25/05/2023 | Entrada nº 12 | Dentro de Organización

Lo mecánico y lo orgánico

Si una comunidad fuera una vid, la forma mecánica de su desarrollo sería una espaldera. Antes de que la planta creciera ya sabríamos que forma iba a tomar. Cualquiera que haya visto una vid en espaldera sabe que es una especie de crucifixión vegetal cuyo objetivo es precisamente «mecanizar» la producción.

Según la vieja distinción establecida por Martin Buber, casi todas los grupos humanos actuales, los que nos han «educado» sobre qué es una organización del tipo que sea -estado, mercado, empresa, asociación, cooperativa...- son organizaciones «mecánicas».

Una organización «mecánica» es poco más que una estructura de normas e incentivos que intenta generar y perpetuar a través de ambas cosas unos comportamientos y fines determinados. En el límite, las leyes congelan las estructuras mecánicas haciéndolas obligatorias en lo que se llama una «forma jurídica».

Dos ejemplos: una sociedad limitada que dedicara sistemáticamente una parte relevante, no cosmética, de sus excedentes a acción social sería como mínimo sospechosa de fraude por reducir sus beneficios «a costa» de sus socios. Si quiere hacerlo tiene que dar acciones a una fundación -y que esta se alimente de los beneficios- o convertirse en cooperativa.

Pero no creamos que la llamada «forma cooperativa» es menos mecánica. Sin ir más lejos la ley de cooperativas establece imperativamente que los estatutos de una coop tengan un capítulo de «régimen disciplinario», con posibles faltas de tres tipos y toda una gama de sanciones para cada caso.

La alternativa a lo mecánico es lo «orgánico». Lo orgánico es el producto del desarrollo colectivo basado en el consenso. Para Buber era lo único realmente comunitario y lo que prefiguraba una sociedad futura libre de coerción social.

Si una comunidad fuera una vid, la forma mecánica de su desarrollo sería una espaldera. Antes de que la planta creciera ya sabríamos que forma iba a tomar. Cualquiera que haya visto una vid en espaldera sabe que es una especie de crucifixión vegetal cuyo objetivo es precisamente «mecanizar» la producción.

Si dejamos de lado podas y limpiezas, la forma orgánica de crecimiento de una vid solitaria sería «en vaso». La planta, por sí misma, guiaría su crecimiento. Las vides en vaso crecen en volumen, hacia todos lados, no se ven obligadas a remedar un plano bidimensional retorciéndose contra natura.

El diseño mecánico, en espaldera, de comunidades y colectividades corresponde al pensamiento utópico y replica la vieja imagen del «autómata social» de la que ya hemos hablado en alguna ocasión. Su artificiosidad hace imposible que perdure. Una organización, del tipo que sea, no son sus normas, premios y castigos. Entender el comportamiento humano desde la estrecha lógica de los «incentivos» individuales implica entender a las personas aisladas y en competencia, ignorando el conjunto, las relaciones de todos con todos y con el entorno, como lo verdaderamente determinante.

¿Alguien sabe que fue de toda aquella explosión de «comunidades» digitales estructuradas a partir de criptomonedas que premiaban los comportamientos deseados por sus creadores y prometían crear benéficas islas sociales? Sólo sobreviven las que se fundieron en el mercado general más o menos especulativo, como Ethereum. Pero difícilmente nadie puede pensar que Ethereum sea la columna vertebral de una comunidad en ningún sentido de la palabra.

Lo orgánico es otra cosa. No puede pensarse ni crearse al modo en que se construye un autómata. No es una forma en la que encaja gente. Debe partir de consensos sólidos y profundos sobre valores, objetivos y formas de relación, normalmente incubados en relaciones previas más o menos largas.

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