Clara Zetkin, es el castigo que cae sobre el proletariado por no haber continuado la revolución que empezó en Rusia.

En 1932, Trotsky, analizando el desarrollo de las condiciones que llevarán al NSDAP de Hitler al poder unos meses más tarde, hace un análisis que los desarrollos inmediatos en la Viena de Adler demostrarán acertados.

El fascismo no es solamente un sistema de represión, violencia y terror policiaco. El fascismo es un sistema particular de Estado basado en la extirpación de todos los elementos de la democracia proletaria en sociedad burguesa. La tarea del fascismo no es solamente destruir a la vanguardia comunista, sino también mantener a toda la clase en una situación de atomización forzada. Para esto no basta con exterminar físicamente a la capa más revolucionaria de los obreros. Hay que aplastar todas las organizaciones libres e independientes, destruir todas las bases de apoyo del proletariado y aniquilar los resultados de tres cuartos de siglo de trabajo de la socialdemocracia y los sindicatos.

Adler entre las dos contrarrevoluciones

Contrarrevolución en Austria

En 1933, siguiendo los pasos de Hitler, el canciller austriaco Engelbert Dollfuss disuelve el Parlamento mediante una maniobra procedimental y pasa a gobernar por decreto. Unos meses más tarde, intenta desarmar a la Schutzbund, la milicia obrera socialdemócrata. Es el 12 de febrero de 1934. Estalla la breve Guerra Civil Austriaca.

Se producen combates en barrios obreros y Gemeindebauten (Karl-Marx-Hof). El Estado usa artillería y ejército regular contra su propia capital. Y la Schutzbund, mal armada y políticamente aislada, es derrotada. Los socialdemócratas pagan con sangre, exilio y la instauración de un régimen austrofascista, el haber renunciado en su momento a la toma del poder por métodos no parlamentarios, su apego a la legalidad y su rechazo a armar y preparar para lo que venía a su propia base social.

Si el camino del comunismo ruso se ha visto truncado tras la derrota de la Revolución alemana por las propias condiciones que su modelo había generado, el camino pacífico de los adlerianos y kautskistas, demostraba que la inocencia moral puede convertirse fácilmente en negligencia mortal cuando una comunidad fuerte sin poder político real debe enfrentarse a un Estado y una clase dirigente que está dispuesto a usar la violencia a gran escala. O como fue el caso de la Viena Roja, que tenía como objetivo precisamente usar la violencia para acabar de raíz con la experiencia comunitaria y democrática de base socialista y disolver a socialistas y comunistas porque si no lo hacía difícilmente hubiera podido impulsar el Anschluss (integración en el tercer Reich que se instauraba en Alemania) y la movilización total de la población y la producción para la guerra que se preparaba.

El resultado para Adler como para la mayor parte de los militantes socialdemócratas supervivientes será el exilio. Afortunadamente no aceptó la oferta de refugio de la Rusia stalinista, que tan sólo cinco años más tarde, cuando se firme el pacto Ribentroff- Molotov, entregará a buena parte de los asilados austriacos de la Schutzbund a la policía política alemana.

Otra suerte correría su hija Valentina. Activista, escritora y militante de la oposición de izquierda al stalinismo, se trasladó a Moscú en 1933 con su esposo. Fue detenida por la policía política stalinista en 1937, al principio de la Gran Purga, y trasladada a la prisión de Butyrka, donde se encontraría con la intelectual y antigua luxemburguista alemana Susanne Leonhart.

Acusada de actividades trotskistas. Murió en el gulag el 6 de junio de 1942, tan sólo unos meses después del asesinato de Trotsky, sin que queden registros de si fue asesinada por sus captores o si murió de agotamiento y hambre, las causas más comunes de muerte en el gulag. Para ganar contexto sobre el origen de las grandes purgas, definitorias del stalinismo y sus objetivos, recomendamos leer la novela de Victor Serge, Medianoche en el siglo.

Adler que había abandonado Austria en 1932 para emigrar a EEUU y ocupar una cátedra en el Long Island College of Medicine, murió en 1937 en Aberdeen, Escocia, sin saber el destino final de su hija. Una angustia que torturó a Raisa -que también se había unido a la Oposición Internacional de Izquierda- hasta 1956.

