6/1/2024 | Entrada nº 70 | Dentro de Organización

Qué podemos aprender del boom de los clubes de lectura

Los clubes de lectura son el mayor movimiento comunitario de nuestra década en el mundo anglosajón. Ya antes de la pandemia movilizaban a cinco millones de personas sólo en EEUU.

En nuestro canal de Telegram destacábamos, entre las tendencias culturales de 2023, el asalto de editoriales y maquinarias de propaganda del mundo anglófono a los clubes de lectura a través de los influencers. Lo triste es que hasta ese momento no habíamos reparado en las dimensiones de un movimiento que, en los momentos previos a la pandemia, movilizaba ya a más de cinco millones de personas sólo en EEUU.

El boom de los Clubes de lectura

Qué son

Los clubes de lectura son un movimiento comunitario impulsado mayoritariamente por mujeres, que forman grupos de afinidad en barrios o pueblos, cuyos miembros se turnan para organizar en sus casas encuentros para discutir y compartir reflexiones sobre libros, generalmente de ficción, que leen simultáneamente.

La mayoría tiene entre 5 y 10 miembros, pero no es, sin embargo, un movimiento atomizado. El fenómeno ha sido animado por los bibliotecarios de barrios y pueblos grandes y pequeños que, además de organizar algunos de ellos, publicitaban activamente los clubes de su entorno. Es decir, hay un cierto grado de conexión y coordinación espontánea en lo local.

Cómo funcionan

La dinámica típica comienza con alguien convocando a la formación de un club alrededor de una temática en un entorno cercano. La convocatoria nace por lo general en alguna página o foro hiperlocal o en un grupo de mensajería instantánea. El promotor, generalmente una mujer, aporta un email al que los candidatos a miembros van mandando sus candidaturas, explicando su relación con los temas y autores propuestos, sus restricciones dietéticas y su situación vital.

El promotor elige entonces un grupo fundacional al que enviará unas reglas mínimas. Generalmente estas incluyen:

  • El carácter rotativo de las reuniones: cada vez en casa de un miembro del grupo. Aunque en redes que incluyen varias localidades pequeñas cercanas o población dispersa los hogares pueden sustituirse por las bibliotecas públicas de cada pueblo.
  • La frecuencia de las reuniones. Normalmente un día fijo de la semana -muchos se llaman el club de los jueves o el club de los martes- cada quince días, aunque algunos, especialmente en el mundo rural, son semanales y en el mundo urbano, mensuales.
  • El carácter rotativo de la animación. Cada reunión suele tener un animador que prepara preguntas sobre el libro tratado. Suelen recomendar que no sea el mismo que organiza el encuentro para que no se sature. Cuando los miembros se conocen mejor, cada pregunta suele estar dirigida a un miembro en concreto para aumentar así la participación.
  • Las reglas de participación básicas. Por ejemplo, si algún miembro llega al encuentro sin haber leído el libro del que se vaya a tratar, se le ruega que lo comunique al grupo de mensajería asociado al club con un mínimo de tiempo de antelación. Si los miembros que no leyeron son mayoría, el encuentro se puede retrasar una semana, pero normalmente, el miembro que no cumplió con los plazos de lectura es invitado a saltarse la reunión y, si reincide, a abandonar el grupo. También suelen regularse los tiempos de intervención, las formas de interrupción durante el debate, si se permite fumar durante los encuentros -en las casas que lo permitan- y el tipo de bebidas que se servirán.

Esto es interesante porque un elemento destacable de los encuentros de estos clubs es su expresión gastronómica.

Es común que la elección de bebidas y su acompañamiento se relacione de algún modo con los temas tratados en el club, pero por lo general el vino es protagonista y cada anfitrión despliega sus mejores galas preparando sandwiches, tapas, rolls y canapés en cantidades industriales para acompañarlo. Tampoco faltan los que toman la forma de un té con pasteles y tartas. Al final, la comida expresa y une a la comunidad y a sus miembros en una especie de emulación competitiva.

