11/3/2024 | Entrada nº 79 | Dentro de Repoblación

El ascenso de «Chega!» en Portugal y la despoblación rural

Si se quiere evitar que la tensión campo-ciudad acabe en toda Europa en una fractura geográfica y generacional insalvable, hace falta un giro del discurso público hacia el universalismo acompañado de acciones colectivas que le den materialidad, haciendo de la repoblación y la industrialización sostenible, digital y, a ser posible, cooperativa del campo -el único nicho posible hoy-, un objetivo colectivo creíble.

La «sorpresa» electoral portuguesa

Toda la prensa española y europea comenta hoy los resultados electorales en Portugal y el ascenso de Chega!, pero ningún periódico ni cadena de TV baja a la distribución territorial del voto. Y ahí está la chicha.

Primera instantánea: el sempiterno poderío del PCP, el último partido stalinista con peso político real en Europa, desaparece en el Alentejo su granero electoral. Chega en cambio, gana un diputado en Elvas y otro en Beja y queda como segunda fuerza tanto en el Alto como en el Bajo Alentejo.

Segunda imagen: Chega! queda como tercera fuerza pero con mejores resultados que en el conjunto de Portugal en la región centro.

Tercera imagen: Chega! gana sin matices en el Algarve, dejando el mapa de ganadores nacionales dividido en tres franjas: Norte, Lisboa y Leiría conservadores, Centro e interior socialistas y Sur ultra. Para entendernos en términos españoles, es algo así como si Vox fuera el segundo partido en Extremadura, Castilla-La Mancha y Murcia y el ganador absoluto en Andalucía Occidental.

¿De dónde surge ésto?

A primera vista, el trasvase de votos y escaños en las regiones del Sur y el interior hacia la extrema derecha calcaría el trasvase de votos del Partido Comunista Francés en los cinturones parisinos y el Mediterráneo hacia el Frente Nacional. Algo de eso hay, cuarenta años de runrún nacionalista y mesiánico crean patrones más fuertes que el eje derecha-izquierda.

Pero hay algo más y más importante o no puede explicarse por qué eso pasa en el Sur y no en el Norte o en la costa capitalina. Y eso vale tanto en Portugal como en España. A fin de cuentas Vox cosechó sus primeros triunfos electorales en Andalucía Oriental no en Galicia, donde sigue sin representación.

No es tan difícil, aunque sólo un anónimo corresponsal de EFE lo apuntó la semana pasada: Chega! obtiene sus ganancias en el medio rural más afectado por la despoblación. Es la despesperación del interior y el Sur en un país en el que el 70% de las personas viven en una franja de 30km desde la costa mientras en el interior envejecido no queda ya gente ni para cuidar de unos bosques abandonados, haciendo los grandes incendios estacionales prácticamente inevitables.

La regla general europea

Es el último ejemplo de lo que parece una regla general en Europa, aplicable desde el Noreste húngaro a Faro y desde Bulgaria a la Francia lepenista: en las regiones en las que la población cae y envejece de forma sostenida, la desesperanza muta electoralemente en nacionalismo delirante, xenófobo y conspiranoico.

Un dato importante que suele obviarse y que también se ha constatado en Portugal: no son los mayores los que lideran el giro ultra en las zonas rurales, son los jóvenes que se quedan y cargan con el estigma y el rencor del supuesto fracaso que supone haberse quedado.

Los jóvenes rurales rechazan, a veces muy violentamente, la estética, las preocupaciones y los discursos identitarios que -importados de EEUU y alentados desde el estado y las políticas públicas- prosperaron entre la juventud urbana en la última década. Cuanto más cool se pretenden los políticos de los partidos de estado asociándose a influencers y minorías autoidentificadas como oprimidas en su identidad, aunque privilegiadas en el acceso al bienestar y la visibilidad mediática, cuanto más identitaristas se muestran los partidos a la izquierda del socialismo y más conciliadores los conservadores, más abandonados y rechazados se sienten los jóvenes de la Europa en despoblación.

Conclusiones

Si se quiere evitar que la tensión campo-ciudad acabe en toda Europa en una fractura geográfica y generacional insalvable, hace falta un giro del discurso público hacia el universalismo acompañado de acciones colectivas que le den materialidad, haciendo de la repoblación y la industrialización sostenible, digital y a ser posible cooperativa, del campo -el único nicho posible hoy-, un objetivo colectivo creíble.