La estrategia adleriana en tiempos de contrarrevolución

Desde 1917 Adler empieza a ver traducidas y publicadas sus obras en EEUU, país que visita regularmente desde 1926. En su primera gira de conferencias por EEUU interviene en Nueva York (The New School), en Boston (Universidad de Harvard), en Providence (Brown University), Chicago (seis conferencias organizadas por el Consejo de Educación), Filadelfia, Cincinaty, Milwaukee, California... Se da cuenta de que existía un entorno receptivo a sus ideas y propuestas y empieza a pensar en cómo promocionar la Psicología Individual en aquel país.

En 1929 trabaja durante dos meses en Nueva York como profesor visitante en la Universidad de Columbia. De ahí a 1932 mantendrá su residencia principal en Viena pero viajará a EEUU casi todos los años para impartir cursos en Columbia, dar giras de conferencias, montar con los contactos una red estable de psicólogos adlerianos y las primeras clínicas en aquel país.

Pero no nos equivoquemos, la creación de una retaguardia en EEUU no supone ni mucho menos una separación del entorno socialista... sólo que el socialismo americano era otra cosa. Para empezar en su origen y base social original se había parecido más al primer partido socialdemócrata de Lassalle que a la socialdemocracia alemana de base marxista. Una diferencia que le limitó y retrasó históricamente en cuestiones como la organización industrial de los sindicatos o la segregación racial y que, en la práctica, había mantenido a la corriente principal del socialismo norteamericano al margen de la evolución de la IIª Internacional antes de la guerra. Por otro lado los socialistas americanos nunca consiguieron construir un movimiento como el europeo, independiente políticamente del progresismo y capaz de impulsar un modo de vivir propio al que se adhieran millones de trabajadores. En parte por eso, la guerra y la Revolución Rusa no habían tenido un impacto comparable al que habían tenido en Europa. Ni en la práctica política, ni en en el terreno social, ni en la reflexión teórica, ni en el cuestionamiento del futuro del mundo.

Así que Adler, en 1926 llega a un mundo muy distinto del europeo. Por eso sus intervenciones se desarrollaron en espacios educativos y culturales frecuentados por sectores, que aunque se consideren socialistas, están más próximos al reformismo social comunitario que al socialismo como se concibe en Europa. Coincidió, claro está, en estos circuitos con figuras destacadas del entorno socialista, como Algernon Lee. Lee fue el director de la Rand School of Social Science, una replica norteamericana de las organizaciones de educación obrera europeas en la que Adler llegó a impartir al menos -que hayamos podido documentar- una conferencia y en cuyos archivos figura como instructor.

En realidad, desde nuestro punto de vista, su presencia en estos espacios refleja afinidades pedagógicas, más que una cercanía política. El adlerianismo, en América, encontraba de forma natural oídos en los mismos círculos que los planteamientos educacionalistas y comunitaristas de Dewey, no en un tejido social obrero al estilo del que había dado lugar a la Viena Roja que en EEUU simplemente no existía. Y de hecho, parece correcta la afirmación de que lo que dio un eco creciente a los planteamientos sobre el Espíritu de Comunidad de Adler fue el nuevo humor social que el New Deal instaló a partir de 1933.

Adler, que nunca abandonó su base marxista, ante la debacle europea -que le toca directa y dolorosamente en lo personal también, tanto por sus amigos como por su familia- encuentra en los EEUU un terreno propicio para la dimensión moral y educativa de su pensamiento. Y se centra en ambas.

No da charlas siquiera sobre la experiencia de las clínicas escolares adlerianas de la Viena Roja porque tiene muy presente que está en un mundo diferente en el que los contextos no permiten ser entendido del mismo modo diciendo las mismas cosas.