Los clubes virtuales

El efecto de los encierros pandémicos

Aunque siempre hubo clubes virtuales, antes de 2020 los que se llamaban así en la web eran grupos de debate sobre libros con las dinámicas propias de un foro o grupo de discusión.

Los encierros pandémicos cambiaron ésto al forzar a los grupos locales establecidos a virtualizarse. La socialización no era la misma -y el despliegue gastronómico desaparecía- pero al menos los lazos intercomunitarios y la dinámica de lectura se mantenían por videoconferencia.

Pero la virtualización no sólo sirvió para mantener los clubes vivos en un mientras tanto que duró muchas veces alrededor de un año y medio. El boom de los clubes de lectura durante las restricciones y cuarentenas vino de la mano de nuevos clubes que nacían ya directamente en el online y que estaban menos asociados con el territorio que su modelo original.

Por eso, tras los encierros y la distancia social, la gran mayoría de los clubes pre-pandémicos volvieron a la presencialidad, pero no fue así con los que ya habían nacido en la virtualidad.

Los más locales pudieron tomar la forma tradicional y saltar a los hogares... y funcionaron. Sin embargo, los que se basaban en algún sistema de videoconferencia e intentaron subsistir desaparecieron en su gran mayoría. Conforme se volvía a la normalidad, el impulso necesario para mantener una disciplina de participación online se debilitaba.

¿Por qué desaparecieron los clubes basados en videoconferencia?

La ceremoniosidad es un elemento esencial en la supervivencia de toda comunidad de afinidad. Las llegadas y saludos, la dramaturgia del salón convertido en círculo, los aperitivos, los minutos de conversación bis a bis en los descansos o tras el cierre del debate... Nada de eso tenía parangón en el online.

Y es que la virtualización a lo bruto de los años 2020 y 2021 pretendía paliar el aislamiento generado por la pandemia. Pero ya fuera en el trabajo digital, la enseñanza o la relación comunitaria nunca pasó de crear (malos) sucedáneos al no ir más allá de sustituir presencialidad por videopresencia.

Lo que se necesitaba en realidad eran formas nuevas ligadas al medio que supieran aprovecharlo. Era normal: todo llegó de golpe y para digitalizar hace falta un trabajo previo.

Fue un momento equivalente al del teatro filmado cuando el cine estaba en sus albores como forma de relato de ficción: se reprodujeron los gestos, dinámicas y formas del medio anterior. Ya no valían en el nuevo pero tampoco acababan de descubrirse las potencialidades propias del nuevo.

La alternativa tecnológica: las tertulias basadas en voz

Sin embargo, mientras la pandemia arrancaba, TalkShow, una startup que pretendía crear una plataforma de podcasts culturales creyó ver la oportunidad e inventó algo nuevo: ClubHouse.

Clubhouse eliminaba la molesta presencia de la propia imagen, fortalecía el papel del dinamizador de sesión respecto a otras formas de audioconferencia colectivas -como la que ofrecía Telegram entonces- y facilitaba crear salas temáticas en las que los miembros del club podían abrirse -sin tener que dar derechos de participación plena- a otros posibles miembros. Para rematar, acertó al aceptar nuevos usuarios exclusivamente por invitación, lo que al principio, creó la ilusión de que podía presumirse una cierta afinidad en los desconocidos que se acercaban a escuchar.

Resultado: los grandes fondos lo vieron y en diciembre de 2020 la app recibió 100 millones de dólares de capital. La campaña de marketing que siguió -con tertulias que incluían invitados tan famosos como Elon Musk- convirtió a ClubHouse en un fenómeno global.

Pero basar la campaña en famosos fue un error para la empresa a medio plazo. Generaba la expectativa de crear algo así como un mercado de tertulias radiofónicas que no estaba preparada para sostener. Y, sobre todo, lo hacía a costa de perder el foco en la utilidad real que su formato podía ofrecer en aquel momento: una herramienta comunitaria de encuentros online.