Está construyendo una retaguardia al otro lado del Atlántico. Decide sembrar aceptando un coste, como ya había hecho a finales de los años 20, en el momento más intenso de su militancia política, cuando acepta -según cuenta Anthony Bruck- la propuesta de uno de sus traductores estadounidenses de usar el término Social Interest como equivalente en inglés de gemeinschaftsgefühl, que literalmente significa sentimiento de comunidad o, si se quiere ser más preciso, sentimiento de pertenencia comunitaria.

En nada de ésto vemos un cuestionamiento de las bases marxistas de su pensamiento ni un distanciamiento de las preocupaciones políticas. Lo moral es una parte tan importante de la aproximación marxista y en general en la tradición revolucionaria europea (baste recordar a Chernichevski y su Qué hacer), que cuando un marxista no puede hablar de política, se centra en la moral y siembra.

Conclusión: la doble perspectiva adleriana

Para entender el contenido social y político del trabajo de Alfred Adler hemos intentado un doble trabajo de contextualización. Por un lado, intentamos recrear el contexto de formas de socialización, prácticas y valores al que responde. Por otro, y ésto es quizá lo más difícil hoy en día, entender la doble naturaleza del programa adleriano, como programa científico y como propuesta moral.

Ambas dimensiones se unen mediante una perspectiva teleológica, finalista. En Adler esa perspectiva no se limita al reconocimiento de que las personas están motivadas por objetivos. Al distinguir entre objetivos o metas funcionales y adaptativas, o, disfuncionales y maladaptativos, plantea una definición clara de a qué objetivos deben aspirar los individuo para desarrollarse. Esta segunda perspectiva es la base sobre la que construye la idea central de su pensamiento y su propuesta clínica: el gemeinschaftsgefühl, el sentimiento de comunidad.

El gemeinschaftsgefühl no es una idea genial, salida de la inspiración personal. Por un lado, afirmar que la tarea vital real que enfrentamos todas las personas en nuestra vida es la restauración de la comunidad humana en todos los ámbitos en los que nos desarrollamos, es la aplicación directa de la definición de comunismo desde los tiempos de Cabet. Por otro, la afirmación, explícita incluso décadas más tarde en Dreikurs, de que el gemeinschaftsgefühl representa el futuro al que se conduce o debe conducirse la Humanidad a partir del comportamiento moral de sus miembros, es tal cual la definición de Engels en el «AntiDüring» (1878) de la moral proletaria como una fuerza que «presenta el futuro en la transformación del presente».

Si unimos los puntos, se comprende la naturalidad con la que esta combinación se dio para quienes la vivieron en primera persona. En un entorno donde todos adherían al marxismo en los términos usados por Engels, es decir, como socialismo científico, la formulación de una moral desde la ciencia psicológica no resultaba contradictoria. El adlerianismo asumirá así un doble papel en las múltiples tareas de la IIª Internacional: construir ciencia y definir una moral, entendida como la moral científica del socialismo científico.

Y como vimos, es precisamente en el debate moral que se abre con la guerra civil rusa, en el que las posiciones de Adler se relacionan más claramente con las corrientes marxistas principales del momento. Su acción posterior, en la Viena Roja, refuerza este papel de la moral como siembra, e incluso su inserción en la retaguardia americana puede leerse, y así lo hemos hecho, como una continuidad de la tarea de definir una moral que expresara lo aprendido por la experiencia social de la IIª Internacional en Europa y la Viena Roja.

El pensamiento político y la práctica de Adler es, para nosotros, una herencia práctica y útil de lo que fue seguramente la mayor experiencia comunitaria desarrollada por los trabajadores europeos.


Apéndice: Los errores históricos más frecuentes que hemos encontrado al elaborar este artículo

Hay una serie de afirmaciones en la literatura que hemos manejado que no responden a la realidad.

  • Adler tiene una base común con Marx. Se trata de un recurso retórico de Karl Fürtmuller, seguramente de cara al público norteamericano. Adler, como ha quedado demostrado era marxista y los marxistas no tienen una base común con Marx, tienen de base común, entre ellos, la obra o la perspectiva de Marx.
  • Adler se alinea con el joven Marx. Esta confusión se origina probablemente en un párrafo un tanto pedante y confuso de la biografía de Adler por Karl Fürtmuller en su estrategia de suavizar el socialismo de Adler pero es simplemente un anacronismo. Veamos por qué. Debemos a Kautsky que llegara hasta nosotros la mayor parte de la obra de Marx, inédita hasta los años 30. En 1923 Berstein y Kautsky dieron permiso a David Riazanov para viajar desde Moscú para fotografiar sus archivos personales y el archivo histórico socialdemócrata, que serían luego destruidos por los nazis. Entre estos inéditos se encontraban los textos del joven Marx, que iban a ser publicados por primera vez en Moscú abriendo las Obras Completas de Marx y Engels. Pero cuando deberían haberse publicado, en 1930, Riazanov acababa de ser purgado por Stalin -al que Riazanov siempre había despreciado. Por eso la publicación se retrasó hasta 1932, por lo que Adler no pudo tener acceso a ellos -si es que lo tuvo- hasta poco antes de su muerte.
  • Adler deja Austria por la persecución nazi a los judíos. Adler deja Austria por la persecución de los socialistas por el régimen de Dolfuss, totalitario, catolicón y antisemita al estilo de los sectores conservadores austriacos a los que representaba, pero sin aspiraciones genocidas contra los judíos. Ésto se ve claramente en la historia de Margarethe Hönigsberg, el acoso estatal primero, la persecución después y finalmente el asesinato en masa de los judíos austriacos sólo comenzo a partir de 1938, tras el Anschluss.
  • Adler posiblemente se convirtió al cristianismo, lo que le hubiera librado de la persecución antisemita en Austria/Alemania. Las dos proposiciones son falsas. En primer lugar el genocidio antisemita organizado por el estado alemán no tenía carácter religioso, concebía a los judíos como una raza y se perseguía a los que tuvieran más de un abuelo judío o un padre judío, con independencia de sus creencias o la de sus padres y abuelos. Por otro lado, no existe prueba alguna ni comentario de sus coetáneos sobre ninguna conversión de los Adler. De hecho Adler y Raisa no parece que tuvieran otro sentimiento religioso que la fe -atea o agnóstica- en la Humanidad y el futuro característico de buena parte de los científicos de la época, y según Lunacharski en Religión o Socialismo (1908), del movimiento socialista.
  • Adler se fue distanciando de la política tras criticar la Revolución Rusa. Adler siguió militando activamente en el SDAP y comprometido en el desarrollo social de la Viena Roja hasta 1934, cuando el golpe y la represión de socialistas y comunistas por el régimen de Dolfuss cierrra sus clínicas. Que para organizar el quinto -y para él último- Congreso Internacional de Psicología Individual en Berlín en 1930, que además fue el de mayor asistencia hasta entonces (2.000 profesionales) recurriera a alguien tan significado en el espacio público como Arthur Kronfeld parece indicar que no sólo Adler, sino el entorno adleriano seguía solapándose de manera natural con el universo socialista en los años 30 aunque, especialmente en Alemania, sólo algunas figuras como Fritz Künkel tuvieran una militancia formal en alguno de los partidos socialistas. Sobre el último Adler en EEUU, ya hemos visto que el distanciamiento es forzado por la ausencia de contextos compartidos con su público potencial, no significa en absoluto un cambio en sus bases conceptuales. Cuando un marxista no puede hablar de política, se centra en la moral y siembra.
  • Raisa Epstein / Aline Furtmüller etc. fueron a Viena/Berlín porque en Rusia las mujeres no podían estudiar en la universidad. Desde 1878 las mujeres rusas que no fueran judías podían estudiar en la Universidad en condiciones similares a las que tenían las mujeres en Cambridge, Oxford, la Sorbona o Berlín, ésto es, separadas en colleges o instalaciones especiales y con algunas diferencias en los planes de estudio. Sólo la Revolución de Octubre cambió eso y la plena igualdad se estableció en 1918. El problema de Raisa, Aline, etc. es que eran judías y los judíos en Rusia sufrían una legislación especial que les confinaba en un Territorio de asentamiento y limitaba su acceso a la Universidad, los puestos públicos y el espacio profesional.