Cuando se vino a dar cuenta, ClubHouse enfatizó el house y el papel de las pequeñas comunidades basadas en la confianza y el conocimiento previo, postulándose como lo que había entrevisto originalmente: el espacio virtual natural de los book clubs. Pero ya era demasiado tarde. El fin de las restricciones pandémicas había arrasado con los clubes online y otras formas de socialización digital que llevaban más de un año a la búsqueda de una tecnología amigable.

A día de hoy quedan en la aplicación unos cuantos cientos de salas privadas con pequeños book clubs, pero la escala no es comparable con el número de salas privadas en Telegram o Whatsapp.

Cómo el fracaso de ClubHouse abrió las puertas a los influencers

Y sin embargo, ClubHouse había educado a toda una audiencia masiva a la idea de asistir a conversaciones entre famosos. Ésta es la grieta por la que se colarían en 2022 y 2023 los influencers y tras ellos, las iniciativas de marketing de la industria editorial. Tampoco le benefició en nada a la empresa: los influencers siguieron en Instagram y TikTok, vistiéndose ahora como TokBookers para dar salida a las campañas de promoción comercial.

El modelo de club mercantilizado no se limita a la publicidad. Están apareciendo clubes de lectura virtuales de pago -como Lectura Club en español- que en realidad no son sino plataformas de monetización de influencers que emiten sobre un tema y se relacionan con sus seguidores -que pagan por ello- a través de un grupo en Discord o similar.

Como siempre, sobre los despojos de lo comunitario se multiplican los carroñeros de lo virtual.

¿Cómo hacer un club de lectura en 2024?

  1. Si puedes, hazlo presencial y en tu entorno físico. El modelo original sigue ahí, funciona y crea bases comunitarias sólidas. Tiene un sistema de convocatorias y reglas destilado de la experiencia de millones de personas lo suficientemente flexible como para adaptarse a ti y lo suficientemente exigente como para ayudar a que el esfuerzo no acabe en nada.
  2. Si quieres crear un club virtual, porque eres parte de una comunidad online real y crees que puede dinamizarla, te recomendamos:
    • No te partas la cabeza con la tecnología: crea un grupo de Telegram y haz las reuniones usando exclusivamente voz.
    • No tengáis conversaciones de texto, que el chat textual sólo sirva para cerrar hora y anunciar la no asistencia.
    • Intenta crear cierto ritual: utiliza una canción para el tiempo de espera, fija una pausa a mitad de las preguntas para que cada cual reponga viandas, etc.
    • Intentad tener al menos un encuentro presencial cada seis meses, aunque no todos puedan ir a todos los encuentros (y no lo hagáis donde vivan la mayoría, cambiar de aires aporta).
  3. Tanto si es virtual como presencial, haz una convocatoria y selecciona los miembros, no tiene sentido juntar en un grupo de afinidad a quienes no tienen afinidad.
  4. Cuanto más distribuido geográficamente y por tanto menos presencialidad tenga en su dinámica habitual más en serio hay que tomarse las normas: si alguien no se leyó el libro que toca, no debe participar en la reunión, si reincide X veces debe salir del grupo.

¿Te unes?

Queremos montar un Club de Lectura Maximalista y compartir libros de todo tipo, especialmente novelas, sean del género que sean, especialmente aquellas que podamos contrastar y ligar con nuestra realidad y con la construcción de comunidad y alternativas aquí y ahora... que son casi todas.

Porque no queremos centrarnos en obras afines y menos aún doctrinarias. Ni siquiera tienen por qué tratar específicamente de cuestiones comunitarias o colectividades. El cozy crime aporta más de lo que suele creerse y el pulp y la ciencia ficción hablan de muchos más temas de los que pretenden. Y si hablamos de novela histórica... inspira hasta para organizar actividades en pueblos históricos.

¿Te apuntas? Escríbenos a través de nuestro robot de Telégram o al correo electrónico un mensaje presentándote, proponiendo 3 libros que te gustaría compartir y por qué.